Hacer(se) presente

Se dice popularmente que para no vivir agobiado con lo pasado ni ilusionado vanamente con el futuro, hay que vivir el presente; estar aquí y ahora. Desde luego, no es posible dejar de estar siempre en un “aquí y ahora” porque éste es el horizonte desde el cual se articula la propia existencia.
Se despliega la vida de cada uno en una circunstancia, esto es, en un determinado tiempo y en un determinado lugar; en un aquí y ahora. Se vive en presente, lo cual quiere decir que cada hombre hace el presente con su presencia ante el mundo; encara lo que se presenta ante sí en cada situación vital que se encuentre . Estar aquí y ahora es la manera natural en la que el género humano abarca lo real y lo transforma en mundo, en su mundo. Esta idea no es novedosa, pues ya Kant ha señalado con su revolución copernicana, que el mundo, es decir, el conjunto de fenómenos que se presentan ante cada individuo, es el producto que la razón ejerce sobre aquello que se encuentra fuera de uno mismo. Las cosas, tal y como son, nunca se presentan “puras” sino que es la racionalidad la que imprime su sello en lo externo y lo torna comprensible para el hombre. De este modo, lo que se presenta ante cada sujeto no es la realidad en sí, sino el mundo de los fenómenos que la razón puede re-presentar mediante sus estructuras. La representación es una literal expresión del ser humano, pues proyecta lo que no es él mismo gracias a su forma de ser, constituida –si acaso– por la estructura racional que Kant describió a lo largo de susCríticas.

De manera que el hombre hace presente ante sí todo aquello que por sí mismo no puede presentarse porque carece de expresión. La expresión es la introyección y proyección de lo que circunscribe al hombre. El ser humano es un constate fluir que va de lo interno a lo externo y viceversa; por esta razón es un ser abierto, o sea posible, que con-forma su ser siendo de diversos modos. Actualiza, aquí y ahora, lo que él no es pero puede ser y, de esta forma, va tejiendo su propia existencia dejando tras de sí una historia con la que vive en el presente y encamina su futuro. La naturaleza, en cambio, persiste en su ser, lo cual quiere decir que propiamente carece de tiempo y, por tanto, no posee “presente” ni “pasado” o “futuro”; por consiguiente, tampoco es posible afirmar que los entes de la naturaleza están presentes, porque requieren de alguien que los presencie para ser captados en un aquí y ahora: el presente se presenta con la presencia del hombre.

En el presente no se extingue el pasado ni se espera (porque aún no llega) el futuro. Se habla de pasado y futuro porque ya están presentes en el presente. Lo que le ha pasado al hombre no deja de ser en la actualidad; pues aquello que posibilitó ser como se es, está ínsito en el propio ser actual. Por esta razón, la historia tanto colectiva como personal, dan forma a la manera de ser de cada quien en este momento. El ser trae consigo lo que ha sido, nada se pierde en el olvido, como dice Nicol . Por su parte, el futuro es siempre la proyección de lo que el hombre puede ser más adelante. Puesto que se puede ser de tal o cual modo, el futuro representa la libertad del hombre para moldear su ser, deviniendo lo que quiere y puede ser. El porvenir siempre permite la elección. Es merced al futuro, entonces, que puede decirse que la vida tiene sentido porque posee la posibilidad de adquirir la forma que el individuo pueda darle. Una vida sin elección no tiene sentido porque no existe la posibilidad de elegir hacia dónde se quiere ir o cómo se quiere llegar al final. En la vida humana, el único fin certero es la muerte, pero cómo se llegue a ella es lo que da la pauta para darle un sentido a la vida. Los hombres nunca mueren de la misma manera.

El presente es expresión humana. Mediante el logos (que es razón y palabra), el ser humano re-presenta lo que se le presenta. Al llevar a cabo esta acción, al mismo tiempo, trae a la presencia al logos mismo que se hallaba ausente antes de la aparición del género humano. El ser, es decir la realidad, habla de sí mismo cuando el hombre, que es parte de lo real, se expresa y habla de lo que es él mismo y de lo demás: el ser habla de sí mismo a través del hombre. A nivel interpersonal, el logos funge como lazo comunicante entre los individuos. Es la palabra el medio que le permite al individuo presentarse ante el otro haciendo presente lo otro, esto es, se genera la comunicación con alguien más, hablando de un objeto o una circunstancia común. La palabra se ofrece al interlocutor, es un presente que presenta lo común. En la expresión se actualiza todo aquello que ha sido el individuo, se expone de manera única e irrepetible lo que se presenta en el aquí y ahora de cada quien, y se presenta el modo particular de ser de quien expresa. La expresión es la potencia actual del hombre donde se hace presente la forma de ser del individuo.

