No es extraño que Foucault considere a Heidegger como el filósofo esencial. Toda la evolución de su pensamiento, dice, estuvo determinada por la lectura de Heidegger.
Nosotros los que conocemos
somos desconocidos para nosotros mismos
Nietzsche
Me he investigado a mí mismo
A todos les está concedido conocerse a sí mismos y ser sabios
Heráclito
Sin confundirse con la muchedumbre,
hacer las mismas cosas pero de otra manera
Séneca
No es extraño que Foucault considere a Heidegger como el filósofo esencial. Toda la evolución de su pensamiento, dice, estuvo determinada por la lectura de Heidegger. Y es que éste es un pensador significativo para la filosofía contemporánea pues cambió el rumbo de la filosofía al diferenciar entre ente y ser: no sigamos pensando en objetos sino en acontecimientos, en eventos, en actividad… no sigamos pensando en términos de presencia sino en términos de posibilidad, de proyecto… nos hemos pre-ocupado por lo que somos erigiendo consuelos metafísicos en lugar de ocuparnos de cómo somos, de cómo hemos llegado ser, de cómo podemos ser.
Esta última fue una tarea que Foucault asumió durante su vida. Sus primeros trabajos están dedicados a dilucidar arqueológica y genealógicamente la constitución de la subjetividad. El mismo Foucault toma como referencia a Heidegger y dice: Para Heidegger el conocimiento del objeto selló el olvido del ser a partir de la tekhne occidental. Demos vuelta a la cuestión y preguntémonos a partir de qué tekhnai se formó el sujeto occidental y se iniciaron los juegos de verdad y error, libertad y coacción que los caracterizan (2004: 495). Por otra parte, sus últimos trabajos abordan la urgencia de una apropiación de la constitución de la propia subjetividad, es decir, la urgencia de apropiarse de sí mismo, de asumirse. Urgencia porque vivimos en una sociedad basada en la renuncia de sí mismo, en el olvido de sí, tendente a la inercialidad y a la pasividad, conformada por poderes-saberes sutilmente coercitivos. Es sencillo: parafraseando a Heidegger, o realizamos nuestra existencia de un modo propio o impropio. Y la filosofía, por supuesto, tiene un papel fundamental en ello.
Son entonces tres puntos de encuentro entre Heidegger y Foucault los que quiero abordar en este texto: la crítica y la superación del pensamiento metafísico tradicional de occidente, la llamada de atención a apropiarse de sí mismo y la propuesta de una filosofía diferente.
I
Para Heidegger, el “objeto” de la investigación filosófica es el Dasein en tanto se le interroga acerca de su carácter ontológico. El término Dasein alude al modo de ser de la vida humana, es decir, al modo en el que la existencia humana vive, habita, reside en el aquí (Da) del ser (sein). Desde una perspectiva hermenéutica-fenomenológica, que es la inaugurada por Heidegger, la investigación acerca del Dasein está dirigida principalmente a comprender el modo en que se realiza su existencia, el cómo (das Wie) de la vida, el cómo se establece la relación intencional entre la vida y el mundo al que está referida. No interesa enunciar los contenidos objetivos de la existencia, el qué (das Was), simple y sencillamente porque no somos objetos. No hay una esencia del Dasein dotada de un contenido eidético invariable y universal del que haya que hacer un inventario que luego quede guardado en los rincones de las bibliotecas, o aún más peligroso, que se utilice para catalogarnos, ordenarnos en espacios y en tiempos específicos, normalizarnos, disciplinarizarnos, excluirnos.
Ambos, Heidegger y Foucault, son acérrimos críticos del pensamiento metafísico determinante, de la sobre-saturación de discursos que dicen lo que somos y lo que tenemos que ser, que dogmaticen. Sin embargo, ambos reconocen que la existencia humana no se da en el aire sino en el mundo y que por lo tanto presupone siempre un contexto —un contexto histórico, social, político, epistemológico, ético, moral… en fin, un contexto vital— que despliega y al mismo tiempo limita sus modos de ser, los de la existencia.
