“Todas las cosas derechas mienten, murmuró con desprecio el enano. Toda verdad es curva, el tiempo mismo es un círculo”.
Así hablaba Zarathustra.
Federico Nietzsche
Toda cultura esta fundamentada sobre una particular percepción del “tiempo”. Para la cultura el “tiempo” lo es todo, una entidad, una propiedad y un proceso. De hecho toda cultura digna de ese nombre ha revelado a su manera, la esencia, la característica y la dinámica del “tiempo”.
I
Pero un análisis menos condescendiente con las ficciones fundacionales de la cultura nos muestra que jamás se logra percibir efectivamente el “tiempo”, sino solamente sus resultados aparentes. Percibir lo que es resultado del “tiempo” no es percibir al “tiempo” como tal, aunque ciertamente el insistente afán de percibir lo imperceptible instaura las categorías fundamentales del pensamiento puro. El problema que de ello se deduce no trata del simple despliegue del pensamiento sobre sus propias ficciones, trata de cómo es posible una actitud vital organizada a partir de fundamentos infundados efectivamente sobre la vida.
El problema, así extraído, no responde a una inquietud intelectual que intenta aclarar una sospecha, o en su defecto, dar un sentido persistente a la existencia que acaece en la inexpugnable “temporalidad”. Más bien constituye el reverso de una existencia que no encuentra en el pensamiento sino un instrumento de deconstitución de la razón instrumental como existencia.
En esta línea, la primera barrera que la estructura de la razón levanta al pensamiento que pregunta por sus fundamentos es justamente la cuestión del “tiempo”. Parecería no haber posibilidad de pensar y no ratificar al mismo tiempo la intervención del “tiempo” en la conciencia. Como si el “tiempo” no fuese producto de una convención utilitaria y por tanto una imaginación, adquiere existencia real y superior a la del hombre.
En este punto nos enfrentamos a dos cuestiones: o admitimos el “tiempo” como una categoría fundacional del pensamiento y la conciencia, o proponemos el “tiempo” como el artificio central en la conformación, organización y dominación de una conciencia colectiva que deviene en la enajenación respecto de las categorías fundacionales de su pensamiento y existencia.
II
La apreciación del “tiempo” comoobjeto de análisis, desemboca al menos en dos posturas aparentemente contradictorias: mirar el “tiempo” como esencia cognitiva o mirar el “tiempo” como historia. Aun cuando no se puede negar que esta remota clasificación ha permitido teorizar las posibilidades de lo propiamente humano, en el sentido que el existencialismo ha dado a la “temporalidad” como aspecto central en el auto-conocimiento del hombre, no dice nada acerca del aparecimiento del tiempo como “concepto puro”.
La “temporalidad” se propone como condición y manera de la propia conciencia; condición en cuanto que la “temporalidad” articula la sucesión y presencia de la multiplicidad de lo existente y manera en cuanto la estructura de la existencia es instante que des-aparece, que deja de ser en su empeño por cobrar existencia.
Se podría rastrear la preocupación sobre la “temporalidad” hasta llegar a los primeros debates sobre el sentido ontológico de lo existente. Entre Heráclito y Parménides aparece ya la notable diferencia de lo transitorio y lo perpetuo, es decir, la definición del ser en su relación con la “temporalidad” definida a su vez por la co-relación de las dos grandes fuerzas del cosmos: la vida y la muerte paradójicamente confrontadas y conjugadas en la existencia.
En determinado momento, sin embargo, la referencia ontológica e incluso la referencia óntica sufrió un alejamiento de lo existente, debido en parte al peso racional que supuso la teorización de un mundo asequible al entendimiento a partir de construcciones simbólicas donde predominó el pensamiento lógico. La consumación de la separación entre pensamiento y realidad devino en el aparecimiento de un universo racional emancipado de las fuerzas del mundo de lo sensible; la vida y la muerte.
La aparición autónoma de este universo de la representación hizo imprescindible la búsqueda de su fundamento en fuerzas trascendentales descubiertas a partir del propio despliegue del pensamiento lógico racional. La definición de estas fuerzas sobre-naturales o más precisamente meta-físicas, no es tan importante como el hecho de su instauración como sustrato fundacional del ser particular del hombre. La concepción sobre el ser particular del hombre pretende escapar a la “temporalidad” mediante una doble propuesta: por un lado estableciendo la eternidad de este ser y por otro reificando la temporalidad, o cosificando el suceso.
