El gran mérito de la Historia de la belleza , de Umberto Eco (nacido en Alessandria, 1932), es la notable colección de ilustraciones a color que adornan el libro.Ángel Stival.
El gran mérito de la Historia de la belleza , de Umberto Eco (nacido en Alessandria, 1932), es la notable colección de ilustraciones a color que adornan el libro, ordenadas en forma cronológica y temática y que incluyen desde la Venus de Milo hasta el torso desnudo de Arnold Schwarze-negger.
Semejante amplitud, sin embargo, no abarca más que el arte de Occidente, centrado casi en exclusividad en Europa.
Por otra parte, es una historia elitista, no por falta de conciencia del autor sino porque, como él mismo confiesa en la introducción, “los campesinos, los albañiles, los panaderos o los sastres han hecho cosas que tal vez también consideraban bellas, pero nos han quedado pocos restos (una vasija, una construcción para albergar a los animales, un traje); lo más importante es que nunca escribieron una palabra para decirnos si y por qué consideraban bellas estas cosas, o para explicarnos qué era para ellos la belleza natural”.
Sí lo han hecho los griegos, socios fundantes de la llamada civilización occidental. Y de manera profusa, pese a que en algunos casos sólo nos han llegado fragmentos tamizados por el tomismo y otros copistas de la Edad Media.
Sin parar en detalles de los cambios de mentalidad que existen entre Homero y Aristóteles, el ideal estético de la Grecia clásica podría resumirse en dos palabras: equilibrio y proporción. Su símbolo era la tetraktys de Pitágoras.
“La tetraktys es la figura simbólica por la que realizan los juramentos, y en la que se condensa de forma perfecta y ejemplar la reducción de lo numérico a lo espacial, de lo aritmético a lo geométrico”, dice Eco. Y agrega: “Esta concepción matemática del mundo la encontraremos también en Platón y, sobre todo, en el diálogo Timeo”.
Los intervalos musicales y los espacios entre columnas en los templos se regulan con base en esta relación, lo mismo que la proporción en las esculturas y en la arquitectura.
Si se pudiera concebir a un sobreviviente espíritu griego sentado sobre el Partenón, observando desde la Acrópolis ateniense a las multitudes ciudadanas que claman (en el ágora) que se vayan todos y que dejen de robarles, tendríamos un patético cuadro del desconcierto, digno de figurar en la colección de Umberto Eco.
El griego clásico, al que le debemos entre otras cosas la democracia, no hallaría proporción y equilibrio ni en los reclamos, ni en los ajustes pedidos por el Fondo Monetario Internacional, ni en los patéticos esfuerzos de los políticos por sobrevivir a la crisis.
Mucho menos, belleza. Por el contrario, saldría despavorido a difundir a todos los vientos que los humanos son “sordos, ciegos, estupefactos, bicéfalos, raza demente”, como ya les había espetado alguna vez Parménides a sus contemporáneos.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/opinion/equilibrio-proporcion-belleza
SPAIN. 26 de junio de 2011