El presente es el tiempo del hombre. Sin el ser humano, las cosas no pueden presentarse unas con otras. El presente no es un momento que se encuentra, de suyo, en el universo. Es porque el hombre está presente en el cosmos que el presente acontece y, en ese instante, presenta todo lo que puede captarse desde un aquí y un ahora. Todo presente supone un “ante quien”. Sin ser humano, no habría quien pudiera presenciar lo que el ser es. El presente es, pues, el resultado de la aparición de un ser capaz de presentarse y re-presentar. Es el instante que unifica lo pasado y lo proyecta hacia el futuro. El presente es, en suma, vida humana que conjunta lo que el hombre es con lo que no es.

1 Se emplea en este caso la noción de “situación vital”, siguiendo al filósofo catalán-mexicano Eduardo Nicol, para quien el hombre se halla siempre bajo una circunstancia que reúne las determinaciones que lo afectan (la naturaleza, la sociedad, la economía, etc.), el azar de lo imprevisto en su existir y su carácter que es la libertad para enfrentar tanto las determinaciones como el azar. Dichas circunstancias son denominadas por Nicol “situaciones vitales”. Cf. Eduardo Nicol. Psicología de las situaciones vitales. 2ª Ed. México: FCE, 1996. Passim.

2 Afirma Nicol: […] El ser tiene memoria ontológica. La palabra memoria designa aquí figuradamente el ser acumulado en el proceso temporal de la existencia.
El hombre se expresa a sí mismo con integridad en cada expresión concreta, porque en su presente actual está comprendido su pasado como algo presente en el acto mismo. […] La existencia humana no es el decurso temporal de un ser ya completo inicialmente. Por esto el recuerdo reactiva el pasado. El sentido existencial que tiene la facultad psíquica llamada memoria no es el de permitir una especia de balance del ser pasado, que resultaría siempre negativo: reflejaría la pérdida de ser que sufrimos avanzando hacia el fin. A medida que nuestra potencia de ser disminuye, trataríamos de compensar la mengua con la evocación de lo que fuimos, y dejamos ya de ser. Pero la re-presentación de la existencia pasada no es ese intento nostálgico de recuperar lo que ya no es. Nunca vuelve lo que sucedió; pero lo que fue sigue siendo. Hay mengua e incremento. El hombre carga su pasado, lo recuerde o no.
[…] El ser no olvida. (Eduardo Nicol. Metafísica de la expresión. 2ª Ed. México: FCE, 2003, p. 191).
MEXICO. 6 de febrero de 2010

