La enseñanza de la ética y el civismo en la educación básica de México ha tenido vaivenes provocados por las distintas concepciones ideológicas de los gobiernos en turno. Afortunadamente hoy han aumentado las horas de enseñanza y se han implementado capacitaciones y concursos de oposición a los maestros con énfasis en estas materias.
Aristóteles en sus consejos a su hijo Nicómaco le sugería que actuara “en sometimiento a la razón”, “tal como lo determinaría un hombre prudente”. Es claro que así debemos educar a las nuevas generaciones.
Hoy día es común escuchar que la sociedad se encuentra extraviada y enferma, inmersa en una situación de crisis moral y decaimiento social. Comúnmente en la familia, el trabajo o con los amigos charlamos sobre lo que le sucede a nuestra sociedad y se dice: “ya no hay valores”, “por eso estamos como estamos”, “debemos detenernos”, “que va a ser de nuestros hijos”. Expresiones como estas nos hacen concluir: “ya no hay ética”. Es una percepción social.
Tenemos actualmente una gran cantidad de debates sobre la vida ética de las personas: el aborto, la desintegración familiar, el pandillerismo, la anticultura del narcotráfico, la delincuencia organizada, la corrupción, la pornografía, la prostitución, el homosexualismo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros.
Estamos entonces ante la necesidad de preguntarnos: ¿estamos ante un proceso de humanización o de deshumanización? ¿hay algo, además de la ley, que nos obliga a actuar en determinado sentido? ¿Cuáles son los criterios verdaderamente válidos en los cuales debemos basarnos para actuar bien? ¿Existen esos criterios o son una construcción social de la época carentes de certeza?
Recordemos que, equivocadamente, Kant rechazaba una fundamentación de la ética en otra cosa que no sea imperativo moral mismo (deontologismo formal), pues si la moral se orienta a buscar la felicidad no podría dar ninguna norma categórica ni universal. Consecuencia: la ética es personal, relativa, una farsa.
No hay duda: para que nuestra sociedad logre un estado de orden, justicia y paz entre los hombres, es preciso dotar de herramientas sencillas e intuitivas a las escuelas y a las familias para transmitir valores que nos permitan a las personas comportarnos de mejor manera.
El quid del asunto está en la educación: todas las conductas antisociales sólo podrán ser contrarrestadas de fondo y largo plazo con una educación que cale hondo en la conciencia y en la formación de los seres humanos. Más allá del derecho, en un sentido ético y moral, la sociedad debe reflexionar y actuar congruentemente para mejorar nuestra vida en sociedad y para lograr la felicidad social y personal. Esta responsabilidad, evidentemente, no sólo recae en el Estado, sino en todos los ciudadanos, pero, sobre todo, al seno de las familias.
Por definición, la educación es un ejercicio de transmisión de valores afirma la filósofa mexicana con reconocimiento internacional Luz García Alonso. Es indispensable practicar esta tarea en todos los niveles del sistema educativo mexicano y en la familia para restaurar el tejido social. Debe imperar, entre otros valores, el respeto mutuo como una práctica generalizada, lo que no puede ser motivo de la casualidad sino de la causalidad. Debemos trabajar intensamente en la persona para humanizarla.
Coincido con Lorenzo Córdova en que es indispensable una nueva “revolución cultural” en México, es urgente “formar ciudanía desde la infancia”. Esa es la prioridad de la educación en México. Recordemos a Agustín de Hipona cuando, clara y profundamente, define a la educación como “un acto de amor”.
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Fuente: Socorro Márquez Regalado
23 de enero de 2016. MÉXICO