Antes que candidato a la Presidencia, antes que banquero y economista, el favorito para ganar la Presidencia de Francia -y nuevo referente para algunos políticos- estudió Filosofía, fue asistente de Paul Ricoeur e incluso escribió algunas novelas que tiene bien guardadas en un cajón. “Yo creo en la ideología política”, ha dicho.
Como todo francés, estudió Filosofía en el colegio. Sus nociones eran canónicas: Aristóteles, Descartes, Kant. Descubrió en ellos un refugio intelectual, una posibilidad de representarse el mundo, “de darle sentido a través de un prisma diferente; fue importante”.
Entonces decidió profundizar, se matriculó en Filosofía en la Universidad de Paris-Nanterre. Allí, Emmanuel Macron (Amiens, 21 de diciembre de 1977) descubrió a Hegel, sufilosofía del derecho, pero sobre todo a un profesor que cambió su curso. ¿Su nombre? Etienne Balibar, uno de los más insignes marxistas franceses, autor junto a Louis Althusser de “Para leer El Capital”.
En una conversación con la revista Le 1, Macron -el favorito para ganar la Presidencia de Francia en las elecciones del próximo 7 de mayo- recuerda que fue en ese momento cuando abandonó la metafísica por la filosofía política. De hecho, según ha contado, Balibar guió su memoria de titulación. ¿El tema? El “interés común” en Hegel y Maquiavelo: “Siempre hay una relación con lo real que es muy fuerte, incluso entre los metafísicos. Era Hegel quien decía que el ejercicio filosófico indispensable, cada mañana, era leer el diario”, recuerda Macron en Le 1.
El animal político
Hijo de una familia burguesa, titulado también en Ciencias Políticas y Administración, desde que en 2014 se convirtió en ministro de Economía de François Hollande, la formación filosófica de Macron se volvió tema. Lo que no es raro si se tiene en cuenta que Francia es el país donde los filósofos pueden ser invitados a la televisión (Onfray, por citar a uno actual), reunir a una multitud para escuchar sus cursos (Foucault), ser llevados en andas para dar una conferencia sobre existencialismo (Sartre), y hasta recomendarle a un Presidente que vaya a la guerra (Henri Levy).
Macron salpica todo el tiempo sus palabras con referencias a filósofos y tampoco deja de lado a historiadores ni a escritores. De hecho es amante de la poesía de René Char -de la que rescata su lenguaje directo, sin preciosismos- y se ha declarado “muy camusiano”, entendiendo por tal llamar a las cosas por su nombre. Y no solo eso, en su adolescencia escribió algunas novelas que tiene bien guardadas en un cajón; entre ellas, una sobre Hernán Cortés titulada “Babilonia, Babilonia”, cuya única lectora fue y será su esposa.
Con esos antecedentes no extraña que crea que “lo que se ha perdido en política es un poco de la trascendencia que entregan la literatura y la filosofía”. Además queda claro que no es un tecnócrata. “Yo creo en la ideología política. La ideología es una construcción intelectual que esclarece lo real dándole un sentido (…) El animal político necesita darle sentido a su acción. Esta ideología debe ser puesta dentro de una técnica deliberativa, confrontada sin cesar con lo real, debe adaptarse, revisar permanentemente sus principios”.
Ser y no ser
A veces la filosofía es lo uno, lo otro y todo lo contrario. Hegel, el filósofo alemán que fue capaz de inspirar al prusianismo y al marxismo, nos enseñó que algo es lo que no es. Tal cual. Y que la filosofía es el mundo al revés.
Lo explicite o no, el político Macron es hegeliano en su práctica y en sus ideas: habla de “reconciliación”, “superación”, “traducción”, “movilidad” y “articulación”. Es un hombre que se dice ni de izquierda ni de derecha, pero que odia la palabra “centrista” y por eso prefiere decir que “viene de la izquierda”. Es un socialista (aunque tampoco le gusta ese mote) y un liberal. Un banquero y un rebelde. Y ahora que va a enfrentar a la ultraderechista Mari Le Pen, se transformó -perdonando los anglicismos- en el outsider apoyado por el establishment político y económico
Por eso el diario Le Figaro habla de un método Macron: “La superación de las oposiciones aparentes”. También se podría llamar dialéctico: Macron tercia -algunos dirán que evita- la complejidad de la realidad. Por ejemplo, en el debate sobre la Unión Europea, su respuesta es que la soberanía francesa está a veces en el país y a veces en Europa. Y en la revista L’Historie abogó por “reconciliar” las memorias: “Pertenezco a la generación en la que fue teorizado el fin de la historia (…) me parece interesante pertenecer a un tiempo de redefiniciones. Todo está por ser reconsiderado. Todos los códigos políticos se están reescribiendo. Emprender este trabajo de redefinición es la misión de nuestra generación”, dijo. “Es necesario pasar de una historia marcada por una identificación estructurante -gaullismo, socialismo, comunismo…- a una verdadera historia universal que convoca a todos los modelos y todos los fenómenos”.