3 comentarios Hacer(se) presente

  1. Sixto

    LA RAL METAFISICA

    Se puede decir que se ha unificado casi por completo el criterio adquirido con relación a la “filosofía” contemporánea. El nuevo orden al respecto se difundió como un manto copando cualquier espacio, casi sin dejar nada a la matriz. ¿Por qué progresó a tal punto la mentira? ¿Se trataba, acaso, de la bajada de la montaña, el descenso del hombre? ¿Por qué el hombre se olvidó del Espacio, habitáculo de la sustancia metafísica, y manejó otros conceptos, errados, considerándolos adecuados, legítimos, para el conocimiento de la filosofía? (Nada de esto es filosofar; simplemente estamos aclarando algunos asuntos referente a ambos casos. Metafísica y Filosofía son otra cosa). El hombre debía escoger entre la vida y la muerte, y escogió la muerte. ¿Por qué no continuó con la vida? ¿Sería por falta de merecimiento? ¿En qué instante se despierta el interés por cruzar la barrera de lo nomotético a fin de toparse con lo vedado a los hombres? ¿Qué necesita el hombre para adquirir este derecho, el de conocer lo guardado celosamente? ¿Por qué hay tanto desperdicio de energía, es decir de hombres? ¿Será que la verdad es lo otro, o sea la muerte? ¿Será que se necesita de la existencia de un mundo para recoger apenas una pequeña parte de positrón, la sustancia? ¿Cuántos millones de toneladas de materia prima se lanzan diariamente al mar? ¿Cuál es la razón de tanto desperdicio? ¿Por qué no se ve esto, si es oro? ¿Qué gracia tiene trabajar de balde, ser esclavo, pudiendo no serlo? Se considera que la felicidad está en la esclavitud, siendo lo contrario: ésta es causa del dolor. Si la verdad es la muerte, por qué se permitió el descubrimiento de la Metafísica, fuente de la vida? ¿Por qué no se permite la expansión de la Metafísica? ¿Quién interviene para que la vida no prospere? ¿Quién induce a que prospera la muerte, a que se implante el nuevo orden, el de la “filosofía” contemporánea? ¿A quién le interesa que la Tierra se cubra de dolor disfrazado con la seudofelicidad? Alguien o algo se alimenta con la muerte-seudofelicidad del hombre. Alguien o algo se lleva al hombre, ¿hacia dónde? Alguien o algo deja al hombre por fuera del sepulcro; manteniendo “vivo” el cuerpo a fin de que siga produciendo lo contrario al positrón. Alguien o algo se lleva a pedazos el alma del hombre. Alguien o algo se instala en el hombre y lo ayuda a difundir la violencia, vista la cual como única salida para implantar el nuevo orden. Entonces comienza la segunda etapa; la primera fue la del engaño, la de la figura de la termita. La segunda etapa es la de la descomposición total de la masa. La tercera etapa es la última: la de la locura total: la muerte luchando contra los muertos…; y lo peor de todo: luchando por seguir muriendo: razón de ser de la seudofelicidad ofrecida por la “filosofía” contemporánea.

    ¿Qué hizo más daño a la humanidad, la “filosofía” contemporánea, la Bula Extirpanda, lasdos Guerras Mundiales, la Bomba Atómica, sin referirnos solamente a las que cayeron sobre Japón, sino la creación de la Bomba en sí? Obviamente la “filosofía” contemporánea, pues de ésta nacieron las otras desgracias; es la madre del mal; todo lo que vaya contra la Metafísica, va contra el bien, contra la vida, las dos vidas de que todo hombre debe disponer en todo momento: la vida del cuerpo y la del positrón.

    Algunas personas se dan a la tarea de meditar y extraer de su interior algunas informaciones (recordemos que la mente es como un río por donde fluye infinidad de información; a mayor limpieza de la mente, mayor extracción de datos). Pero la información puede ser distorsionada o correcta, dependiente, precisamente, de la limpieza del mundo mental. Sin embargo algunas de estas personas consideran filosofía esta recopilación de datos relacionados con la mente misma y demás fenómenos inherentes al alma, a Dios, al espíritu y a otros tipos de conocimientos “ocultos” pero que no están relacionados con la Metafísica; ejemplo de esta clase de conocimiento nos lo da, entre muchos “filósofos” racionalistas, Spinosa con las siguientes ideas, en su “Etica demostrativa según el orden geométrico”: “El orden y conexiones de las ideas es lo mismo que el orden y la conexión de las cosas.” “Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa para formarse.” “Si se dieran varias sustancias distintas, deberán distinguirse entre sí (…). La sustancia es por naturaleza anterior a sus afecciones.” “La infinitud de Dios implica que no puede haber otras sustancias: todo es en Dios, y si él fuera distinto de la naturaleza y de los otros ‘seres’, entonces no sería infinito (…). Los seres finitos, incluidos los hombres, son modos de Dios (…). Las mentes finitas son modos de Dios bajo el atributo del pensamiento, y los cuerpos finitos son modos de Dios bajo el atributo de la extensión. La naturaleza no es antológicamente distinta de Dios, porque éste es infinito y ha de comprender en sí mismo toda la realidad.” Todo esto es verdad. Pero nada de esto pertenece a la Filosofía, y mucho menos a la Metafísica. Apartándose aún más de la Filosofía, Spinosa también dice: “La sustancia es la realidad, que es causa de sí misma a la vez que de todas las cosas.” Tanto la Filosofía como la Metafísica son otra cosa. Spinosa simplemente extrajo algunas ideas preliminares comunes en las personas inquietas pero que apenas están en ese proceso de “entrar” o no “entrar” en los terrenos verdaderos de la Filosofía; es posible que “entren” (estas personas inquietas); pero es posible que no “entren” jamás; todo depende de la limpieza de la mente, y esto requiere de mucha disciplina. Se puede decir que el trabajo de Spinosa y de otros de su mismo nivel, corresponde a etapas anteriores a la Filosofía, algo así como los primeros pasos para llegar al pie de la Filosofía, siendo ésta, a su vez, la antesala de la Metafísica. Dentro de este marco de ideas podemos elaborar el siguiente esquema a fin de posesionar en su orden a los filósofos, a los “aspirantes” a filósofos, a los antifilósofos o “filósofos” racionalistas, que escogimos para este fin: en Metafísica: Aristóteles; Kant. Filósofos: Nietzsche, Goethe, Hesse (algunos otros, muy pocos). Luego vienen los del tipo de Kalil Gibrán, Juan Ramón Jiménez (el de Platero y yo), y otros, un poco más abundantes que el grupo anterior. Después vienen los del tipo de Spinosa. Los antifilósofos, encabezados por Descartes, Leibniz, Krause (el masón), no califican para colocarlos en esta lista.

