“La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura”
Mario Bunge (Florida, Buenos Aires, 1919) es uno de los filósofos de la ciencia más reconocidos de todo el mundo. Su formación humanística y política, se señala en la solapa del libro referenciado, “se enraizó en los barrios obreros de Buenos Aires, que recorrió de niño junto a su padre, médico y diputado socialista”. A los 19 años de edad, el autor de los ocho volúmenes de Tratado de Filosofía, de La investigación científica, de Epistemología, de Filosofía de la física y de tantos otros ensayos imprescindibles sobre una gran diversidad de materias y asuntos, fundó la Universidad Obrera Argentina. Gran parte de sus más de cincuenta libros han sido traducidos a numerosos idiomas; el japonés, el ruso y el chino entre ellos. Mario Bunge ha recibido 19 doctorados honoris causa a lo largo de su dilatada carrera.
Permítame, admirado profesor Bunge, felicitarte por su nuevo libro. ¿Por qué cree usted que tiene importancia gnoseológica y política delimitar el campo de las pseudociencias? ¿Las gentes suelen creer en teorías tan especulativas, tan poco firmes y tan opuestas al conjunto del conocimiento humano contrastado?
La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos, especialmente a los jóvenes, que sacian su curiosidad con facilidad, ya que cualquier pseudociencia se aprende en días o semanas, en tanto que el aprendizaje científico insume muchos años. Y es políticamente importante porque todo político y todo funcionario público necesita conocimientos para concebir programas y organizar el partido o la dependencia estatal, y si usa pseudoconocimientos perjudicará al público. Baste pensar en el daño que ha hecho el neoliberalismo, esa mezcla de pseudociencia económica y pseudofilosofía política, que ha pretendido pasar privilegio e improvisación irresponsable por libertad.
Le pregunto sobre esto último. Una de las teorías que usted considera pseudociencia es la economía neoclásica. ¿Cómo es entonces posible que una teoría así, tan poco, digamos, presentable teóricamente, incluso inconsistente en sus postulados en su opinión, siga teniendo hegemonía académica y oriente la política económica de tantos gobiernos?
Hay varios motivos de su popularidad. Uno es que, por ser esquemática, es fácil de aprender y enseñar. Otro es que, al no exigir contrastación empírica, puede ser aprendida por cualquiera que sepa un poco de matemática. Un tercer motivo es que adula al egoísta,al hacerle creer que es racional. Un cuarto motivo es que disfraza sus fallas con un ropaje matemático. Un quinto motivo es que aun no le han salido competidores. La ortodoxia seguirá dominando mientras los escépticos económicos no construyan una teoría alternativa, que sea matemáticamente transparente y esté acorde con la economia real. Por cierto, no han faltado alternativas, tales como las de Sraffa y Fisher, pero se han quedado en etapas esquemáticas. Tenemos necesidad de un nuevo Keynes, que sea matemáticamente refinado, esté al día con la economía experimental, y lea los periódicos para enterarse de que la enorme mayoria de la gente es pobre, y de que los periodos de equilibrio son excepcionales. Y ahora le pregunto a Vd.: ¿Por qué ninguno de los miles de marxistas que ha habido en el curso de los últimos 100 años, con la posible excepción de Ernest Mandel, ha propuesto una teoría económica alternativa? ¿Será porque no han sido científicos sino escolásticos?
No creo que los marxistas de los últimos cien años, todos ellos o incluso una mayoría destacada, sean o hayan sido escolásticos practicantes, aunque gran parte de ellos no hayan sido científicos en el sentido en el que usted está usando ahora el término y algunos de ellos, muchos si insiste, se haya librado de las fiebres del dogmatismo. En mi opinión, muchos marxistas han formado parte de tradiciones de política revolucionaria, no han sido economistas o científicos académicos sin más. Pero, en mi opinión, revisable y muy provisional desde luego, sé poco de esto, los marxistas críticos que se han dedicado a temas económicos han puesto más el acento en denunciar los mecanismos de explotación, miseria y marginación del capitalismo que en la construcción de una teoría económica alternativa. Sea como sea, usted mismo citaba el caso de Mandel. Podemos pensar también en Baran, en Sweezy, en economistas próximos al PCI, en Morishima, en Kalecki, no sé si Joan Robinson puede ser considerada una economista marxista, o Sraffa, el amigo de Gramsci. No creo que el conjunto de marxistas de los últimos de cien años que hayan intentado proponer una teoría económica alternativa sea equipotente al conjunto vacío, incluso si dejamos al margen a Ernest Mandel.
