Después de una charla de dos horas del joven escritor Rossel Montes, sobre la historia de la metafísica en el mundo occidental, importa para nosotros recapitular los temas del pensamiento que más han pervivido en las academias, en las autodidaccias, en la cultura libresca y en la mejor sensibilidad humana. La charla fue ofrecida en el interior del grupo de reflexión y lectura pluralista “Kurt Gödel”, en cuyo círculo de amistad han participado, en los últimos ocho meses, los jóvenes “Riguito” Erazo y Josué Danilo Molina, con sendos contenidos científicos; relacionados con física teórica y con “física de partículas”.
Mientras Rossel Montes se centraba en los más importantes tópicos de la historia de la filosofía presocrática, pasando luego por Aristóteles, Descartes e Immanuel Kant, hasta desembocar en la filosofía del ser de Martin Heidegger, nosotros reflexionábamos en silencio sobre el posible sentido verdadero de la vida. Porque aunque seamos unos auténticos apasionados de la historia, de la economía y de otras disciplinas conexas, las únicas estructuras del pensamiento (si así pudiéramos decirlo) que permiten la búsqueda intensa de algún sentido genuino en los empalmes de la existencia física y espiritual del “Hombre”, son la filosofía y la poesía. (Y algunos añadirían que el arte en general).
La filosofía, para decirlo a la manera del dramaturgo, poeta y pensador alemán Wolfgang von Goethe, busca las conexiones de los seres y las cosas, tratando de imprimirle racionalidad al orden y al caos asimétrico del universo. La mejor poesía intenta transitar las vías irracionales inconexas (pero también las más o menos racionales) de la vida concreta y del alma de los individuos, sean soñadores o, muy a su pesar, lineales y pragmáticos.
No se trata de las preguntas trilladas sobre el “yo” y el sentido de la vida que formulan los expertos en publicar libros de autoayuda motivacional. Se trata de preguntas más complejas (o de mayor profundidad conceptual) que se remontan al discurso filosófico elaborado en versos por Parménides, sobre “el ser o el no ser”, en la lejana época de los filósofos preplatónicos. Preguntas que han sido insuficientemente contestadas y sobre las cuales han realizado interesantes aproximaciones los filósofos de la modernidad como Descartes y Kant, y con mucho rigorismo por los filósofos del siglo veinte (precursores del desconstruccionismo) como Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre y otros de reciente data.
Ha habido épocas de relativa oscuridad y estancamiento filosófico. Pero al final resurge el Ave Fénix de la luz de los mejores pensadores que formulan y reformulan, desde nuevos ángulos, los problemas que más le interesan al “Hombre”, como el sentido verdadero de su paso por la existencia concreta, y también sobre los límites y posibilidades del conocimiento. Los apasionados de las disciplinas particulares que son expertos en socar o en aflojar una tuerca, y que por ello mismo se burlan de la filosofía y del quehacer de los filósofos (al igual que se burlan de los buenos poetas) al final de la tarde, cuando comienzan a crujir los portones chirriantes de la soledad, intentan encontrar el refugio indispensable en la meditación filosófica; e incluso en la teológica que antes rechazaban.
La tarde del otoño amarillento aprieta el paso, y las enfermedades individuales también, razón suficiente por la cual estamos más abiertos a escuchar, con respeto, las palabras y las sugerencias bienhechoras de los demás. Y más abiertos al pensar filosófico trascendente; aquel que se pregunta por la razón de ser del “Hombre” mismo.
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Fuente: http://www.latribuna.hn/2011/07/24/el-sentido-de-los-seres-y-las-cosas/
Honduras. 24de jul. de 11