    Según Spinosa, “el hombre está determinado por leyes universales que lo condicionan mediante la ley de la preservación de la vida.” Cierto. Pero esto no es Filosofía. Esta idea la encontramos en el siguiente fragmento del libro “Diálogos con el Dios inventado”: “… Después se le ocurrió hacer uno con calma, despacio, con poca sangre; a fuego lento, porque en la intensidad del fuego estaba el peligro; el agua no debía hervir jamás; poca sal, poco azufre, mucho aceite, poca miel, poco vino, algo de madera molida, algo de tierra. Seguidamente le puso los sentimientos, acomodándoselos en idéntica forma a instalar cuerdas a marionetas. Así no existía la más mínima posibilidad de que hiciera las cosas sin su consentimiento o de no ser él quien tomara las decisiones, continuado él con las normas establecidas en el sentido de no tener ningún ser humano la capacidad de manejarse solo, de tomar caminos ajustados a la mecánica del universo… Todo lo hacía él, al hombre no lo dejaba hacer nada; sería fatal si sus movimientos no los manejase él… De esta manera los hizo, colocándoles por último los ojos, por donde ambos, él y ellos iban a observar. Luego, al ponerlos de pie, les dijo: “Anden”, y ellos comenzaron a caminar como caminan los dioses. Al primero de estos seres humanos le puso por nombre Craida Jitoma.”

    Desde siempre se nos hizo creer que Descartes y Leibniz y otros eran filósofos. Mentira, no lo son, no lo fueron. La Filosofía es otra cosa, algo más serio. El “Discurso de Metafísica”, de Leibniz, no tiene nada en común con la Metafísica; es como pretender dividir aplicando el método para sumar.

    Veamos otro concepto errado de Metafísica expuesto por Descartes: “Advierto también que el espíritu no recibe inmediatamente la impresión de todas las partes del cuerpo, sino sólo del cerebro, o acaso mejor, de una de las partes más pequeñas, a saber, de aquella en que se ejercita esa facultad que llaman sentido común, la cual, siempre que está dispuesta de un mismo modo, hace sentir al espíritu una misma cosa, aunque las demás partes del cuerpo, entretanto, puedan estar dispuestas de manera distinta, como lo prueban innumerables experiencias, que no es preciso referir ahora (…). ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser esas solas verdades, que niega todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas –aún contra su voluntad- y que siente también otras muchas, por medición de los órganos del cuerpo?” Esto no es ni sombra de Metafísica; esto es un trabajo físico, como todos los trabajos realizados por dicho personaje. A esto debieron llamarlo con otro nombre, menos Metafísica.

    Cuando nos hicieron creer tales cosas, ¿cómo íbamos a creer que todo había sido un engaño? Estos eran científicos, mas no filósofos. Y pensar que sobre éstos se levantó la “filosofía” contemporánea. ¿Qué puede pensarse de ésta?; que es una seudofilosofía. Todo lo escrito por Descartes, Leibniz, Krause, Spinosa y otros, debe tener otro nombre, menos filosofía ni Metafísica. Cuando Leibniz escribe en su tratado de metafísica: “Jesucristo ha descubierto a los hombres el misterio y las leyes admirables del reino de los cielos y la grandeza de la suprema felicidad que Dios prepara a los que lo aman…”, está diciendo lo que puede decir cualquier fanático religioso; está demostrando ser uno más entre los incautos. Esto no es Metafísica. Es un comportamiento ciego; así, se acoge a normas dispuestas por otro; el filósofo no se acoge a normas de otros filósofos; el filósofo debe ser partícipe de las normas emanadas directamente de la fuente. La otra acción es radicícola, improductiva.

