José Antonio Marina, una de las eminencias de pensamiento español, considera que la educación es un asunto “de todos” en el que es imprescindible fijar “responsabilidades”.
El filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939), una de las eminencias de pensamiento español actual, está haciendo campaña para que nuestro sistemaeducativo incluya el “aprendizaje a pensar” entre las competencias básicas de la educación.
De esa “novena competencia” vino a hablar hace unos días a Alcalá, en un congreso sobre Filosofía para Niños celebrado en la Cisneriana. Marina, autor de casi medio centenar de ensayos, divulgador de prestigio y uno de los intelectuales más respetados del país, está convencido de que es posible convertir a niños y jóvenes en individuos más sensatos y críticos y de que está al alcance conquistar una educación de calidad entre todos. De esas creencias y de la actualidad educativa conversó con este Diario.
–¿Cómo se hace filosofar a un niño?
–Suelo decir que la filosofía es un servicio público porque debe ayudar a elevar el nivel de convivencia de una sociedad. Lo que me preocupa no es sólo que los niños y los adolescentes aprendan a pensar, sino que aprendan a pensar de una manera crítica, es decir, sabiendo que hay cosas que son verdad y otras mentira, y que no es tan fácil distinguirlas. El pensamiento crítico es también la gran defensa contra el fanatismo, el adoctrinamiento, los integrismos y también el encanallamiento.
–¿Se puede hacer posible tal cosa en la sociedad actual?
–La vida en sociedad está en precario. La experiencia que tenemos es que el discurso en las sociedades puede ser emergente. Entonces todos nos sentimos impulsados hacia arriba, porque la manera de tratar las cosas, de resolver los conflictos, son nobles. Pero puede ocurrir lo contrario, puede que el discurso se encanalle, se vulgarice todo, y al final la sociedad sufra una degradación. En algunos momentos, como sucedió en la Alemania nazi, se llega al colapso. Por eso digo que las sociedades están en precario. Ideas que creemos muy consolidadas, pueden desaparecer casi de la noche a la mañana. No hay más que ver la evolución que ha habido en España en torno a un tema tan complicado como el del aborto. Lo que hace muy pocos años aparecía completamente inaceptable, ahora se acepta. Nos podemos acostumbrar a cualquier cosa; es una tendencia natural del individuo y de la sociedad. Claro que nos podemos acostumbrar a cosas muy buenas o muy malas. ¿Cómo podemos saberlo? Fomentando el pensamiento crítico, y ésa es la tarea de la Filosofía.
–Usted defiende la competencia filosófica, como uno de los fundamentos de la Educación. ¿Hay algún modelo a seguir?
–Ahora, en toda Europa, estamos en un proceso de renovación pedagógica, que ya ha recogido la última Ley de Educación, según la cual la Educación se debe basar en ocho competencias básicas. Mi propuesta es que se ha olvidado una competencia fundamental, que puede organizar bien la vida de los pueblos, fundamentar la democracia y consolidar la ciudadanía , y es la competencia filosófica. Y se debe introducir en el sistema educativo a partir de la Educación Primaria. Tenemos además la experiencia de los cursos de filosofía para niños a partir de los 4 años que se hacen en Francia o en Quebec, los sitios más avanzados en este sentido.
–¿Y funcionan?
–Funcionan de maravilla. A los niños les encanta. No se trata de enseñarles quien fue Platón, sino de que se acostumbren a exponer sus opiniones, a escuchar a los demás, etc. Simplemente se les exponen temas para conversar y discutir. Por ejemplo, uno que les fascina y que recomendamos es el siguiente: ¿Por qué hay que ir a la escuela? ¿O cómo te gustaría que fuera la escuela? Son temas compartidos por toda la clase y el resultado es increíble. Impresiona ver la seriedad con que se toman niños tan pequeños estos temas. Es un juego, pero poco a poco se les van introduciendo dilemas morales. Es elarranque para pensar, lo mismo que para arrancar en el cálculo diferencial hay que empezar a saber cómo se suma y cómo se resta.