¿Quedan dudas de que es hegeliano? “Como Marc Bloch, pienso que hay que rehacer el vínculo entre la Coronación de Reims (donde se consagraba a los reyes de Francia) y la Fiesta de la Federación (el primer aniversario de la Toma de la Bastilla), entre Carlo Magno y De Gaulle (…) es en este todo histórico donde se encuentran las respuestas a nuestras interrogantes contemporáneas, más que en una historia reducida a las vetas ideológicas”.
Contra el nihilismo
El año 2000, cuando era estudiante de Filosofía, Macron conoció al fenomenólogo y hermeneuta Paul Ricoeur. El encuentro se produjo gracias al historiador Francois Dosee, uno de sus profesores: “Fue una oportunidad de vida, casi un malentendido”, ha dicho Macron. El filósofo estaba buscando a alguien para ordenar sus archivos y Dosse llevó al joven estudiante.
Como él mismo ha reconocido, fue una tarea muy manual, muy auxiliar, que lo convirtió en asistente de Ricoeur para la edición de su último libro, “La memoria, la historia y el olvido”. El viejo filósofo (muerto en 2005) le agradeció por su “crítica permanente de la escritura y la puesta en forma del aparato crítico de esta obra”.
Macron reivindica la influencia de Ricoeur: “Él reflexionó sobre la posibilidad de construir una acción que no sea vertical (…), pero que al mismo tiempo escapa de los vaivenes de la deliberación”, explica en la entrevista con Le 1, “mostró que no es necesario ser un experto para reflexionar sobre tal o cual asunto: basta con saber leer un texto. Ese es su método”. Lo que llevado a la política significa, según él, que “todo elemento puesto en el debate público es criticable si se ataca su fondo”. La “deliberación permanente” permite navegar en ese universo hegeliano de contradicciones, y “escapar del nihilismo y el cinismo” cuando descubrimos que no hay una verdad en política.
Ambigüedad
En 2011 -previo a las elecciones que llevaron al poder a Hollande- Macron escribió un artículo en la revista intelectual Esprit. Allí se lee: “Una vez que la elección pasa, la realidad llega, los cambios sobrevienen y la aplicación estricta de las promesas (…) puede conducir al fracaso o a aberraciones”. ¿Será también maquiaveliano, y por qué no maquiavélico? Tal vez.
Al lado de quienes presentan a Macron como filósofo, o al menos lo rodean de esa aura, están quienes cuestionan lo que consideran una puesta en escena. Es gente que ve en él menos dialéctica que cultivo de la ambigüedad. Incluso Balibar lo ha criticado, y cuando le preguntaron por la memoria que le dirigió, dijo que no lo recordaba.
El más duro ha sido Michel Onfray: ha dicho que Macron solo fue un “corrector de pruebas” de Ricoeur, le ha restregado que su maestro no lo recuerde, lo ha calificado de “impostor” y como alguien “lleno de vacío”. Y lo remató con una condescendencia: “No sé si es filósofo o es algo que se dice de él por buena voluntad”.
Sin embargo, el 16 de marzo pasado fue un gran día, o al menos debió serlo para Macron, pues conversó y debatió -en un foro sobre el futuro de Europa- ni más ni menos que con Jürgen Habermas. El filósofo alemán, teórico de la democracia deliberativa y heredero aventajado de la Escuela de Frankfurt, dijo: “Emmanuel Macron personifica la antítesis al quietismo de aquellos mandatados para actuar”. Y no solo eso: “Se ha atrevido a cruzar la línea roja que permanece sacrosanta desde 1789 (año de la Revolución Francesa). Ha abierto una constelación entre los campos de la derecha política y la izquierda política”, agregó.
¿Estamos o no ad portas de un rey filósofo, de la realización del sueño de Platón? Es claro que Macron cree en la articulación de pensamiento y acción. Con todo, ha dicho: “Jamás he creído en la aplicación práctica de la teoría del rey filósofo”. Y también: “Amé la filosofía, era profundamente feliz en ese tiempo, pero pronto sentí la necesidad de la acción, de estar en contacto con lo cotidiano”. Aunque quizás más crucial sea lo que apuntó Myriam Revault: “Es innegable que tiene una cultura filosófica, eso es evidente, pero en todo caso no porque uno haya estudiado filosofía es un buen político”.
Fuente: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=356401#
30 de abril de 2017. CHILE