    En Metafísica tenemos el caso de los elementos encargados de conducir el producto hacia determinado lugar; como también deben velar por todo lo relacionado con el proceso de licuefacción de dicho componente. Estos personajes o elementos deben mantener la unidad entre ellos; el trabajo debe ser en equipo; entre ellos no debe asomarse la discordia, el inconformismo, y mucho menos el interés por apropiarse lo ajeno; debe existir la armonía y el entusiasmo en la tarea desarrollada. Esto se conoce como la unidad. No deben odiarse; todo lo contrario: debe existir entre todos un amor de hermanos. En Metafísica, esto se conoce como el primer dictamen. Sin tener de esto la más mínima idea, los antifilósofos pretendieron aplicar este proceder en el plano físico, comenzando con llamarlo sociabilidad; grandes alianzas para el desarrollo y ordenamiento de la sociedad. Uno de los impulsores de estos conceptos fue el antifilósofo Carlos Cristiano Federico. La idea no era mala, naturalmente. Sin embargo era como pretender colocarse un vestido fino sobre un cuerpo andrajoso. El socialismo verdadero es Metafísico; en el mundo físico se le llama socialismo a algo que solamente existe en teoría. Es imposible el socialismo si no se parte del plano metafísico: el mal está adentro; si se destruye el mal en los individuos, puede conseguirse algo. Ahora, la cura es individual, y se conoce como la autocuración; aquí, nadie cura a nadie; nadie libera a nadie; los libertadores no existen, no han existido jamás; libertador es uno mismo de sí mismo. El Libertador es un elemento metafísico. Hay que buscarlo adentro, en la sustancia.

    Para modos de hacernos entender, a fin de poner las cosas en claro en cuanto a ciertos giros utilizados por algunos filósofos en el manejo de expresar la Filosofía y la Metafísica, vamos a recurrir a Aristóteles a manera de guía, siendo éste el más indicado.

