SI “ser es hacer”, como dijo Kant, lo que hacemos a diario nos dice lo que somos, pues ya Sófocles afirmaba que, “los cielos nunca ayudan al hombre que no quiere actuar” y Tolstoi, reconocía que, “el secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere sino en querer siempre lo que se hace”.
Esas ideas nos confirman que el ser humano se mueve entre el homo faber que hace o practica y el homo sapiens que piensa y reflexiona, sin olvidar lo que dijo el sicólogo suizo Gustav Jung afirmando que, “yo no soy lo que me sucedió. Yo soy lo que elegí ser”.
Ya Voltaire se preguntaba irónicamente, si “es la política otra cosa que el arte de mentir deliberadamente”, teniendo en cuenta que, como pensaba Abraham Lincoln, “se puede engañar a alguien todo el tiempo y a todos algún tiempo pero no se puede engañar a todos todo el tiempo” pues, según la frase de Aparicio Fernando de Brinkerhoff, “si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”.
En definitiva, sólo es libre el que es dueño de sus actos, pues la libertad de pensamiento no basta ni implica, necesariamente, la libertad de obrar. La primera es incoercible; la segunda, puede ser restringida e, incluso, anulada o prohibida. El más acérrimo defensor de la libertad de expresión fue Voltaire, pues sostenía que el mayor consuelo en la vida es decir lo que se piensa. Y, en relación con esta misma idea, decía que “yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo”.
En esas ideas se reconoce que la libertad de expresión obliga, tanto a que se respete la expresión de nuestras ideas, como a respetar nosotros las de los demás. El valor de las ideas lo refleja Víctor Hugo, cuando dice que “no son las locomotoras sino las ideas las que llevan y arrastran el mundo” y, para demostrar la fuerza y el vigor de las ideas Ralph Abernathy afirmaba que, “se podrá matar a un soñador pero no se puede matar al sueño”. Todo ello, sin olvidar que, “toda revolución fue primero un pensamiento en la mente de un hombre”, según afirma Ralph Emerson.
En definitiva, defender la libertad es defender la facultad que tiene el hombre de obrar por sí mismo, es decir motu proprio, en virtud de un movimiento espontáneo y original y que sólo procede de él. Cuando esto sucede, se puede decir que la libertad, como decía Hegel, es la fuerza de gravedad del espíritu humano o, más en lenguaje habitual, que el hombre aspira a la libertad como el ave a volar.
Para Cicerón, “la libertad consiste en ser esclavo de la ley” y, según Aristóteles, “es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos”.
En resumen, toda actividad humana está sustentada en alguna idea que surgió en un inicio y se fue desarrollando en el tiempo.
Notas
Fuente: https://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/el-valor-de-las-ideas-NE5006528
20 de octubre de 2020. ESPAÑA
___Muy buen artículo.
___Es para reflexionar…entonces… no me queda claro…
___¿El Ser Humano es el Homo Faber o es su Conciencia?.
___Un gran abrazo