A finales del siglo XIX y con cierta base en el evolucionismo darwinista Friedrich Nietzsche preconizó el advenimiento del “Superhombre”(Übermensch) como especie más perfecta que habría de superar al Homo Sapiens, al que consideraba como un “animal enfermo” y decadente. El escritor inglés Aldous Huxley ironizó en su novela “Un mundo feliz” (1932) sobre una sociedad futurista donde los niños nacerían programados según un sistema de castas predeterminadas. Películas de ciencia ficción como “Gattaca” (1997) han descrito un futuro distópico donde se discrimina a los humanos “naturales” frente a los diseñados por ingeniería genética, mientras que en el año 2000 el filósofo Peter Sloterdijk formuló el llamado “Proyecto Zaratustra”, de obvia raigambre niertzscheana, en el que planteaba el mejoramiento de nuestra especie por medio de la biotecnología, tras el fracaso secular del humanismo.
En la actualidad ya es factible modificar cualquier genoma gracias a la técnica CRISPR-Cas9, también denominada “edición genética”, con la que pueden eliminarse secuencias del ADN y sustituirlas por otras que se estimen preferibles. Esta tecnología, de aplicación en plantas y animales, hace también concebir esperanzas de erradicar enfermedades congénitas en humanos, y de su importancia da idea el hecho de que las científicas que la desarrollaron, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, recibieron en 2020 el premio nobel de Química por su descubrimiento. Conocida coloquialmente como “el corta y pega genético”, es la misma que fue utilizada en China por el doctor He Junkui para modificar el genoma de tres niñas, dos de ellas gemelas, en 2018. Con ello se dio inicio a una revolución capaz de afectar no sólo a la ciencia, sino también a la sociedad y a la propia naturaleza humana, al abrirse la puerta a una forma avanzada de eugenesia, es decir, a la selección -e incluso producción- artificial de humanos con cualidades físicas o intelectuales “mejoradas” por medio de la manipulación genética. No obstante, las críticas casi universales al audaz experimento por su falta de ética -al haberse efectuado de un modo precipitado, en ausencia de una auténtica necesidad médica y sin consenso científico ni garantías de viabilidad suficientes-, contribuyeron a que el gobierno chino ordenara oficialmente interrumpir tales prácticas. El doctor Junkui acabó encarcelado e inhabilitado para ejercer su oficio; sin embargo, poco se sabe de la evolución de las tres niñas afectadas, y por lo demás reina un silencio general en el planeta acerca de la posibilidad de que nuevas investigaciones sobre edición genética en humanos se estén llevando a cabo.
A lo dicho anteriormente se añade el auge creciente de una corriente de pensamiento, el transhumanismo, que apoya y promueve la superación de la humanidad actual con ayuda de la tecnología ( en particular, de la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la robótica y la biomecánica) buscando no solo eliminar enfermedades y alargar la vida, sino también potenciar cualidades mentales o corporales más allá de sus límites ordinarios, lo que podría dar lugar a una suerte de Superhombre nietzscheano, aunque no generado por selección natural sino por medios científico- técnicos. Experimentos como el de Junkui alientan la expectativa transhumanista de que en un futuro próximo se llegue a “perfeccionar” cualquier rasgo hereditario, tanto físico como intelectual.
Pero hay al menos dos graves inconvenientes: en primer término, la capacidad de una edición genética desregulada para alterar el patrimonio biológico común, con el riesgo de provocar una escisión de la humanidad en variantes o “castas” de carácter innato, y por lo tanto de liquidar de forma irreversible la igualdad esencial del género humano. Y en segundo lugar: la juventud de nuestra especie, que, como ha destacado Toby Ord, la hace poseedora de un potencial natural que aún está por desarrollar y que merece ser preservado. La tecnología puede ayudarnos a mejorar nuestra situación vital y a superar condicionamientos anquilosantes, pero no debe suplir a la iniciativa humana en la búsqueda de una sociedad más justa y de una vida más plena.
Notas
Fuente: https://www.elprogreso.es/opinion/pedro-feal/superhombre/202207201535051590326.html
23 de julio de 2022. ESPAÑA