Las palabras son huellas sobre el papel cenizo de la entrega. Presencias
elusivas que dan cuenta de una existencia errante. Toda escritura es fruto,
definitivamente, de un pensar incesante y todo pensar auténtico es hijo del
asombro, de la perplejidad, del desengaño. Por eso en el pensar no hay
inocencia. La escritura, entonces, es producto de una comunicación
insatisfecha; de un pretendido hacerse oír que la mejor de las veces
consigue un lector, y las peores, un delator. Así, la intención de
escribir no termina con el derramamiento de la sangre sobre el papel, sino
con el ansia de una comprensión posible. Toda voz quiere ser percibida,
aún a costa de que no tenga realmente mucho qué decir.
Humberto Martínez, filósofo y escritor, —porque no todos los filósofos
escriben, es decir, detienen el tiempo, fijan, aniquilan— nos muestra en
su libro Entretextos un ejercicio filosófico genuino —que no original,
porque a estas alturas quién puede atreverse a emprender semejante osadía.
Digo que nos muestra un ejercicio filosófico genuino porque la filosofía,
como el pensamiento que se piensa a sí mismo para evitar el mal pensar, es
una práctica y una agonía.
Entretextos es un escrito de reflexión solitaria y, por ello, un texto de
carácter universal y compartido. “No son cuentos ni ensayos, ni poesía”,
dice el autor. Es filosofía pura. Es decir, son más preguntas que
respuestas. Dividido en treinta y ocho rubros, la obra incluye ciento
treinta y ocho cuestionamientos —doscientos setenta y seis signos de
interrogación—; preocupaciones compartidas, anhelos, añoranzas,
decepciones. Consecuente reflejo de un inquirir escabroso que da cuenta de
la ignorancia como una cualidad inherente a la condición de los mortales.
Entretextos es también una develación confesa que fractura todo cimiento
posible; todo supuesto que brinde esta “extraña sensación de seguridad”
que nos hace soportable vivir. Porque, como sostiene su autor, “la más
ligera reflexión empaña de inmediato cualquier absoluto”.
La historia de la humanidad parece mostrarnos, como afirmara Camus, que
sólo prevalecen en ella los arrepentimientos y la impotencia. Atavismos
interminables y posiblemente necesarios. Absolutos que sólo se mantienen en
proporción al tiempo que ha costado instaurarlos. Pero más allá de la
sospecha que nos enseñaran Marx, Freud y Nietzsche, se halla la ansiedad
del sentido, es decir, la búsqueda de la comprensión unitaria del mundo y
de la vida, como entendiera Unamuno. Humberto Martínez formula una
pregunta, la primera por cierto: “¿Qué hay de más importante que tratar
de encontrarle el sentido a la vida?” Posiblemente nada. Posiblemente, de
forma simple y llana, vivir. Porque ¿no será acaso la búsqueda del
sentido de la vida el sentido mismo?, ¿tiene algún sentido buscar
sentido?, ¿no podrá ser más bien una condena esta conciencia que nos
fuerza a husmear en los escombros de una de por sí destruida inteligencia?
Las reflexiones del autor están hechas Entre-textos, es decir, son fruto de
la lectura y de lo que ellas provocaron. Así, lo vemos citar a Nietzsche
pero también a Pico della Mirandola, Platón o Schopenhauer. Lo mismo habla
de Ciorán que de Avicena, Pessoa, Heidegger, Erasmo, Lutero o Kafka. Lo
mismo de Suzuki que de la herencia órfico-pitagórica, de Sidharta,
Kierkegaard, Kant, Wittgenstein o Sócrates. Entretextos es una obra que
provoca el pensar; que llama a la reflexión; que invita a hacer silencio. Y
es que la palabra, tal y como lo advierte el autor, poco dice. “Lo indecible
está en la esencia de las cosas”, afirma Humberto. Y la escritura, como
fijación del pensamiento, en su decir desdice. Toda palabra es nada, ciega
fantasía, aleteo pensante, condena maldita, carencia y vacío. ¡Ah, si los
escritores tuvieran con quien platicar no existirían libros!
Finalmente el texto, compuesto de muchos textos, no se sirve “de otro
método más confiable que el de la sinceridad”, lo que garantiza que el
autor ejerció su razón pero escribió con el corazón en la mano.
Humberto Martínez, Entretextos, Universidad Autónoma de Nuevo León,
Monterrey, 2000.
Fuente: Germán Iván Martínez
19 de noviembre de 2010
Hola, me da gusto saber de ti, desperdicias el tiempo escribiendo de otros y de obras, da paso a tus ideas y escribelas.