De acuerdo: todos los economistas que usted menciona, con la posible excepción de Morishima, que se limito a matematizar “El Capital”, han hecho aportes importantes, más a la crítica del capitalismo y de la economía ortodoxa que a la reconstrucción de la teoría económica. Una prueba está en que ninguno de ellos, ni sus discípulos, ha sido capaz de describir, y menos aún de predecir, el colapso de las economías del bloque llamado socialista, ni las numerosas crisis del capitalismo.
Tomando pie en Robert K. Merton, el ethos de la ciencia básica sigue siendo para usted el universalismo, el altruismo, el escepticismo organizado y el comunismo epistémico. ¿No cree que, actualmente, muchos peligros acechan ese ideal normativo? Pienso, por ejemplo, en las multinacionales que financian investigaciones con criterios sobre la publicación de las investigaciones; en el secretismo que rodea a la industria nuclear; en la militarización de una parte nada marginal de la investigación; en la generalizada privatización (y exposición parcial) del software; en la psicología experimental que sigue las orientaciones de empresas y grandes ejecutivos…
En efecto, creo que sigue en pie el ethos de la ciencia básica descrito por mi finado amigo Robert Merton. También es verdad lo que Vd señala, que hay secreto y censura en las ciencias aplicadas como la farmacología y las técnicas como la ingeniería nuclear. Pero no creo que la haya en la matemática ni en las ciencias naturales básicas: la física, la química y la biología. Lo que hay en éstas es censura económica, o sea, recateo de fondos, porque ni la extrema derecha ni la extrema izquierda creen que haga falta la investigación desinteresada. Y también hay censura en las ciencias sociales, porque a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales. Dos ejemplos: en la difunta URSS hubo que esperar a la muerte de Stalin para inaugurar el Instituto de Sociología; y los gobiernos de Reagan redujeron a la mitad los subsidios a las ciencias sociales pero no tocaron los subsidios a las ciencias naturales.
Si me permite un comentario: si a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales, la mayor parte de los gobiernos del mundo deben ser antidemocráticos. Sea como sea, ¿podría dar algún ejemplo de su afirmación de que “la extrema izquierda no cree que haga falta la investigación desinteresada”? Tal vez en Cuba gobierne en su opinión la izquierda extrema y yo no veo que la dirección política haya marginado, con sus estrechos márgenes, la “investigación desinteresada”.
Cuando visité Cuba en 1983, invitado por la Academia de Ciencias, los directores de laboratorio me explicaron que no hacían investigación básica porque sus mentores y protectores soviéticos les habían dicho que el Tercer Mundo no puede darse el lujo de hacer ciencia básica. Esta tesis coincidía con la campaña de las izquierdas europea y latinoamericana contra el cientificismo. Hay que recordar que la izquierda participó activamente en la emergencia del posmodernismo. Volviendo a Cuba: cuando pedí literatura sobre el resultado del interesante experimento de autogbierno en la provincia de Matanzas, me dijeron que leyese un discurso de Fidel. Yo quería un estudio politológico científico, no una perorata política. Por lo visto, no lo había.
No tenemos las mismas experiencias e informaciones en este asunto, profesor Bunge. En el campo de la pseudociencia incluye usted teorías muy heterogéneas: existencialismo, psicoanálisis, parapsicología, marxismo… ¿La religión también lo sería para usted?
No, ya que hay una sola secta religiosa que se proclama científica: la variedad evangélica conocida como Christian Science, que esta moribunda. Y hay evangelistas norteamericanos que hablan de diseño inteligente como alternativa a la biología evolutiva, pero los tribunales competentes han fallado que eso no es ciencia sino religión, y la Iglesia Católica rechaza esa doctrina.
¿No podemos cometer un error taxonómico al incluir en el mismo conjunto teorías o pseudosaberes que no siempre tienen un aire de familia más allá del hecho de no ser ciencia empírica?
Es verdad que hay casos marginales: los de las protociencias, o ciencias emergentes, que aun no han logrado el rigor que caracteriza a las ciencias maduras. También está el caso de campos que han abordado sin rigor auténticos problemas científicos. Uno de ellos es la llamada psicología evolutiva, que por ahora no es sino una pila de especulaciones.