Dice Hubert Dreyfus, por ejemplo, que Heidegger hace notar que nuestra concepción del ser encuentra su forma más concreta en los utensilios, el lenguaje y las instituciones de una sociedad, así como en cada persona que vive en esa sociedad. Esas prácticas comunes que regulan nuestra socialización constituyen el fondo que nos permite comprender lo que tiene valor de objeto, lo que tiene valor de ser humano y en última instancia lo que tiene valor de real. Lo cual es análogo al trabajo de Foucault de hacer notar la manera en que las prácticas concretas y cotidianas producen, perpetúan y circunscriben lo que los individuos pueden pensar y hacer (1990: 88).
No puede ser de otra manera: estamos absorbidos en el mundo habiéndonoslas con él, con sus determinaciones y condicionamientos, con sus estructuras específicas de socialización-normalización. Sin embargo, no hay una esencia del Dasein que lo lleve a ser siempre lo mismo. Su “esencia” consiste en su existencia, simplemente en su tener-que-existir. Y existir no es sino poder-ser. Por eso nuestra existencia es posibilidad. De aquí que seamos libres para poder ser de otra manera a la que siempre hemos estado acostumbrados. No me pregunten quién soy ni me pidan que siga siendo el mismo, declaraba Foucault en una entrevista.
Lo que quiero dar a entender con estas reflexiones es que tanto en Heidegger como en Foucault, la estructura de la existencia es de carácter tensional: ya había dicho Spinoza, gran predilecto de Foucault, que los cuerpos son afectados pero que también pueden afectar. La historia de Latinoamérica, por ejemplo, es una historia de violencia, opresión, discriminación, exclusión… pero también de resistencia, denuncia, lucha, solidaridad. Y lo que posibilita estos juegos de poderes es la apropiación de sí mismo, el cómo decidimos vivir.
II
Siempre estamos habiéndonoslas con el mundo: de eso se trata la facticidad de nuestra existencia. Y para Heidegger este trato con el mundo tiene la forma de un cuidado (curare en latín, Sorge en alemán). Pero, ¿de qué tiene cuidado la vida fáctica? Por su estructura intencional, la vida fáctica se cuida de, se ocupa de, se preocupa por todo aquello que le sale al encuentro en su trato diario y cotidiano con el mundo: el mundo está ahí como algo de lo que ya siempre y de alguna manera nos cuidamos. El mundo se articula, en función de las posibles direcciones que adopta el cuidado, como mundo circundante (el mundo de las cosas, de los utensilios, de lo que se encuentra a la mano), mundo compartido (el mundo con los otros) y mundo del sí mismo. Correlativamente, el cuidarse expresa la preocupación por los medios de subsistencia, por la profesión, por los placeres, por la tranquilidad, por la supervivencia, por el saber acerca de, por la consolidación de la vida en sus fines últimos (Heidegger, 2002a: 35).
Siempre estamos inmiscuidos con el mundo, ajetreados, llenos de cosas. En la actividad del cuidado se manifiesta una tendencia del Dasein a quedar absorbido por el mundo, a dejarse arrastrar por él, a caer en él. Esta caída en el mundo conduce al olvido de sí, apaciguando y alienando: en el mundo al que la vida se abandona, la vida se oculta, se esconde de sí misma… La tendencia hacia la caída conduce a la vida al desencuentro consigo misma… La vida fáctica deviene más y más extraña a sí misma en la medida en que se entrega al mundo del que se ocupa, disminuyendo la posibilidad de que la vida se fije como meta volver sobre sí y reapropiarse de sí misma. (Heidegger, 2002a: 40). El Dasein está entonces inmediata y regularmente absorto en un mundo impropio, en el de la publicidad, el del entorno, el de la corriente dominante, el del “así como muchos otros” (Heidegger, 2002a: 41), en el mundo del uno: con la pérdida en el uno ya se ha decidido siempre el inmediato poder-ser-fáctico del Dasein: sus tareas, sus reglas, sus patrones de medida, la urgencia y el alcance de su ocupado y solícito estar-en-el-mundo. El uno ya ha sustraído siempre al Dasein la toma entre manos de estas posibilidades de ser. Más aún, el uno esconde el relevo de la elección explícita de estas posibilidades (Heidegger, 2002b: 169).
