Feliz Navidad – Feliz Año 2011

Con toda seguridad, a lo largo de estas últimas semanas, hemos escrito, leído, pronunciado y escuchado hasta la saciedad estas frases, deseos de amigos, parientes, incluso desconocidos, formulando esperanzas respecto al futuro. A veces, se han expresado con cariño, afecto sincero y cálida cercanía, otras, de forma hueca y rutinaria. Considero oportuno el hacer una modesta reflexión sobre la felicidad, estado emocional que contrasta con el de la tristeza (la depresión es un trastorno psicopatológico).
En la filosofía griega encontramos sobre la felicidad tres posturas básicas.

Decía Aristóteles que todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto intentamos aclarar cómo podemos serlo, empiezan las discrepancias. Según este filósofo, ser feliz consiste en autorrealizarse, fin último hacia el que tienden todas nuestras acciones. Para él, la felicidad se experimenta en la contemplación de Dios, alcanzar las metas propias del ser humano (eudemonismo). También Platón puede ser encuadrado en esta postura, si bien para él, el horizonte de la felicidad, se abre a la vida después de la muerte.

Zenón Citio, Séneca y los otros representantes del estoicismo, identifican la felicidad en ser autosuficientes, valerse por sí mismos sin depender de nada ni de nadie. El poseer riquezas o la consecución de placeres, no la garantiza.

Epicuro y su pensamiento hedonista, centra la felicidad en experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.

En el pensamiento griego está condensado, como ocurre frecuentemente, lo que posteriormente fue desarrollado por el resto de los filósofos durante los dos últimos milenios. Encontramos muchas corrientes que afirman que el hombre no ha sido concebido para la felicidad, sino que está destinado a sufrir.

Recientemente, los seguidores del New Thought, consideran que la felicidad es una actitud mental que el hombre puede asumir conscientemente, es decir es una decisión. Esta nueva corriente filosófica que surgió en Estados Unidos, no es en sí una religión, aunque proclama la necesidad de una experiencia directa con el Creador. El pensamiento de cada persona da origen a sus experiencias, sentimientos y a su visión del mundo. Por ese motivo, esta corriente pone un gran énfasis en la actitud mental real.

Existen seres felices e infelices en todas las diversas condiciones socio-económicas, geográficas, de edad, religión, sexo y estados mentales, ya que hay personas con serios problemas físicos y psíquicos que, a pesar de ello, son realmente felices. Por ello concluyen que cuando el individuo decide aceptar su condición, su pasado, asumir la vida tal como es en ese momento y construir su vida a partir de aquellos preceptos, el hombre puede sentirse feliz.

Recientemente, Seligman, ha fundado el movimiento de la Psicología positiva, que estudia las emociones placenteras, el desarrollo de las virtudes y la búsqueda de la felicidad. En esta línea, Sonja Lyubomirsky y Ken Sheldon en los EE UU llevan 20 años realizando una rigurosa investigación sobre la felicidad, obteniendo sorprendentes resultados:

El 50% de nuestro bienestar nos viene ya condicionado por nuestra genética.

Nacemos con unos parámetros prefijados para ser felices que dependen de nuestros padres biológicos, siendo la herencia genética responsable, en gran parte, de la felicidad de las personas, según un estudio realizado a 900 parejas de gemelos y mellizos que tienen diferentes estilos de vida. En esta línea, la revista New Scientist ha publicado recientemente los resultados sobre las investigaciones de un equipo de la Universidad de Essex, en el Reino Unido, que ha descubierto que, entre los estudiados, aquéllos que habían heredado dos copias de la variante ‘larga’ del gen 5-HTLPR eran más optimistas. Este gen es el encargado de transportar un neurotransmisor llamado serotonina

También está demostrado que nos equivocamos buscando en circunstancias externas a nosotros, por muy positivas que nos parezcan, aumentar nuestra felicidad; ni el dinero, la belleza, la salud, la juventud, ni el éxito, ni siquiera el amor, aumentan sustancialmente nuestro bienestar. Todas estas circunstancias solo suponen un 10% de nuestra felicidad. Esto se debe a la llamada «adaptación hedonista», que es nuestra capacidad de acomodarnos rápidamente a los cambios positivos.

Afortunadamente, el 40% de felicidad restante depende solo de nosotros. Esta sustanciosa tajada de felicidad obedece a nuestra forma de pensar y a la manera en que actuamos en la vida. Para Sonja y Sheldon somos nosotros los que creamos y construimos nuestro bienestar. 

Con frecuencia, las personas tienden a tomar atajos para conseguir el placer: las drogas, el sexo sin amor, la televisión, las compras. No soy tan moralista como para sugerir que la gente no haga estas cosas, pero si alguien basa su vida exclusivamente en atajos y descuida los otros aspectos como el desarrollo personal o el sentido que da a la vida, acabará sacrificando su felicidad a largo plazo. El problema es que cuanto más rica sea una sociedad, más atajos existen.

Por lo contrario, pueden ser eficaces las actividades de: practicar la gratitud, el optimismo el autocontrol de pensamientos, la entrega a los demás, el desarrollar estrategias para afrontar actuando con resiliencia o entereza ante el dolor y traumas, aprender el valor del perdón, que no es reconciliación, ni indulto, ni condonación, ni excusarse ni negar el daño, saborear las alegrías de la vida (disfrutar estando abiertos a la belleza y a la excelencia), comprometerse con objetivos («un objetivo en la vida es el único tesoro que vale la pena encontrar»), practicar la espiritualidad, grado de adaptación de una persona o grupo de personas sobre un conjunto de creencias más o menos místicas y, por último, ocuparse del propio cuerpo, desarrollando una actividad física
Fuente: http://www.lavozdigital.es/cadiz/v/20110105/opinion/feliz-navidad-feliz-2011-20110105.html

SPAIN. 5 de enero de 2011

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