Esa extraña capacidad de hablar

Desde Platón se discute si el lenguaje es una capacidad innata, propia de la naturaleza humana, o una habilidad que aprendemos. El Jinete Hipotético trata de orientarse en esta difícil cuestión.
DIALOGO CON MARIA PEROT, LICENCIADA EN FILOSOFIA, INVESTIGADORA DEL LENGUAJE, BECARIA DEL MINCYT
–Vamos a hablar sobre el lenguaje.

–De acuerdo. Yo estoy trabajando sobre el innatismo y el empirismo en las teorías del lenguaje.

–Sobre eso hay toda una controversia, ¿no?

–Sí, claro. Es una controversia de larguísima data. La cuestión del innatismo en términos generales se ve desde Platón, que se preguntaba cuánto del lenguaje que tenemos nos viene por naturaleza y cuánto adquirimos por experiencia.

–Hay una cosa que seguro que viene con nosotros: la posibilidad de hablar y de adquirir un lenguaje.

–Yo creo que sí. Pero eso está sujeto a un gran debate. Es el primer problema acerca del lenguaje, lo que Chomsky llama “el problema de Platón”. Toda la vertiente constructivista desde Piaget piensa que hay muy poquito que viene de nosotros en la cuestión del lenguaje. La controversia se revitalizó con Chomsky, en un debate que tuvo con Piaget a mediados del siglo pasado. Justamente la cuestión era cuánto del lenguaje tenía que ver con una propiedad privativa de nuestra especie y cuánto dependía de otros factores. Piaget era, como se sabe, mucho más constructivista: creía que el lenguaje era uno más entre otros tantos aprendizajes. Así como aprendemos a escribir o a andar en bicicleta, aprendemos el lenguaje. Son conocimientos que se construyen.

–Pero se construyen sobre alguna base material, si no es imposible…

–Sí, pero la manera de aprender depende de mecanismos que son generales, no específicos, y que sirven para aprender múltiples tipos de conocimiento. El innatismo de Chomsky lo que pone en cuestión es un modo particular de aprendizaje, propio del lenguaje. Así como hay especies animales que tienen mecanismos muy específicos para orientarse respecto del sol, los seres humanos venimos equipados con una capacidad innata para el lenguaje tal como lo conocemos y lo utilizamos nosotros. Y que no poseen otros animales

–No sabemos… Hay lenguajes como el de las abejas…

–Ese es un ejemplo. Pero del “lenguaje” de las abejas lo que se sabe es que la combinación es limitada. Lo que tiene de peculiar nuestro lenguaje, según Chomsky, es lo que se podría llamar “productividad” o “infinitud discreta”. La idea es que tenemos una cantidad limitada de elementos léxicos, pero que pueden ser combinados para dar lugar a infinitas estructuras.

–Eso no es verdad, a menos que admitamos longitudes infinitas de oraciones. Si no, es finito…

–Es cierto, pero Chomsky habla de potencialidad infinita. El punto es que hay dos grandes problemas: uno es el de la pobreza del estímulo. Comparado a los pocos estímulos que recibimos, tenemos un de-senvolvimiento lingüístico que va mucho más allá de nuestra experiencia. Pensemos en un chico que está aprendiendo el lenguaje: frente a una experiencia muy fragmentaria, aprende una gramática complejísima que le va a permitir formar oraciones gramaticales en esa lengua. Pensemos que un chico de 2 años habla bastante bien y todavía tiene problemas para manejar los cubiertos, lo cual es bastante sorprendente si se tiene en cuenta que la gramática es algo trabajoso.

–¿Por qué sorprendente?

–Fíjese lo difícil que es aprender un segundo lenguaje. Hay bastante evidencia empírica, como por ejemplo que los monos no aprenden un lenguaje al estilo humano si se les pretende enseñar, que indicaría que Chomsky está en lo cierto al suponer que lo que no es provisto por los estímulos externos tiene que venir del diseño interior de los seres humanos. Es gracias a nuestra naturaleza que podemos aprender la gramática de los lenguajes naturales.

–Eso en cuanto al primer problema. ¿Hay un segundo?

–Es el que se denomina “problema de Descartes”. Nosotros estamos frente a un entorno determinado y no nos sentimos obligados a proferir una oración particular. El lenguaje es totalmente libre. En la producción del lenguaje tenemos independencia del entorno.
–¿Por qué se llama “problema de Descartes”?

–No recuerdo bien el argumento, pero creo que tiene que ver con esta capacidad de los seres humanos de no ser máquinas, de no responder maquínicamente a los estímulos. Pensemos: una abeja, cuando tiene que comunicarle a otra abeja dónde está la miel, es totalmente dependiente del entorno en que se desenvuelve para poder producir su lenguaje.

