En nombre del arte

Es Antropóloga, Universidad Nacional de Rosario.
Marta Riskin celebra la posibilidad de que la práctica del pensamiento y la búsqueda de espacios comunes permita de abrirse a otras ideas y ajustar las propias, porque constituye un privilegio que se puedan debatir respuestas y enfrentar otras miradas.
Hefesto curó a Zeus de su dolor de cabeza, abriéndole el cráneo con un hacha y permitiendo así el nacimiento de Atenea, la cual, según Píndaro, “… llamó al ancho cielo con su claro grito de guerra. Urano, tembló al oírlo, y la Madre Gea”.

Para la mitología griega, Atenea representaba la sabiduría y las artes, la guerra y la civilización. La variedad de atributos alude a la integración compulsiva de pueblos y culturas, prolijamente fagocitados, a semejanza de Metis, su madre; pero al sumar cualidades de ídolos ajenos, A-Teo-Noa, la de ojos de lechuza, fue considerada por Platón “la mente de dios” y su hija preferida.

Los objetos de la cultura, incluidos templos, instituciones y academias, encarnan riquezas materiales, intelectuales y espirituales.

En la Acrópolis, aún quedan restos del templo de Atenea Niké, victoriosa pero ya sin alas, para señalar que sus contenidos simbólicos siempre pertenecerían a Atenas.

Los griegos no fueron los únicos en afirmar “la guerra es bella”. A lo largo de la historia, y en nombre del arte, otros grupos impusieron sus modelos de pensamiento. Los artistas del “Futurismo”, por ejemplo, impulsaron la adhesión ética y estética del pueblo italiano al fascismo.

La libertad de expresión y la difusión de los conflictos sociales y políticos, dos características propias de la democracia, tampoco son frutos espontáneos sino productos del esfuerzo de hombres y mujeres valerosos. En nombre del arte de la vida, y muchas veces con sus vidas, ellos defendieron al debate y el respeto a la diversidad por sobre la guerra y la paz de los cementerios.

En las últimas semanas han proliferado colectivos intelectuales, en oposición o acompañando a Carta Abierta. Es una magnífica noticia en un país que celebra con hechos cotidianos la recuperación de la palabra y permite, sin riesgos heroicos (mal que pese a quienes se victimizan con fantaseadas censuras), la exposición, en absoluta libertad, del discurso propio.

La práctica del pensamiento y la búsqueda de espacios comunes ofrece la ocasión de abrirse a otras ideas, ajustar las propias y abandonar olímpicos canibalismos que sólo las distorsionan, generando luchas estériles e inútiles dolores de cabeza.

En el prefacio a la Filosofía del derecho de Hegel, dice “el ave de Minerva, (Atenea para los romanos), no emprende el vuelo hasta el oscurecer”.

La metáfora indicaría que comprendemos los fenómenos después que se producen y el vuelo del conocimiento es posible, gracias al previo trabajo diurno.

Los intelectuales, es decir las personas que trabajan con sus mentes y se dedican al estudio y el análisis cuentan, como muchos otros profesionales, con herramientas del oficio y un lenguaje propio.

No es de extrañar que tengan desencuentros o enuncien reclamos y exigencias impracticables como “grito de guerra”. La elaboración de propuestas siempre lleva más tiempo y dedicación que formular máximas o predecir desgracias y, dentro o fuera de los claustros, siempre hay quienes confunden “pensamiento crítico” con difamación y “hechos” con tergiversación de datos.

La gran novedad es el estado público de las discusiones y, en paralelo, la comprobación de la superficialidad de los medios masivos de comunicación; mito que se sostiene sobre la realidad de una mayoría de programas que usan lenguaje limitado y procedimientos amorales.

Hasta que esto cambie, cabe esperar que los intelectuales seleccionen apropiadamente los lugares adonde serán respetados y, reconociendo la influencia de sus mensajes, investiguen la gracia de las formas y en la claridad de transmisión, la consistencia y brevedad de los contenidos.

Transitando territorios objetivos o subjetivos, cuestionarse es indispensable.

No es tarea fácil pero se trata de una oportunidad histórica. Como diría el escultor Policleto, “la obra es más difícil cuando la arcilla está bajo la uña”.

Una de las ventajas de redescubrir que la omnisciencia es un recurso literario y no un atributo de la conciencia humana está en hallar evidencias de “múltiples mundos reales”. Para habitar el mejor posible, compartimos la responsabilidad de construir nuevos espacios de encuentro.

No es un gesto menor en esta segunda década del siglo XXI, y en un mundo donde Atenea continúa expresando el arte del dominio de una cultura sobre las otras, pero los griegos se ven obligados a concesionar su templo a los “bárbaros” para pagar armas inútiles y a costa de una dolorosa deuda externa.

Si el nombre del arte lo decide cada generación y mientras nos acusan aquellos que ocupan nuestros territorios y se niegan al diálogo, es un privilegio y resulta de la mayor importancia que continuemos debatiendo respuestas y enfrentando ideas.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-186653-2012-02-01.html

ARGENTINA. 1º de febrero de 2012

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