III
La eternización del ser y la reificación de la “temporalidad” compondrían un movimiento de refutación de lo que había sido concebido como natural. A partir de esto el hombre quedó fuera de la naturaleza, pero paralelamente obtuvo la posibilidad de super-poner un lenguaje que lo explicaba (aclaraba) todo, incluso los ocultos resultados del devenir. En efecto, la capacidad central de este lenguaje es su posibilidad de pre-decir en cuanto contiene dentro de su estructura la presencia de lo absoluto como garantía de la certeza. No se trata solamente de la revelación de lo que está más allá del instante, sino de la plena identificación de la palabra con lo ente.
El resultado es un impresionante proceso civilizatorio que pone en duda lo real y certifica lo aparente en la medida en que lo real sólo puede ser comprendido como sedimento de la apariencia histórica. Lo real o lo natural como aquello que queda fuera de este espectro de conocimiento y comprensión viene a ser reemplazado por una especie de segunda naturaleza, la naturaleza histórica dónde su dinámica se advierte como la dualidad efímero-eterno. No obstante, no se trata de fuerzas contrapuestas (como en el caso de lo real y su dualidad vida-muerte) sino de dos tipos de consideración de un mismo proceso marcado por la “causalidad”. Es aquí que surge la cuestión de lo “sempiterno”, con sus dos acepciones: como aquello que habiendo tenido principio no tendrá fin, y como el conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema.
Por tanto, el método causal permite calcular la vida en cuanto problematicidad una vez que se ha asumido su eterna duración. En este punto aparece un concepto de vida o de “tiempo” –difícil es precisarlo- como despliegue constante, invariable, uniforme y permanente. Pero lo sempiterno por definición no es lo eterno, es decir, no es aquello que carece de principio y fin, sino que al tener principio está sujeto a una “causa primera” ¡et viola! obtenemos el origen de la ficción fundamental del idealismo: Deus ex machina
IV
El “concepto” de lo infinito supone un orden, no así lo finito, ya que lo finito sólo puede ser lo efímero, aquello imposible de rastrear, de penetrar. En cambio, lo infinito es aquello que puede ser explorado y profundizado. Pero fíjese que a primera vista lo infinito parece acercarnos más a lo indeterminado mientras que lo finito nos acerca a lo determinado. Esta figuración no hace más que evocar el origen real de la conciencia, es decir, la intuición de lo inmediato como centralidad de la existencia cognoscente y la utilización de las mediaciones simbólicas como simples instrumentos de expresión.
Heiddeger afirmó que el enigma de la historia reside en lo que significa su ser histórico. Esta afirmación no puede ser transferida al “tiempo” pues el enigma del “tiempo” no radica en la “temporalidad” como él mismo posteriormente diría “el tiempo es temporal”, sino que el “tiempo” es en sí mismo un acertijo a ser descifrado. En la tarea de su desciframiento se consolida la razón desvinculada de la “temporalidad” y se propone la historia. El enigma de la historia reside en lo que significa su ser histórico, es decir la pregunta sobre la pregunta –el “qué” que nos proyecta hacia delante-, no sobre la vida. No nos sorprende que para Heiddeger la pregunta ¿qué es el tiempo? se convierta en la pregunta “¿Quién es el tiempo? y más en concreto ¿Somos nosotros mismos el tiempo? y con mayor precisión todavía: ¿Soy yo mi tiempo?”, pues el “tiempo” y lo que él llama “ser-ahí” responden ya a la mediación de la historia.
Lo mismo podría ser dicho al afirmar “yo soy mi historia”. Para poder indagar en extensión y profundidad al “ser” se necesita primero que el ser sea infinito, susceptible de ser regularizado y mediatizado. La pregunta por el ser individual, ciertamente efímero, es intrascendente y ociosa en cuanto que el preguntar por lo finito, no garantiza ni la identificación ni la conexión con el todo histórico, no obstante, si el ser individual se disuelve en la historia y en la categorización de la generalidad que ella compone, se garantiza al menos la subsistencia metafórica del ser subjetivo. El ser-ahí es en realidad un haber-sido-en-el-mundo, es decir, es un ser condenado a la historia y a las mediaciones simbólicas de la razón.