La idea heideggeriana es que el Dasein puede realizar su existencia de modo impropio o propio. Una existencia impropia está gobernada por la normalidad de las opiniones públicas del uno. En ella el Dasein se deja llevar de un lado a otro, de una ocupación a otra sin más criterio que el de las modas de una época determinada y las habladurías del momento. Una existencia propia emana de la decisión del Dasein por apropiarse del ser que ya de por sí es siempre suyo, por escogerse, por ganarse a sí mismo. Es una decisión por visibilizar la vida que el ajetreo cotidiano oculta. El asunto es serio. Siempre estamos habiéndonoslas con el mundo. De lo contrario estaríamos muertos. El asunto, como decía, es si vamos a dejar que ese mundo impropio decida por nosotros cómo vivir, que decida sobre nuestra existencia. El problema está en ocuparse del mundo pero no de nosotros mismos:
Querido amigo, tú eres ateniense, ciudadano de una ciudad que es más grande, más renombrada que ninguna otra por su ciencia y su poderío, y no te ruborizas al poner cuidado en tu fortuna a fin de incrementarla lo más posible, así como en tu reputación y tus honores; pero en lo que se refiera a tu razón, a la verdad y a tu alma, que habría que mejorar sin descanso, no te inquietas por ellas y ni siquiera las tienes en consideración (Platón, Apología de Sócrates).
III
A lo largo de textos como La inquietud de sí & La hermenéutica del sujeto, Foucault le presta una especial atención a la epimeleia heautou en tanto principio no sólo filosófico sino cultural o vital tanto de la Grecia clásica como de la sociedad helenística y romana de la época imperial. Ambos textos están cargados de bellas sentencias socráticas, cínicas, estoicas y epicúreas sobre la urgencia de cuidarse de sí mismo y de cómo llevarlo a cabo. La epimeleia heautou formaba parte esencial de la tekhne tou biou, del arte de vivir. Era una práctica constante, un modo de vida, que si bien es cierto era un privilegio de quienes podían tener ocio porque les dejaban a los esclavos el cuido de la tierra, por ejemplo, poco a poco fue generalizándose y universalizándose.
La epimeleia heautou es una manera determinada de estar en el mundo, una actitud con respecto a sí mismo, con respecto a los otros y con respecto al mundo. Frente a la absorción en el mundo, la epimeleia heautou implica una conversión a sí (ad se convertere), un movimiento de la existencia por el cual uno vuelve a sí mismo, a través del cual uno puede reapropiarse. El objetivo de esta conversión es establecer una serie de relaciones consigo mismo: hay que trasladar la mirada, desde el exterior, desde los otros, desde el mundo, etcétera, hacia uno mismo. Pero la epimeleia no designa simplemente una actitud de atención volcada hacia uno mismo: la epimeleia también designa una serie de acciones que uno ejerce sobre sí mismo, acciones por las cuales se hace cargo de sí mismo, se modifica, se purifica y se transforma y transfigura (Foucault, 2004: 28-29).
Esta práctica de sí, como también le llama Foucault, tiene una función crítica en tanto debe permitir deshacerse de todos los malos hábitos, de tradiciones y costumbres inauténticas, de todas las opiniones falsas que podemos recibir de la multitud, de aquél mundo impropio del uno. Debe posibilitarnos “des-aprender”, poder ser de otra manera. Asimismo, la práctica de sí tiene una función de lucha: no se trata de formar para el futuro sino que hay que dar al individuo las armas y el coraje que le permitirán luchar durante toda su vida. El cuido de sí es una tarea de toda la vida. De lo que se trata es de hacer-se cargo del propio Dasein en cuanto éste es posibilidad, proyecto, una tarea que hay que asumir.
Importante mencionar que la epimeleia heautou no exhorta al egoísmo-egocentrismo, ni mucho menos al repliegue subjetivo. Eso es un problema de la cultura cristiana y moderna que Foucault aborda de pasada en La hermenéutica del sujeto. La epimeleia heautou, por el contrario, convoca a una multiplicidad de relaciones sociales.