–Y no va a mentir.

–Claro. Yo creo que estos dos problemas, el de Platón y el de Descartes, son fundamentales a la hora de ponerse a explicar el lenguaje. Ese es el desafío del innatismo chomskyano. Pero están quienes lo niegan, como le decía, y se inscriben en un paradigma más piagetiano, que piensa que en realidad el lenguaje es una habilidad que tenemos los seres humanos que se construye a través de un múltiple ensamblaje de elementos. Yo lo que creo es que ambos enfoques son conciliables, que no son incompatibles como muchas veces se considera. Creo que Chomsky tiene razón en cuanto a la gramática: la adquisición de la gramática no me parece que sea posible de explicar en términos empíricos o constructivistas. Ahí hay algo que tiene que venir con nosotros. Sin embargo, en todo lo que tiene que ver con la adquisición del léxico tiene que haber adquisición de otro tipo, más constructivista.

–De hecho, todos los lenguajes que se hablan tienen una raíz común y entonces deberían tener una gramática común.

–Eso debería ser comprobado. Sobre los orígenes del lenguaje hay una gran polémica. Chomsky, por ejemplo, no cree que el lenguaje le haya dado al hombre una ventaja evolutiva con respecto a las otras especies. Hay otra tradición que piensa que el lenguaje es muy adaptacionista. Yo soy más adaptacionista. Lo que dice Chomsky, en realidad, es que el hecho de que el lenguaje haya sobrevivido no tiene que ver con que constituya una ventaja adaptativa o con que funcione como una poderosa herramienta de comunicación. Según él, posiblemente el “lenguaje” de las abejas sea tan adaptativo como el nuestro. Yo creo que estas propiedades universales del lenguaje, que nos sirven para transmitir información fundamental para conservar la vida, son una enorme ventaja adaptativa. Una de las cosas que me resulta interesante es que así como estudiamos al cuerpo como un conjunto de órganos y sistemas, podríamos pensar a la mente como un conjunto de órganos mentales que se de- sarrollan con un estímulo bastante pobre. Eso es lo que piensa Chomsky. Si uno sostiene que el lenguaje es una especie de órgano, como lo hace Chomsky, lo coherente sería ser evolucionista.

–¿Y sobre el origen del lenguaje qué sabemos? ¿Los homínidos hablaban? Nada puede haber aparecido por una sola mutación. Eso sería muy antidarwiniano.

–Pero ahora se está disputando mucho la interpretación de Darwin. Fodor, por ejemplo, es muy antidarwiniano y publicó hace poco un libro que trata de defender que el darwinismo adaptacionista no ofrece una solución del todo coherente acerca de por qué tenemos las características que tenemos. Para él hay cosas que se están dejando de lado que son inconsistentes con la teoría de Darwin.

–¿Por ejemplo?

–Este es un estadío incipiente de mi investigación, le aclaro. El encontró como ejemplo el siguiente: quisieron presionar sobre el rasgo de la docilidad de los lobos. El experimento, obviamente, consistió en hacer que se reprodujeran los lobos más dóciles hasta que llegaron a un lobo verdaderamente dócil. Este lobo, resultó ser, tenía las orejas para abajo y la cola enrulada. Lo que dice Fodor es que en realidad el medio puede ofrecer cierta presión, pero que son propiedades intrínsecas al individuo las que determinan en gran medida ciertas características que tenemos.

–Claro, el medio presiona, pero presiona sobre algo…

–Y ese algo pone restricciones. Y para él “ese algo” es tanto o más importante que las restricciones que puede imponer el medio. Hay una discusión interesante sobre si un chancho podría o le convendría tener alas. Y la conclusión, aproximadamente, es que la naturaleza no selecciona rasgos específicos sino manojos de rasgos; o sea que tener alas es adaptativo si viene acompañado de cierta agilidad, poco peso, etcétera. Ese tipo de restricciones son las que señala Fodor: hay restricciones que tienen que ver con leyes físicas, moleculares…

–Lo que usted sostiene, entonces, es que hay una conciliación entre innatismo y empirismo.

–Yo lo que hago es una especie de psicología teórica. No hago experimentos, sino que trato de revisar los argumentos que hay a favor de una y otra teoría y demostrar que es posible conciliarlos si se los utiliza para explicar diferentes aspectos del lenguaje.

–Parece razonable…

–O sea, para que quede claro: no me ocupo de investigar los orígenes históricos del lenguaje sino los orígenes, por decirlo de alguna manera, psicológicos: el modo en que un niño hoy aprende el lenguaje, una gramática y un léxico.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ciencia/19-179187-2011-10-19.html

ARGENTINA. 19 de octubre de 2011

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