En un recorrido lúcido e innovador sobre el pensamiento de Michel Foucault, el filósofo Edgardo Castro parte de las raíces conceptuales de la categoría de biopolítica para luego analizar la idea que el teórico francés tenía del poder.
La reciente publicación de Lecturas foucaulteanas de Edgardo Castro –doctor en filosofía e investigador del Conicet– puede verse no sólo como una notable historia conceptual de la biopolítica –tal como reza en el subtítulo– sino a modo de un recorrido lúcido, detallado y minucioso sobre la filosofía deMichel Foucault desde una óptica rigurosa e innovadora, en especial, de su última etapa (1970-1984).
Lógicamente, las raíces conceptuales de la categoría de biopolítica es lo que marca el punto disparador del texto de Castro: política de la vida, y, sobre todo, un análisis exhaustivo en torno a la diferencia y semejanza de vida en términos biológicos y vida en el sentido social y político, es decir, zoé y bíos .
Un dato de relevancia es que el libro pone en evidencia y examina las condiciones previas, el “antes de Foucault”, en relación a la categoría de biopolítica. Castro disecciona con estricta precisión la obra del geógrafo y politólogo sueco Rudolf Kjellén, creador del término en 1905, a partir de sus investigaciones iniciadas con la publicación de Stormakterna.
Pero también esa mirada retrospectiva nos lleva a Aristóteles y el texto de Etienne Gilson: “De Aristóteles a Santo Tomás y vuelta” . En ese marco, el autor se centra en la aproximación y la particular lectura del problema de la gubernamentalidad y las prácticas de la subjetividad en el Foucault de fines de los 70 hasta el final.
Previo paso por la recepción heideggeriana de Hegel en Francia, en especial, a partir del análisis que realizara el filósofo ruso Alexandre Kojeve de la Fenomenología –las nociones de animalidad y snobismo en la posthistoria, ideas que Foucault nunca menciona–, una de las claves del texto de Castro es la lectura de la noción de la trifuncionalidad en el marco de la cultura indoeuropea que realiza el historiador francés Georges Dumézil. De fuerte influjo en Foucault, la mirada duméziliana es rescatada como la matriz conceptual de la biopolítica contemporánea.
Merece especial atención, como bien marca Castro, la multiplicidad de enfoques por parte de Foucault de la biopolítica y su analítica del poder en general, algo que se podría pensar analógicamente al concepto de trifuncionalidad duméziliana de la ideología indoeuropea, en relación a las funciones de la soberanía sobre las que piensa Foucault. Dumézil ciñe las funciones de las sociedades indoeuropeas a lo sagrado, el derecho y la administración, vale decir, al vínculo que ellas mantienen con lo divino y lo humano, para la cual en el mismo aspecto se han generado esquemas sociales tripartitos: la casa sacerdotal, la guerrera y la trabajadora, es decir, el clero, la nobleza y la plebe.
Los capítulos finales del libro abordan la recepción italiana de la biopolítica de Foucault a fines del siglo XX y principios del XXI por parte de Giorgio Agamben y Roberto Esposito, sus ampliaciones y divergencias en algunas materias no menores. Un especial señalamiento merece el análisis sobre el cinismo antiguo y el nihilismo contemporáneo. Allí, Castro evalúa la mirada de Foucault presente en Lecciones de la voluntad de saber –curso de 1970-1971– y el ciclo final de Collège de France titulado El coraje de la verdad frente a la Crítica de la razón cínica de Peter Sloterdijk, que el propio Foucault menciona en su curso de 1984. Esa confrontación entre la lectura francesa y la alemana sobre el cinismo en la década del 80, implica una perspectiva adicional para revalorizar o pensar a Foucault en el mundo presente. Si bien el paradigma biopolítico que Castro expone con brillantez y solidez es el actual en el marco de la publicación y la lectura de los cursos del Collège de France de la década del 70, la incipiente posibilidad de verificar este resurgimiento del cinismo en el último Foucault y su cruce con Sloterdijk, reclama especial atención, ya que aún no se halla tan exhibido.
Esa mirada del cinismo de Sloterdijk aporta la diferencia central entre el cinismo antiguo y el contemporáneo. En el pasaje del término kynismus al zynismus , según la mirada del filósofo alemán, se trata de la mutación del cínico de la antigüedad, un solitario, outsider y anti-integrado, al cinismo contemporáneo que el autor describe en términos de falsa conciencia ilustrada y carencia de ilusiones. En estalínea podemos ver que la óptica de Foucault no es esta sino más bien la cuestión del “escándalo de la verdad”, o mejor: el hablar con franqueza.
Bien marca Castro: la evasión por parte de Foucault de pensar el poder en términos de funcionamiento a los modos que pasa revista, es decir, a la manera represiva –Wilhelm Reich–, de ley –Hobbes– o guerra –Nietzsche– para exponer su visión en tanto cuestión de gobierno de sí y de los otros –la categoría de gubernamentalidad–, es que se torna propicia la relevancia y vuelta del cinismo antiguo.
Después de todo, tal como señala el autor, la lucha de Foucault siempre se colocó contra el hombre del humanismo, en tanto conjunción de una teoría del sujeto y una noción de soberanía: una soberanía sujetada.
La voluntad foucaulteana de un pensamiento de lo fragmentario, olvidado, despreciado, no sujetado, disperso, al modo de una suerte de “erudición inútil”, revela ese dandismo crepuscular, en el cual la filosofía cínica se vuelve un medio más que lícito que busca evitar el “chantaje” de la Modernidad, es decir, ponernos a favor o contra ella.
Será entonces en el problema y el debate en torno al cinismo donde se puede ver esta relación entre el decir-verdadero y la propia vida, vale decir, de una estética de la existencia, de un bíos , de una forma de vida. Michel Foucault entonces, tal como nos muestra Castro, hará su opción por pensar la parresía como una práctica de subjetivación. Excelente lección.
Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/filosofia/Genealogia-concepto_0_686331388.html
24 de abril de 2012