El psicoanálisis es, en su opinión, una pseudociencia. ¿Por qué? Muchos psicoanalistas le dirían que no puede serlo, por definición, porque no pretende vestirse con ropajes científicos. Es un error considerarlo así. Tampoco lo hace, por ejemplo, la crítica literaria y no es un saber que usted desprecie.
Todos los psicoanalistas, con la excepción de los adeptos de Lacan, pretenden hacer ciencia de la mente. Pero no la hacen puesto que ignoran al cerebro y no ponen sus especulaciones a la prueba experimental. La psicología científica existe desde hace casi dos siglos, y se ha reforzado enormemente en el curso del último medio siglo, al unirse con la neurociencia. Gracias a esta unión sabemos ahora que las enfermedades mentales son desarreglos cerebrales, por lo cual pueden tratarse con mayor o menor éxito mediante píldoras o cirugía. La critica literaria, que Vd menciona, puede ser correcta sin ser experimental, pero todo crítico literario responsable prueba sus hipótesis, y al hacerlo obra científicamente.
Tampoco el marxismo sale bien parado en su libro. Confunde, en su opinión, la lógica y la ontología; adolece de una escasa lógica formal; infravalora el papel de la cultura, la política y la ideología; su gnoseología es de un realismo ingenuo que “no deja sitio a la naturaleza simbólica de las matemáticas o de la física”. No continuo, su lista es larga. ¿Todas las tradiciones marxistas encajarían en esa aproximación? Pienso, por ejemplo, en la obra de Geymonat, Casari o Sacristán, o incluso en la de Marx, Engels y Gramsci, y no me acaban de encajar las cosas.
El marxismo es un cuerpo de doctrina enormemente rico. En él hay de todo, desde intuiciones geniales hasta desvaríos. Lo que no hay es método científico ni utilización de los hallazgos obtenidos fuera de la escuela, salvo en los caso de los historiadores marxistas británicos y los antropólogos y arqueólogos rusos, a quienes Vd no cita. Vd cita a Geymonat, Casari y Sacristán, pensadores estimables pero no originales. Gramsci fue original, al insistir en la importancia de la política y de los intelectuales, pero no tuvo la oportunidad de construir una politología ni una culturología.
Heidegger tampoco es santo de su devoción filosófica. El ex-rector de Friburgo en tiempos turbulentos no pretendía hacer ciencia. No hay, por tanto, pseudociencia en su obra. ¿No hay nada que el pensamiento racional pueda sacar en limpio del autor de Ser y Tiempo? ¿Ninguna temática, ninguna tesis, ninguna inquietud filosófica? Si no fuera así, ¿por qué está tan de moda su pensamiento desde hace décadas?
Heidegger no sólo no pretendió hacer ciencia sino que, siguiendo a su maestro, Edmund Husserl, rechazó la ciencia. Esto le impidió hacer ontología y gnoseología en serio. Es verdad que “Ser y tiempo” abordó la ontología, pero no aportó nada porque es un fárrago de sinsentidos y de trivialidades dignas del siglo X. Todo el existencialismo es una gran estafa de la que nada queda. ¿Quién puede tomar en serio enunciados tales como “El tiempo es la maduración de la temporalidad?”
También yo me pregunto por qué sigue de moda ese farsante. Una explicación posible es que sus adeptos rechazan el rigor lógico e ignoran todas las ciencias. También debe influir el hecho de que Heidegger escribió en alemán y enseñó en una universidad prestigiosa (en la que fui profesor visitante de física en 1966). ¿Se le admiraría si hubiera escrito en castellano y profesado en una universidad latinoamericana?
Tal vez sí, no lo sé. Déjenme defender causas que no son las mías. Ortega, por ejemplo, no siempre es claro; tampoco lo son María Zambrano, García Bacca o Zubiri, y son filósofos reconocidos. Incluso, puestos a citar grandes nombres, Hannah Arendt tampoco es una enciclopedia de la claridad expositiva. En el ámbito de la epistemología, Feyerabend no siempre es un vértice destacado de la precisión conceptual o incluso, si me apura, Bohr o Schrödinger
De acuerdo: todos los pensadores que usted menciona, con la excepción de Schrödinger, han sido oscuros. Yo no dije que baste escribir en castellano para hacerlo con claridad. Dije que los autores alemanes son mas respetados que los hispanoamericanos, a veces por el solo hecho de expresarse en alemán.