    El estilo empleado por dicho filósofo se prestó para crear confusiones en los críticos, dando esto como resultado el debacle en la actualidad. En tiempos de Aristóteles y Platón, rara era la persona que no daba para interpretar la filosofía y la Metafísica, y por ende el estilo de cada filósofo. Aristóteles dice: “La mayor parte de los primeros que filosofaron, no consideraron los principios de todas las cosas, sino desde el punto de vista de la materia…” (Antes de continuar con la idea inicial, nos vemos en la necesidad de aclarar que “materia” en Metafísica es un concepto “aparte” de la sustancia, buscando con esto atribuirle una noción de base sólida, sin ser así “del todo”, esto con el fin de poder ubicar con mayor claridad a los elementos. Esta “materia” también es la tierra). Si tomamos literalmente esta expresión de Aristóteles, la desmontamos del concepto metafísico, dejándola como un juicio físico, proceder de los críticos modernos. Estos no supieron nunca que, como primera medida, se hizo común el uso de nombres de algunos personajes a fin de “adornar” o “enriquecer” el estilo, sin que dicho personaje hubiera dicho tal cosa, y si lo dijo y se lo usó, esto no era considerado determinante. Los nombres de estos personajes más antiguos, como Homero, Tales, Epícuro y otros, naturalmente, se los llegó a considerar de uso público; se convirtieron en símbolos. Cuando Aristóteles se refiere a Tales, a Platón o a Homero, no está pensando en la persona en sí, sino en la figura de ésta, en el sentido de que ésta se ha vuelto universal y necesaria; son patrones de conducta. Cuando Aristóteles dice: “Tales, fundador de esta filosofía, considera el agua como primer principio. Por esto llega hasta pretender que la tierra descansa en el agua…”, no se está refiriendo a Tales, sino a sí mismo. Se trata de un recurso literario de mucha fuerza utilizado, como dijimos antes, por algunos filósofos. La idea que se tiene de algo no se la atribuye a sí mismo, sino que la imputa a “otro”. Esto con el fin de darle más “veracidad” a la percepción, no en él, sino en el lector; pues él está seguro, y de hecho es cierto, de que la tierra, en Metafísica, se mantiene sobre el agua la mayor parte del tiempo. Si se es filósofo, no tiene espacio para contradecir a otro filósofo, pues, en este caso, los juicios son exactos en todos; contrario a lo ocurrido entre los antifilósofos. Cuando leemos que Platón critica o contradice a Homero, no lo hace en términos reales, sino en busca de soportes literarios, estilos… Traigamos a colación un ejemplo al respecto: “Un hombreque está persuadido de que el otro mundo es horrible, ¿podrá dejar de temer la muerte? ¿Podrá preferirla en los combates a una derrota y a la esclavitud? –Eso es posible.- Luego nuestro deber es estar muy en guardia respecto a los discursos que tengan esta tendencia, y recomendar a los poetas que conviertan en elogios todo lo malo que dicen ordinariamente de los infiernos, con tanto más motivo cuanto que lo que refieren ni es verdadero ni propio para inspirar confianza a los guerreros. –Sin duda.- Borremos, pues, de sus obras todos los versos que siguen, comenzando por los siguientes: ‘Yo preferiría la condición de labrador al servicio de un hombre pobre, que viva del trabajo de sus manos, a reinar sobre la multitud toda de los muertos.’ Y estos: ‘No descubrió a las miradas de los mortales y de los inmortales esta estancia de tinieblas y de horrores, temida por los dioses mismos’. Y después: ‘¡Ay de mí!, en la estancia de Plutón aun nos queda una alma y una imagen, pero privada de todo sentimiento’. Y también: ‘El sólo piensa; los demás son sombras errantes’. Y éstos: ‘Su alma, al salir del cuerpo, desciende a los infiernos, llorando su destino y echando de menos su fuerza y su juventud’. Y También: ‘Su alma, como el humo, se sume bajo la tierra dando gemidos’. Y, en fin: ‘Como los murciélagos, que en el fondo de un antro sagrado revolotean dando chillidos, cuando uno de ellos ha caído de la roca, y se enganchan los unos a los otros, así las almas se ligan y enlazan dando gemidos’. Conjuremos a Homero y a los demás poetas a que no lleven a mal que borremos de sus obras estos pasajes y otros semejantes. No es porque no sean muy poéticos y que no halaguen agradablemente al oído del público; pero cuanto más bellos son, tanto son más peligrosos para los niños y para los hombres, que, destinados a vivir libres, deben preferir la muerte a la servidumbre. –Tiene razón.- Borremos también estos nombres odiosos y formidables de Cocito, Estigia, Manes, Infiernos y otros semejantes, que hacen temblar a los que los oyen. Quizá tienen su utilidad para otro objeto; pero es de temer que el horror que ellos inspiran enfríe y debilite el valor de nuestros guerreros.” Platón reconoce estos términos como elementos fijos en la escena, “reales”; no puede él, desde ningún punto de vista, “suprimirlos”; no puede; al filósofo le es “imposible”, pues entiende que allí estarán por siempre, si una vez se los “toca”, se vuelven indestructibles; son como la sustancia, eternos. Si plantea esa “posibilidad” es buscando poner en claro, en sí mismo, estos juicios; la experiencia le ha dado para esto, sobre el trabajo arduo, sobre las dificultades a enfrentar cuando se incursiona en los terrenos más fatigosos, de cuestas más pronunciadas, casi perpendiculares, llevando esto a los extremos de la fatiga como consecuencia de hacerse más pesada la carga: a menor distancia de la meta, más carencia de fuerza, de voluntad; mayor potencia en la sustancia. A esto se refiere Platón cuando dice: “No descubrió a las miradas de los mortales y de los inmortales esta estancia de tinieblas y de horrores, temida por los dioses mismos.” Queremos aclarar, de paso, que la Metafísica se halla inserta, de manera sutil, en la escena filosófica; siempre es así. Cualquier filósofo, si lo deseara, podría escribir en forma metafísica cualquier escena filósofica; solamente necesita “colar” las ideas para darles la otra forma…