La historia es en realidad esencialidad. Es una esencialidad versátil, una representación acorde con el despliegue y movimiento de la vida, pero no deja de ser mediatización en cuanto se constituye como puntal central de una nueva estructura cognitiva que fundamenta el aparecimiento de la vida. Está claro que se trata de un nuevo esquema explicativo absoluto, cuyos dictámenes sobre el aparecimiento de la vida provienen de las conexiones causales. En realidad la historia como cualquier otra producción racional en algún momento desemboca en presunciones que ni pueden ser comprobadas ni dejan de ser arbitrarias en el sentido que dependen de un arbitrio o una facultad que tiene el hombre para adoptar una resolución con preferencia a otra. El caso del evolucionismo es paradigmático. La doctrina de la evolución explica todos los fenómenos, cósmicos, físicos y mentales, por transformaciones sucesivas de una sola realidad primera, sometida a perpetuo movimiento intrínseco, en cuya virtud pasa de lo simple y homogéneo a lo compuesto y heterogéneo. Esta visión de la realidad no hace más que certificar los motivos de una razón que inaugura una única interpretación de la vida a partir de la concepción del “tiempo” como linealidad causal infinita, como continuidad absoluta y como inalterable progreso. ¿Es esto ideología?
El logocentrismo consolida definitivamente la razón instrumental. La transición de la razón, de instrumento a estructura instrumentalizadora, fue un fenómeno que trastocó la conciencia al regularizar el aspecto discontínuo del devenir originario, cosificando el mundo, despojándolo de su particularidad y sujetividad, y sentando las bases de una administración social prepotente. La ilusión totalizadora que la razón instrumental teje, despoja a lo ente de su instante, de su particularidad de su autodeterminación, en otras palabras de su “Physis ”, de su “Caos ” originario para hacerle acaecer en el universo de la determinación, de la identidad en cuanto proyección e introspección de la utilidad, del “Nomos ”
V
“Aquello que no transcurre en el tiempo constituye el propio transcurso del tiempo”
Merleau-Ponty
Para volver a la intuición de lo in-mediato quizá se debe asistir al origen de una ontología intempestiva, una ontología fuera del “tiempo”, pero íntimamente relacionada con la “temporalidad”. Aquí se confirmaría lo existente como aquello que constantemente rompe sus vínculos consigo mismo. Esta cualidad disolutiva del ser expresada como ser-que-se-deshace-para-ser, implicaría una oposición a la metafísica y el conjunto de sus sustituciones. Se pretende restablecer la vida como aporía, como sostén y obstáculo al orden racional, como aquello que justamente en el límite obtiene la real posibilidad de su comprensión. .
Hablamos por tanto de lo inmediato como el verdadero reverso de la metafísica. Lo inmanente es necesariamente lo inmediato, comprendiendo por esto: 1) aquello que se manifiesta espontáneamente, 2) aquello que sucede por la voluntad y el propio impulso de lo dado y 3) aquello que burla la causalidad y la mediación con el fin de transcurrir (existir). Así lo espontáneo no puede transcurrir en el “tiempo” puesto que el “tiempo” es mediatización, es representación y continuidad ilimitada mientras que el transcurso, que es un acontecer finito, sólo se da en la “temporalidad”.
Lo inmediato que des-aparece es recuperado por medio de la representación. Y ya que el “tiempo” es la condición fundamental de la representación se hace palpable la posibilidad de la reversibilidad del “tiempo”. Pero el “tiempo” como representación no sólo es reversible sino que es forzosamente reversible dado que su sostenimiento depende de la omisión de la discontinuidad de la realidad. La figura, imagen o idea que sustituye a la realidad debe bastarse a si misma y para ello debe retornar sobre sí misma una y otra vez. “El eterno retorno de lo mismo” bajo tal perspectiva, tiene una traducción distinta. La circularidad o el proceso que parece no tener fin porque acaba en el punto que empieza, no es más que la estructura fundamental de la racionalidad instrumental o quizá de la razón en general.
