Retrato biográfico del mítico filósofo Friedrich Nietzsche en base a notas y opiniones de su único y gran amigo, Franz Overbeck
Ilustración: Iván Mata
Franz Overbeck (1837-1905), nacido en San Petersburgo y que estudió Teología en Leipzig, Göttingen, Berlín y Jena, nombrado profesor de Historia de la Iglesia y de Exégesis del Nuevo Testamento en la Universidad de Basilea, donde vivió en la misma casa que Nietzsche, comienza escribiendo que «Nietzsche no fue propiamente hablando un gran hombre. Ninguno de sus talentos, por abundantes que fueran, le garantizaba en sí mismo la grandeza. Excepción hecha del más extraordinario de esos talentos, el don del análisis psicológico, el cual, ejercido principalmente sobre sí mismo, se convirtió para él en un peligro mortal y le dejó exánime mucho antes de morir»
Sigue diciendo que «ni siquiera la fuerza de voluntad alcanzó en su caso las dimensiones excesivas que son condición necesaria de la grandeza natural del ser humano. Pues, en efecto, afirmarse e imponerse a sí mismo en todas las circunstancias no le resultaba sencillo en absoluto, y tal vez elevara la voluntad de poder al rango de ideal con tal elocuencia como solo le es posible a quien se representa dicho ideal sin llegar a encarnarlo verdaderamente en sí mismo. Sea como fuere, aquello que verdaderamente le dominaba y tenía a su merced era el anhelo de grandeza, la ambición en el combate de la vida (en el que se mostraba tan distinto y tan superior a mí), y, de hecho, con este anhelo como aguijón en su interior transformó su voluntad íntima en una violencia que, en cualquier caso, le elevó por encima del promedio de los hombres».
Aclaremos a continuación, como lo hace el traductor, y a cuyo cargo corre la introducción y notas, Iván de los Ríos Gutiérrez, que «Franz Overbeck fue el único amigo de Friedrich Nietzsche. El único y el mejor», que «nadie como él supo medir sus fuerzas y sus miserias con las fuerzas y miserias del propio Nietzsche», que «los apuntes que se reúnen en este volumen dan buena cuenta de ello»; que «transmiten una dosis de inmediatez y autenticidad vetada a toda investigación estrictamente biográfica de la vida del filósofo y a toda investigación estrictamente filosófica de su obra»; quien, para abrir boca al lector, y por eso nos ofrece su propio retrato del filósofo comparándolo con otros de sus colegas, diciéndonos de modo explícito que, «Nietzsche es mentira del mismo modo que Spinoza es verdad. Spinoza y Epicuro de Samos son verdad. Diógenes de Sínope y Antístenes, sin duda y desde luego, Michel de Montaigne, Sócrates o Henry David Thoreau. Es probable que incluso Agustín de Hipona fuera verdad, una verdad perversa y contradictoria, ciertamente, una verdad rechoncha y voluptuosa cuidadosamente administrada en los hábitos cotidianos, pero verdad, al fin y al cabo. Nietzsche, en cambio, es mentira. Nietzsche es la mentira engendrada por sus lectores y acólitos, la fantasmagoría de sus epígonos, la alucinación y la envidia de todos nosotros, hombres medianos que alguna vez creímos en la posibilidad de vivir filosóficamente.
Nietzsche es mentira y falsa la más célebre de sus sentencias: «Yo no soy un hombre, soy dinamita». Por supuesto que sí, dinamita. Tal vez nada pueda compararse con el estrépito cultural del pensamiento nietzscheano. No obstante, se tiende a interpretar con demasiada literalidad la primera parte de esta afirmación, se piensa con premura que Friedrich Nietzsche no fue un hombre sino un titán o un lobo, el depredador solitario cuya existencia sobrepasa los límites impuestos por la inercia social y la historia, la asfixia de las costumbres y la doma de los deseos. Falso.
Nietzsche también fue un hombre en minúscula, un pensador colosal de vida insignificante con miedos estúpidos y gestos vanos…. Se adivina en cada trazo de su trayectoria el arte de vivir, se visitan sus plazas, sus hoteles, sus altas cumbres; se pasean sus paseos, y, a cada instante, se alimenta la imagen de un espíritu atormentado cuya exuberancia pasional y agudeza intelectual terminan potenciando la obra para destruir al hombre y modelar, así, la leyenda de una vida obrada de hermosa factura, la perfecta síntesis entre el mortal y su perennitas. Nietzsche, ese Nietzsche, es mentira. Nietzsche es mentira y es minúscula. Su soledad es la de cualquier hombre. Su anhelo de grandeza el de todo talento incauto y ególatra, torpe hasta la ternura en el manejo de uno mismo.
Todo un ejercicio de arrancar los galones a un hombre que, pese a la locura de su mente al final de sus días, había sido considerado como uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos y de ahí, posiblemente las comparaciones más arriba citadas; todo un proceso de derribo en cierto modo de un mítico pensador que escribió páginas muy importantes sobre cuestiones como hombre y superhombre, divinidad y religiones, Zaratustra y eterno retorno, etc, etc.
En cierto modo una demoledora acción, entre autor y traductor, el segundo en base a lo narrado por el primero, enterrando el mito de un hombre o no se sabe bien si creando otro personaje o recalcando ese que, para muchos ya lo era así, repasando su vida y su obra con brevedad pero profundizando en sus puntos clave, con notas de gran interés sobre vida, pensamiento, comportamiento, ideas, repaso, etc. de actos y obras nietzscheanas.
Fuente: http://www.diariovasco.com/culturas/201705/06/fuerzas-miserias-pensador-colosal-20170506003620-v.html
12 de mayo de 2017. ESPAÑA