    En este caso la debilidad se manifiesta en él; percibe ese temor por enfrentar todas esas situaciones. Cuando se refiere a conjurar a Homero y a los demás poetas (filósofos) a que no lleven a mal que se borre de sus obras estos pasajes…, no se está refiriendo a la persona Homero, sino que se está dando fuerza a sí mismo al quitarse esas ideas de la cabeza, las relacionadas con incursionar, si quiere llegar a la meta, en esos terrenos tenebrosos. Si no se las quita, puede fácilmente “recurrir” a los contadores (los antifilósofos creyeron que este concepto se refería específicamente a las matemáticas, por tal razón se volvieron matemáticos). Aristóteles llama “seres matemáticos” a la toma de esta decisión, a la de claudicar frente a la presión de la espiral recogiéndose hasta sus límites de resistencia. Al hecho de tomar la decisión de claudicar, se refiere Platón a la siguiente reflexión: “Yo preferiría la condición de labrador al servicio de un hombre pobre, que viva del trabajo de sus manos, a reinar sobre la multitud toda de los muertos.” Esta reflexión tiene infinidad de respuestas o significados, todos metafísicos, naturalmente. Una de éstas la encontramos en un tratado de Metafísica de mucho manejo, sin que se considere de este orden: “Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que entre un rico en el reino.” La condición de los muertos, en ese caso, se da a partir del momento en que la sustancia ocupa todos los espacios, alcanzando el límite de su resistencia, relacionándose esta circunstancia con el de la maduración total de las frutas, donde, a partir de dicho estado, no hay más producción; peor aún, se altera el proceso: todo comienza a pudrirse.

    Aplicando el mismo procedimiento, Kant dice: “Aunque naturalmente no podía suceder de otro modo, es bastante curioso que los hombres, en la infancia de la Filosofía, comenzaran por donde ahora nos parece preferible terminar: el estudio del conocimiento de Dios, primero, y de la naturaleza o bien la índole del mundo.” Estos hombres en la infancia de la Filosofía no son personas fuera de Kant; se refiere a sí mismo en sus inicios como filósofo; eso es todo: Cualquier filósofo sabe esto, lo de este manejo de conceptos.

    Con relación a esto, Nietzsche dice: “Después de haber escudriñado largo tiempo en los filósofos, de leerlos entre líneas y de observar todos los rasgos de sus manos…” No se refiere a haber escudriñado a ningún otro filósofo, sino a sí mismo. ¿Iba él a escudriñar las manos de otras personas?, ¿acaso él era quiromántico?

    Vamos a aclarar un fragmento del libro “La República”, explicando por qué todos los libros de Platón corresponden a la Metafísica y no al plano físico: “Fui ayer al Pireo con Glaucón, hijo de Aristón, para dirigir mis oraciones a la diosa y ver cómo se verificaba la fiesta que por primera vez iba a celebrarse. La pompa de los habitantes de aquel punto me pareció muy preciosa; pero, a mi juicio, la de los tracios no se quedó atrás. Terminada nuestra plegaria, y vista la ceremonia, tomamos el camino de la ciudad. Polemarco, hijo de Céfalo, al vernos desde lejos, mandó al esclavo que le seguía que nos alcanzara y nos suplicara que le aguardásemos. El esclavo nos alcanzó, y, tirándome por la capa, dijo: ‘Polemarco os suplica que le esperéis.’”

    En la narración anterior, Sócrates es un personaje de la escena (como en cualquier otro trabajo metafísico donde se lo nombre), es el narrador. El escritor de “La República” y de la serie “Diálogos” es una cosa, Platón es otra. El escritor de dichos libros es el creador del nombre Platón, de Sócrates y del resto de personajes; siendo Platón (al igual que Aristóteles) quien aparece como el escritor de dichos trabajos. Ya estaremos, en otra oportunidad, aclarando este punto sobre Platón. En “Apología de Apolo” aclaramos lo correspondiente a la verdadera identidad de Aristóteles.

    Estos personajes, como dijimos antes, corresponden a elementos de la sustancia. Este proceso lo llama Platón fiestas religiosas, pompas, procesiones. Platón aclara aquí el hecho de que el proceso (procesión o pompa) continúa, sigue su curso mientras se “desarrollan” otras escenas alternas; en este caso la decisión de Sócrates de tomar camino a la ciudad en compañía de sus amigos. Este cambio de circunstancias, el de salirse Sócrates de la procesión, señala una quietud momentánea en la sustancia (las acciones en la sustancia muestran la escena filosófica). Sócrates representa la sustancia. Procesión es el desarrollo en la sustancia, de donde sale Sócrates. Esta parte, esta aparición de Sócrates en Metafísica, naturalmente, es vista por Aristóteles de la siguiente manera: “Estas son las sustancias sensibles, y todas las sustancias sensibles tienen una materia: el sujeto es una sustancia, ya se le considere como materia, y por materia entiendo lo que es en potencia tal ser determinado, pero no en acto; ya se le considere como forma y figura del ser, es decir, esta esencia que es separable del ser… (…). Y así creen, que nada nace ni perece verdaderamente, puesto que esta naturaleza primera subsiste siempre; a la manera que no decimos que Sócrates nace realmente, cuando se hace hermoso o músico, ni que perece, cuando pierde estos modos de ser, puesto que el sujeto de las modificaciones, Sócrates mismo, persiste en su existencia…” Es decir, Sócrates es la sustancia.

