Se nos acabaron las utopías y tenemos miedo a la identidad, expresa a La Jornada.
El escritor presenta su libro más reciente en la feria del Palacio de Minería.
La Iglesia, institución como de la Edad Media que busca convertirnos en retrógradas, alerta
La depresión, más que la enfermedad de nuestro tiempo, se ha convertido en su símbolo. Sin utopías, esperanzas ni ilusiones, sin Dios, ¿qué es lo que le queda a la humanidad actual sino encontrarse llena de vacío?
Ante ese crudo panorama Ignacio Solares recurrió a los apuntes de su época como estudiante de filosofía, también un tanto empujado por la nostalgia, y emprendió la escritura de un libro en el que confronta esas dudas metafísicas, sobre todo más frecuentes en los años de juventud, cuando el individuo se pregunta acerca de su origen, el sentido de la vida y su destino.
Cartas a un joven sin Dios (Alfaguara) es el título de ese volumen, en el cual el escritor chihuahuense acomete la búsqueda de Dios, para lo cual echa mano de las ideas de algunos de los más importantes pensadores, teólogos y filósofos en la historia de la humanidad, entre ellos San Agustín, Kiekergaard, Sartre, Marx, Freud, Spinoza, Hegel y Santa Teresa.
Por vivir de forma plena
Escrito dentro del género epistolar, con un lenguaje muy accesible y ameno, y dirigido principalmente a los jóvenes, el libro de Ignacio Solares será presentado este sábado en el contexto de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Con ese motivo, La Jornada charló ayer con el autor, quien también es director de la Revista de la Universidad.
Lo que hago en el libro es regresar a la gran pregunta de mi vida: cuál es el sentido de la misma y si existe la trascendencia. En esa interrogante se la juega uno, sobre todo en un momento en el que siento a la juventud muy perdida, desbalagada, desorientada. Uno de los dramas que veo con claridad es que se nos acabaron las utopías, las ilusiones, las esperanzas, apunta Solares.
“En mi época siquiera teníamos la esperanza del socialismo; estaban la Revolución Cubana, el Che Guevara, eran agarraderas; había camino para decir, por lo menos, si no existe Dios lucho por el hombre mismo, pero actualmente impera la desazón.
El signo de nuestros tiempos es la desilusión. Se nos acabó todo. ¿La política? ¡Qué horror!, los muchachos cada vez se alejan más de ella. Esa desilusión es muy preocupante. Los jóvenes están llenos de vacío y eso provoca un problema físico: la angustia, la depresión. Allí está el problema.
Para enfrentar esa depresión y superarla, recomienda no luchar contra ella con ansiolíticos, antidepresivos ni cuanto fármaco más se invente, sino asumirla como parte de este mundo, y así poder salir de ella.
Finalmente, a lo que apuntamos es a algo muy sencillo: vivir de forma plena. Una de las cosas que más te pueden ayudar es saber que eres un ser único y cada quien puede hacer de sí lo que quiera, agrega.
“Podrás después transformarte en un querubín, un ángel o un demonio con tridente, pero por lo pronto, aquí en la Tierra, eres un ser único, y es muy particular, darte cuenta de la unicidad.
“Allí es donde empieza a plantearse el problema de la pregunta, porque muchas veces lo que los jóvenes encuentran como solución es lo más peligroso: perder la identidad.
Es decir, volverte gregario, integrarte a grupos en los cuales uno deja de ser quien es, eso que Erich Fromm llamó miedo a la libertad y nosotros podríamos llamar miedo a la identidad, a la propia, que es algo terrible, porque entonces lo que quieres es que alguien te diga lo que debes hacer, qué pensar, qué no pensar, qué creer o qué no creer. Ese es uno de los peligros gravísimos, sobre todo de la Iglesia Católica, que es la que conozco.
Enfatiza: El problema es que siento que la Iglesia católica es inhumana y estoy en favor del humanismo. Por eso no puedo estar con ella.
Más humanista que religioso
–¿Cree en Dios?
–Es un poco lo que me sucede en el libro: creo que hay algo más. El problema de Dios, como término, es que es una palabra muy gastada. La palabra Dios ya te refiere a una serie de planteamientos directamente religiosos. Por ejemplo, detrás de Dios está el fanatismo, están las iglesias, están los prejuicios, los estigmas, las grandes barbaries, y en nada de eso creo.
¿En qué clase de Dios creer? ¿El castigador o el bondadoso? Por eso me considero más cristiano, porque considero que Cristo es un mediador entre el hombre y algo más, si es que lo hay. Por eso creo más en su figura, porque si hay una figura humana en ese sentido es Cristo.
Ignacio Solares se define más como humanista que como persona religiosa. Precisa que el aspecto religioso es inherente a su vida, por haberse formado con los jesuitas. Básicamente, me preocupa más la situación del ser humano que la existencia de un ser superior y, sobre todo, creo que si existe algo, está en relación directa con nuestro trabajo hacia él.
Para concluir, sostiene que en Cartas a un joven sin Dios hay una crítica abierta a la Iglesia: “Hablo de que Dios se salió de las iglesias y que si regresara Cristo a la Tierra, así como en El gran inquisidor, lo volverían a crucificar, porque sería el gran enemigo de la Iglesia actual.
“En ese sentido, sí creo que son absolutamente inaceptables los postulados de la Iglesia. Es una institución como de la Edad Media, y sobre todo queriendo volver al ser humano un retrógrada, después de todo lo que hemos sufrido para lograr que la ciencia nos dé una nueva luz.
Relaciono a Dios, más que con las iglesias, con la ciencia. Creo que él está más en el científico que trabaja con el microscopio que en el obispo, y mucho menos en el arzobispo (primado) de México. Es un hecho, Diosnada tiene que ver con él.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/02/21/index.php?section=cultura&article=a03n1cul
MEXICO. Sabado 21 de febrero de 2009