IV
La inquietud de sí o el cuido de sí alumbran el modo de ser propio del Dasein. De hecho, cuenta Foucault que en durante la Antigüedad la epimeleia heautou designaba el conjunto de las condiciones de espiritualidad, el conjunto de las trasformaciones de sí mismo necesarias para el acceso a la verdad: la verdad sólo es dada al sujeto a un precio que pone en juego el ser mismo de éste. En la verdad y en el acceso a ella hay algo que realiza el sujeto mismo, el ser mismo del sujeto, así como también hay algo que le ocurre al ser del sujeto alacceder a la verdad (2004: 33-34).
Apropiarse de sí mismo no es entonces un acto teorético sino comprensivo-existencial: el Dasein se comprende siempre a sí mismo desde su existencia, desde una posibilidad de sí mismo: de ser sí mismo o de no serlo. El Dasein, o bien ha escogido por sí mismo estas posibilidades, o bien ha ido a parar en ellas, o bien ha crecido en ellas desde siempre. La existencia es decidida en cada caso tan sólo por el Dasein mismo, sea tomándola entre manos, sea dejándola perderse. La cuestión de la existencia ha de ser resuelta siempre tan sólo por medio del existir mismo (Heidegger, 2002b: 35). Es en la vida en la que tiene que ocurrir algo, no solamente en los libros…
De aquí que tanto en Foucault como en Heidegger manejan la propuesta de una filosofía diferente, mucho más viva que la tradicional. Si de lo que se trata es de despertarnos, de apropiarnos, de tener inquietud de sí, pues la filosofía no debería de ser un catálogo de categorías que dogmaticen sobre lo humano. Todo lo contrario: la tarea de la filosofía es la de inquietar: la inquietud es lo que es en cuanto contramovimiento opuesto a la tendencia hacia la caída de la vida… La filosofía trata el problema del ser de la vida fáctica y el modo en que este ser es cada vez nombrado e interpretado mediante el discurso. La investigación filosófica en tanto hermenéutica fenomenológica de la facticidad, está obligada a asumir la tarea de deshacer el estado de interpretación heredado y dominante, de poner de manifiesto los motivos ocultos, de destapar las tendencias y las vías de interpretación no siempre explicitadas. La hermenéutica, pues, cumple su tarea sólo a través de la destrucción (Heidegger, 2002a: 44-51).
Había dicho una vez Foucault en una entrevista que le gustaría escribir libros-bomba, es decir, libros que sean útiles precisamente en el momento que uno los escribe o los lee. Después podrían desaparecer… no sin antes provocar estragos.
Bibliografía
Dreyfus, Hubert (1990) “Sobre el ordenamiento de las cosas. El Ser y el Poder en Heidegger y en Foucault. En Michel Foucault, filósofo. Barcelona: Gedisa.
Foucault, Michel (2004) Hermenéutica del sujeto. México: Fondo de Cultura Económica.
_______ (2001) Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós.
_______ (1992) Historia de la sexualidad Volumen 3 La inquietud de sí. México: Siglo Veintiuno.
Heidegger, Martin (2002a). Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica. Madrid: Trotta.
________ (2002b). Ser y Tiempo. Santiago: Universitaria.
Fuente: http://filosofiauruguaya.ning.com/profiles/blogs/inquietudes-heidegger-amp
http://esto-con-eso.blogspot.com/2010/04/inquietudes.html
Publicado por Adriana
URUGUAY. 12 de abril de 2010
Muy interesante, estudio hace tiempo a Heidegger y poco a poco he llegado a Foucault -no por moda- sino porque resulta sumamente enriquecedor en el ámbito político y social. Saludos
Excelente y certero artículo. De la relación entre Heidegger y Foucault, a través de Reiner Schürmann va precisamente mi libro, recientemente publicado: http://www.arenalibros.com/fichas_libros/Ficha_Sujeto_Anarquico.htm?fbclid=IwAR1lVz8r0kKwwisCRm2OPLvdK3zMUaU_uHNXpBVRbPBKjSVJtX_VmbS3184