El término “socialista” aparece varias veces en su libro. ¿Qué es para usted el socialismo? ¿Puede citarme un socialista que sea un autor de interés, aparte de usted mismo, claro está?
Hay muchas clases de socialismo, pero todos ellos dicen tener algo en común, a saber, la aspiración a la sociedad de socios, de iguales, que compartan las riquezas naturales y culturales en lugar de permitir que éstas sean acaparadas por minorías. Obviamente, el socialismo autoritario es imposible, ya que, al concentrar el poder político en una minoría, excluye a la mayoría del control de las riquezas naturales y culturales. Ese fue el peor error de Marx y sus secuaces: el proclamar la necesidad de la dictadura del proletariado. El socialismo auténtico promueve la participación de todos en el gobierno de la cosa pública.
Hay muchos socialistas dignos de ser leídos. En particular Rousseau, Louis Blanc, John StuartMill, Marx, Engels y Rosa Luxemburg. Yo los admiro, pero para ser socialista hoy, en 2011, no basta conocer a los clásicos, sino que hay que investigar el mundo social contemporáneo. Y la enorme mayoría de los marxistas no exploran la realidad sino que comentan textos. Hacen escolástica, no ciencia social; son librescos, no científicos. Sólo dos de los seis autores marxistas que Vd. cita hicieron investigacion social: Marx y Engels. Pero, salvo Engels antes de conocer a Marx, ellos no hicieron sociología. Y ni Marx ni Engels (ni Lenin) tuvieron una teoria del Estado, acaso porque eran deterministas históricos. El resultado fue que, cuando los bolcheviques tomaron el poder en 1917, no supieron ejercerlo. Termino haciéndole dos preguntas a Vd.: ¿Por qué suelen ser tan crédulos los izquierdistas contemporáneos, algunos de los cuales han sido posmodernos? ¿Y por qué ningún marxista contemporáneo ha hecho aportes originales importantes a la filosofía ni a las ciencias sociales?
Si me permite, antes de responderle, no sé si Marx, Engels y Lenin fueron siempre deterministas históricos y no sé en qué secuaces marxistas está usted pensando. Contesto a sus preguntas. La primera: ser crédulo no veo que sea una característica singular de los pensadores de izquierda, a los que yo no llamo izquierdistas, término usado entre otros por Álvaro Vargas, que me parece muy borroso y un pelín malintencionado. Sea como sea, habría que concretar a qué pensadores incluimos bajo el concepto de “izquierda contemporáneo”. Los que yo pienso tras esa expresión no son crédulos en absoluto. No lo son, por ejemplo, dos de los pensadores de izquierda españoles más importantes que yo conozco y leo: Francisco Fernández Buey y Antoni Domènech.
La izquierda política y filosófica, por lo demás, admitiendo excepciones desde luego, no es muy postmoderna o no lo son en absoluto muchos de sus miembros aunque algunos hayan podido tontear en algún momento. No lo ha sido nunca, si no ando errado, Alan Sokal; no lo es Jean Bricmont; pensadores españoles de izquierda, además de los citados, como Carlos Fernández Liria, Santiago Alba Rico, Nicolás González Varela o Miguel Ángel Quintanilla, por citarle autores con posiciones políticas muy diferenciadas, nunca han abonado esa senda filosófica. Y también creo que muchos o bastantes filósofos o intelectuales marxistas han hecho aportaciones originales a la filosofía y a las ciencias sociales. Gramsci, Lukács, Mike Davis, Domenico Losurdo o Lucio Magri serían algunos nombres. La lista puede ampliarse. Basta con que usted mismo añada nombres del rico y documentado marxismo británico al que usted mismo hacía referencia anteriormente.
Supongo que usted tiene razón. Lo que pasa es que yo no conozco ninguna crítica de esos pensadores de los disparates que escribieron Marx, Engels, Lenin y sus secuaces sobre la dialéctica tomada de Hegel y la teoría del conocimiento tomada del empirismo. Y sepa usted que ésta es una autocrítica, porque yo mismo, en mi juventud, tragué todo eso sin chistar. En todo caso, no tengo tiempo para seguir esta polémica. Lo acordado fue una entrevista, no una polémica. Tengo un plan de trabajo y no me sobran años para llevarlo a cabo. Y creo que la construcción de nuevas teorías vale más la pena que la polémica periodística.
De acuerdo, profesor Bunge, muchas gracias por su tiempo y por sus respuestas.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=128104
SPAIN. 10 de mayo de 2011