¿Qué relación pueden tener la filosofía, la vitamina B1 y los vinos de nuestra tierra? –se preguntarán ustedes, como el que no quiere la cosa. Pues que los tres –les contesto raudo–por separado son beneficiosos para nuestro bienestar, pero juntos constituyen el camino perfecto para alcanzar el nirvana, y no me refiero al grupo musical sino al el estado transcendente libre de sufrimiento. Ese estado superior que buscamos todos los mortales y no sólo los funcionarios, como quieren hacernos creer gente malintencionada. Veamos a continuación cómo se prepara el cóctel, teniendo en cuenta que las proporciones son a gusto del consumidor.
Filosofía: Para lograr un mayor equilibrio en nuestra vida interior se debe considerar la filosofía una forma de vida y no una disciplina. Eso al menos es lo que nos recomienda Lou Marinoff en su libro “Más Platón y menos Prozac”, apoyado en las enseñanzas de Epicuro “Contra las enfermedades mentales, la filosofía dispone de remedios, por esta razón se le considera, con toda justeza, la medicina de la mente”.
Fácil de conseguir porque “Que levante la mano quien no tenga en su casa una obra de Platón”. De acuerdo, puede que no sea tan común, pero cualquier libro de filosofía que tengan puede valer. Sí, puede valer también cualquier libro de parecida naturaleza. Vale, puede servir cualquier libro…pero no me pongan más pegas y vamos a lo que vamos.
La vitamina B1: Esta vitamina es la clave de la llamada “Dieta del buen rollo”, dieta que, como su científico nombre indica, influye en el estado de ánimo y la salud mental de aquellas perdonas que tengan deficiencia de Tiamina, ya que esta vitamina participa en el metabolismo de los hidratos de carbono para la generación de energía, convirtiéndose en un magnifico aliado para el buen funcionamiento del sistema nervioso y de la actitud mental positiva.
Fácil de conseguir porque “Que levante la mano quien no tenga en su casa lomo embuchado, jamón serrano, frutos secos o queso”. Sobre todo porque son ejemplos de cotidiano uso. De acuerdo, vale con el queso.
El vino de nuestra tierra
El vino de nuestra tierra: Es el complemento idóneo de las dos anteriores recomendaciones porque redondea la ingesta de los alimentos citados y proporciona el acompañamiento ideal en la senda hacia el nirvana.
Fácil de conseguir porque “Que levante la mano quien no tenga en su casa una botella de buen vino de Cuenca”. Lo siento, pero aquí no hay “peros” que valgan, sobre todo porque si siguen bebiendo exclusivamente vinos de Rioja o de La Rivera del Duero, es que no conocen como debieran los blancos, tintos, crianza y reserva de nuestro entorno. Imperdonable.
Modus Operandi: Búsquese un lugar de su casa donde pueda estar un rato (Ojo: No me refiero al de Bankia) tranquilo. Tome un texto de Platón (O de cualquier otro) y ábralo por una página al azar. Alterne la lectura con un mordisquito a la porción del excelente queso manchego que ha dispuesto sobre la mesa, y acompañe su degustación con un trago de buen vino conquense, siendo recomendable que en este momento esté sonando en la estancia el pasodoble “En tierra Extraña”.
Corolario: Si al terminar la sesión no ha logrado alcanzar el nirvana, váyase de inmediato a pasear por las hoces, y si tampoco lo logra, entonces váyase a… ¡Váyase señor Gonzalez!
Fuente: http://eldiadigital.es/not/52883/filosofia__vitamina_b1_y_vino_de_nuestra_tierra/
ESPAÑA. 16 de mayo de 2012