    Cuando Platón dice: “Y ver cómo se verificaba la fiesta que por primera vez iba a celebrarse”, se refiere a la primera celebración de las fiestas en un nuevo orden, tal como es usual en el inicio del proceso. En este lapso de tiempo, en el cual la sustancia se encuentra en reposo, Sócrates se halla en paz. Sin embargo esta quietud dura poco, pues Polemarco (otro elemento de la sustancia), al ver a Sócrates a lo “lejos”, le manda un esclavo. Este esclavo tiene vínculo directo con el reinicio del movimiento de la sustancia. Esto escrito por Platón es Metafísica (también es filosofía, naturalmente); no es historia física; es un proceso dentro de la sustancia. Así es esto; así no se crea. Al aclarar esto escrito por Platón y Aristóteles, no estamos filosofando, que quede eso bien claro; lo que se escribe o se dice con respecto a algún trabajo filosófico realizado por algún filósofos, no es filosofar.

    Sócrates se refiere a su asistencia a una fiesta religiosa en honor a la diosa o reina Bendis; a ésta, Sócrates le rinde oraciones. De esta escena filosófica se le dio origen a las fiestas religiosas en las iglesias del plano físico. Fiestas de todo tipo, llegándose inclusive, y de hecho aún se acostumbra en algunos lugares, a incluir los carnavales como fiestas religiosas. Ya estaremos explicando, en otra oportunidad, por qué los carnavales son fiestas religiosas. Esta actitud de fiestas en las iglesias se llevó a los extremos de lo absurdo y lo sin sentido, al darse el hecho de quemar pólvora y todo tipo de artefacto de pirotecnia, a gran escala, llegándose a la famosa quema de los “castillos”, elemento de mucha transcendencia en el simbolismo metafísico. Todo esto se debió, obviamente, a un desvío de las figuras; se dio como se dieron las demás cosas.

    Cuando Sócrates (Platón) dice: “… y recomendar a los poetas que conviertan en elogios todo lo malo que dicen ordinariamente de los infiernos”, demuestra un dominio admirable en esa parte del proceso relacionada con el peligro; lo domina a tal punto que no lo ve como amenaza; mas bien se recrea con él, equiparándose esta idea a esa otra cuando él dice: “Borremos también estos nombres odiosos y formidables de Cocito, Estigia, Manes, Infiernos y otros semejantes, que hacen temblar a los que los oyen.”

    Al decir Platón: “La pompa de los habitantes de de aquel punto me pareció muy preciosa”, el término preciosa está relacionado con lo atrayente tanto del aroma como de la sustancia en su punto de mayor sensibilidad, por eso se dice sustancias sensibles universalmente admitidas. Ocurre esto, lo de la belleza en la sustancia, cuando se halla ésta en su punto de mayor fuerza, al borde del desbordamiento. No es otra cosa; eso simboliza el sentido de lo bello, tal es el caso de cuando Polemarco dice: “Iremos allá después de cenar, y pasaremos el rato alegremente con muchos jóvenes que ahí encontraremos…” Polemarco es la fuerza resultante después de la vendimia; relacionada ésta con el rey, la parte superior del cuerpo de todo el proceso; portal razón se dice “hijo de Céfalo”, o sea rey, cabeza, término. El esclavo es lo que se siente atraído por los aromas de la sustancia en su máximo punto. En este caso la sustancia apenas hace su aparición en este nuevo orden. Polemarco y el esclavo son un mismo elemento, el cual termina adhiriéndose a Sócrates, otro elemento. Se trata simple y llanamente de la fusión de los componentes a fin de reiniciar el proceso.

    fragmento del libro: “LA REAL METAFISICA”, autor: “ANTONIO RAMOS MALDONADO”

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