–El ministro de Educación se ha empeñado en cerrar un Pacto por la Educación. ¿Es usted optimista o lo ve sólo como un intento más ?
–Lo veo muy difícil porque la educación se ideologiza con mucha facilidad y cuesta más ponerse de acuerdo. Porque, por ejemplo, se tendrían que poner de acuerdo en el nivel de exigencia que se va a tener en las aulas. Y eso es muy difícil. No tiene sentido, por poner el caso, que un alumno universitario tenga seis convocatorias. Eso significa que nadie se da cuenta de que esa situación le cuesta muchísimo dinero al contribuyente, ya que una plaza universitaria es muy cara. Por eso digo que, más que hablar de poner más o menos asignaturas, lo primero es determinar el nivel de exigencia y el nivel de responsabilidad que vamos a imponer en educación a alumnos y docentes. Y eso es antipático. Aunque ojalá me equivoque y se logre un acuerdo.
–¿Cree que será eficaz la Ley de Autoridad del Profesorado en la Comunidad de Madrid?
–Es una ley importante, pero los fines que tiene son limitados. El problema que hay en el aula no es la violencia contra el profesor. Eso sucede, afortunadamente, en un número muy reducido de casos. Y está muy bien que exista una ley penal que castigue con especial dureza a quienes lo hagan, sobre todo si son padres. Esto vale para los casos delictivos, para la agresión física. Pero lo que preocupa a los profesores es otra cosa, es la disciplina dentro del aula. No es de recibo que un profesor tarde cerca de quince minutos en hacer que los alumnos guarden silencio. Y ese problema no se arregla con una ley. Ese problema se arregla con que los centros tengan un sistema de disciplina que se aplique, con que los inspectores apoyen a los centros y con que los profesores sepan que una de sus obligaciones es saber guardar la disciplina en el aula. Pero ése es un problema estrictamente académico y es absurdo hacer una ley para eso. O qué va a hacer un profesor de Matemáticas al que sus alumnos no hacen caso, ¿llamar a la Policía para que intervenga? En definitiva, me parece bien esta ley para lo que es: castigar con mucha dureza toda conducta violenta contra los profesores. Para lo demás, se debería desarrollar otra serie de normativas, y el Pacto de Educación tendría que fijarse en ello.
–¿Qué otras prioridades deberían consensuarse, en su opinión?
–El problema, insisto, es que la educación se politiza tontamente. Por ejemplo, la ley de Pilar del Castillo [Ley de Calidad de la Educación, 2004] presentaba muchos defectos, pero tenía algo que estaba muy bien pensado: con la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, hay un problema en el último curso con los chicos que no desean estudiar. Lo que se establecía en aquella ley para esos casos era una serie de itinerarios diferentes para que aquel que tuviera menos afán por los libros siguiera con un programa más orientado a la profesionalización, sin dejar de ser la ESO. El PSOE se opuso de una manera feroz sin ningún motivo. Ahora lo ha recuperado y espero que se llegue a un consenso porque ahí, en adaptar los programas educativos en los últimos cursos de Secundaria, está una de las claves para acabar con el fracaso escolar.
–Usted ha hecho bandera de un viejo aserto africano: “Para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. ¿Cómo ve usted la tribu española en el momento presente?
–La veo muy bien. Hace dos años organicé una universidad para padres on line y el éxito ha sido tan abrumador que yo creo que la tribu está deseando tomar la iniciativa. No es verdad que los padres no se ocupen de la educaciónde sus hijos. Hay verdadera obsesión por hacerlo bien, pero no saben cómo. En el momento en el que se dan consejos y orientaciones responden de maravilla. Ese proverbio africano yo creo que va calando y extendiéndose la idea de que todos tenemos responsabilidades educativas y que no podemos meternos en una rueda de excusas. Cuando nos convenzamos todos de eso, la educación tomará un giro radical. No debemos esperarlo todo del Estado.
Fuente: http://www.diariodealcala.es/articulo/general/2091/jose-antonio-marina-ldquo-en-educacion-no-debemos-esperarlo-todo-del-estado-rdquo
SPAIN. 23 de marzo de 2010