Corrían los últimos días de 1899 en la ciudad de Weimar y la nieve cerraba el paso de la puerta de entrada a la casa de Elisabeth Förster-Nietzsche. Su hermano, Friedrich Wilheim Nietzsche, que se había trasladado a vivir con ella tras la muerte de su madre, caía postrado en cama, la que en los siguientes meses sería su lecho de muerte. Friedrich moriría solo y marginado, como para corroborar el aforismo de que todo hombre muere como ha vivido.
Catorce años antes Friedrich Nietzsche exponía, en su famoso libro Así habló Zaratustra, la esencia de su cosmovisión y anunciaba la venida del superhombre. Este, el superhombre, es la cúspide de un proceso de desarrollo en tres etapas, la primera correspondiente al nihilista pasivo, que es incapaz de darse cuenta de que su existencia misma niega la vida; la segunda, del nihilista activo, donde se da cuenta de la negación de la vida y lucha por su renovación y, finalmente, la vuelta al niño, el renacimiento de la capacidad de asombro, de la inocencia y de la creatividad.
El pensamiento del filósofo alemán generó un sinnúmero de interpretaciones, y aunque su influencia puede ser comprada con la de Hegel o Schopenhauer, generalmente fue mal interpretado. El propio Nietzsche decía: “A pesar de que siempre se me entiende mal y vilipendie por mis ideas, nunca me quejé de ello, porque precisamente éste es mi destino”.
Una de las más certeras e imaginativas interpretaciones de la filosofía de Nietzsche en lo referente al superhombre fue realizada por el escritor y director de cine Stanley Kubrick en su película 2001 Odisea del espacio. Para quienes recuerdan este clásico del cine, comienza con una magistral presentación del ascenso del hombre sobre el fondo musical del poema sinfónico Así habló Zaratustra de Richard Strauss. De allí en adelante la cinta cinematográfica se desarrolla en una secuencia de simbolismos, donde el director norteamericano parece seguir el pensamiento del filósofo alemán.
El hombre, guiado por una fuerza superior, representada por un monolito que aparece en tres momentos de inflexión del desarrollo humano, transita hasta encontrar la puerta a la cuarta dimensión que lo convertirá en superhombre. Cuarta dimensión no solamente en el sentido físico, es decir la sombra de algo que en nuestra dimensión solamente lo vemos como un monolito, sino en el sentido trascendente al que se refería Nietzsche. El ingreso a esta nueva dimensión, representado por el feto que gira en torno a la tierra, será la liberación de las limitaciones, la vuelta a la inocencia y la aparición del superhombre.
Fuente: http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/superhombre_0_2183781621.html
20 de diciembre de 2014. BOLIVIA