Pero consideremos además el paralelismo que existe con respecto al “control”. Este es definido como un dispositivo de regulación cíclico y repetitivo que tiene por objeto enfrentar el cambio. Esto implica por un lado reconocer el “cambio” como elemento negativo, como un elemento indeterminable e impredecible, y por otro, convenir en que la estructura de control es necesariamente prepotente, estática y vigilante, y acelera la sucesión de sus ciclos en función de la complejidad de la estructura socio-organizativa a la que está dedicada, pues lo que se trata de controlar no es el “tiempo” sino la vida, la vida particular e individual de cada ser existente.
De la relación tiempo-control se desprenden ciertos baluartes que van marcando la pauta de perennización de la estructura circular. Se trata de valores de la represión cuyos puntales de acción de encuentran en una “moral de la coerción” y en la “banalización del instante” que terminan –parafraseando a Adorno- desintegrando la experiencia .
VI
La moral de la coerción y la banalización del instante son productos concretos de una estructura cultural destinada a perpetuar el modo de producción económico específico de la razón instrumental. La técnica se vuelve omnipresente a expensas de su consumo. No existe un eje “ético” que cuestiones el movimiento de la técnica en función de “otro” referente igualmente válido y fuerte. Todo referente de oposición se desvanece ante el carácter absoluto de la mediación técnica racional. El sistema socio-económico realmente no significa nada para la técnica que empieza a dictar sus parámetros mediáticos. Si hasta hace poco la “cultural” significaba un paliativo idealista a la crueldad de las contradicciones capitalistas, la razón técnica propone la industria cultural como un proceso de autoeliminación, internalizando el ideal de satisfacción técnica a través del goce de la disciplina y la subordinación. La industria cultural encubre las profundas e irresolutas contradicciones de la metafísica idealista y del sistema de producción capitalista y clausura la posibilidad de revertir el orden asignando un carácter inofensivo a las actividades que se le escapan. El sistema se vuelve una panacea despótica. Su propuesta ética se manifiesta según Marcuse como “cultura afirmativa” resumiéndose más o menos en el siguiente fragmento:
“Aprender a administrar nuestro tiempo, a planear nuestras actividades, a trabajar diariamente en nuestros sueños y metas nos permitirá vivir la vida de un modo proactivo. Al hacerlo, estaremos actuando de acuerdo con prioridades y valores previamente establecidos. De todos los eventos que ocurren a diario en nuestras vidas, unos podemos controlarlos y otros no. Si logramos hacerlo con aquellos que están bajo nuestro control, tendremos como resultado una mayor productividad. Analiza cuáles de ellos puedes controlar y piensa que la verdadera clave de la administración del tiempo consiste en asegurarnos que hay una correspondencia entre nuestras actividades diarias, nuestros sueños, metas y valores. Esta correspondencia no es más que el construir nuestra vida asegurándonos que los cimientos y las bases sean sólidos. Construye tu vida a través de cada uno de los eventos que puedes y debes controlar y recuerda que sólo cuando tus actividades diarias van de acuerdo con tus prioridades mas importantes, con tus valores, con tus sueños y con tus metas a largo plazo, sólo entonces podrás esperar experimentar paz interior ”.
Según lo anterior no podemos estar más de acuerdo con Zerzan quien opina que “el “tiempo” tiende continuamente hacia una regularidad y una universalidad cuyos rigores son cada vez más estrictos. Como escribió Bertrand Russell (1929), «la importancia del “tiempo” está menos relacionada con la verdad que con nuestros deseos». Existe un anhelo que se ha vuelto tan palpable como el tiempo; y la negación de nuestros deseos no puede calibrarse de manera más definitiva que a través de esta vasta construcción abstracta . Y en otro lugar señala: “El desarrollo del sentido del “tiempo” -esto es, la aceptación del “tiempo”- constituye un proceso de adaptación a un mundo cada vez más cosificado. Se trata de una dimensión construida que se erige en el aspecto más elemental de la cultura. La naturaleza inexorable del “tiempo” lo convierte en un insuperable sistema de dominación.
VII
La liberación de la sensibilidad pasa necesariamente por la deconstrucción del “tiempo” como espacio ad infinitum donde se asienta el reino de la necesidad. Pero la lucha individual por la inmediatez, por la satisfacción del deseo, por la experiencia y la recuperación del sentido subjetivo, no necesariamente trastocan la terrible situación a la que nos expone el orden cultural actual. La liberación de la sensibilidad pasa por la desvalorización social del desprecio del instante y la estructura política-cultural que le sustenta; por el establecimiento de programas que transformen definitivamente el orden material de la vida; por el florecimiento de filosofías que no se desliguen de las causas profundas de la ruptura entre el hombre y la naturaleza y entre los mismos hombres; por la recuperación de la voluntad.
La recuperación de la voluntad debe ser leída: como la recuperación de la vida; como el alejamiento del extravío que supone el progreso de la verdad en su lucha contra la sensualidad, el deseo y el placer; como recuperación del cuerpo; como recuperación del instante; como liberación del orden del “tiempo”.
Textos consultados.
(Visitados desde el 1 de enero al 30 de marzo de 2007)
– BARRIOS, José Luis. El asco y el morbo: una fenomenología del tiempo http://www.fractal.com.mx/F16barri.html
– BUENO, Gustavo. La nostalgia de la barbarie, como antiglobalización. Antílogo al libro de John Zerzan, Malestar en el tiempo. Ikusager, Vitoria 2001.
http://www.filosofia.org/aut/gbm/2001zer.htm
– CRUZ, Camilo – Taller del Éxito. El control del tiempo
http://www.gestiopolis.com/canales/derrhh/articulos/36/ctrlti.htm
– DIZ GARCÉS, Edda. La jornada laboral es sagrada
http://www.trabajadores.cubaweb.cu/columnistas/edda/jornada.htm
– El control del tiempo
http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/contextos/2627.htm
– El origen del Tiempo
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/historia/histdeltiempo/pasado/tiempo/p_origen.htm
– FERICGLA, Josep Mª “El hilo encadenante o el tiempo en las culturas”. http://www.etnopsico.org/textos/el_tiempo.htm
– HEIDEGGER, Martín. EL CONCEPTO DE TIEMPO. http://www.heideggeriana.com.ar/textos/tiempo_pallas_escudero.htm
– LA PUNTUALIDAD
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/educ_civica/La_Gracia/Puntualidad/Puntualidad.htm
– LORENTE, Miguel. “El espacio-tiempo sigue siendo un enigma para la ciencia y la filosofía”
http://www.tendencias21.net/El-espacio-tiempo-sigue-siendo-un-enigma-para-la-ciencia-y-la-filosofia_a1347.html
– MARCUSE, Herbert. Cultura y Sociedad
http://www.nodo50.org/dado/textosteoria/marcuse2.rtf
– MARCUSE, Herbert. Notas para una nueva definición de la cultura.
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http://www.enfocarte.com/3.20/filosofia.html
– MARCUSE, Herbert. La Ideología de la muerte.
Traducción Juan Ramón Capella
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http://viasantos.com/pense/down/origen_de_las_ideas_morales.pdf
– ¿Qué es el tiempo?, Translation to English: What is Time?
http://www.fcaglp.unlp.edu.ar/~ostrov/bolas.html
– TRÍAS, Eugenio Instante y eternidad (Un diálogo con Nietzsche)
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-ZERZAN, John. Running on Empty «Corriendo en el vacío»
www.adbusters.org
-ZERZAN, Jhon. EL TIEMPO Y SUS DESCONTENTOS.
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-ZERZAN, Jhon ESAS COSAS QUE HACEMOS.
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-VERMAL, Juan luis. EL ETERNO RETORNO: EL TIEMPO RECONSIDERADO. En La crítica de la metafísica en Nietzsche, Anthropos, Barcelona, 1987, capítulo 7.
www.nietzscheana.com.ar/vermal_eterno_retorno.htm
Escritor. Filósofo, poeta autodidacta. Obras: En el Más Cercano Límite del Cataclismo, Poesía del Caos. Quito, Ed. Abya Yala, 2006. El Brillo de lo Incierto, Aforismos Insólitos. Quito, Ed. Abya Yala, 2005. Contacto: [email protected]