Se han cumplido 125 años del nacimiento de este pensador que fue alumno de Heidegger pero se distanció de él por su apoyo al nazismo
En el mundo de la Filosofía, al igual que en otras disciplinas de la vida, también ocurre que los discípulos se vuelven contra sus maestros. Este es el caso de Karl Löwith, nacido en Múnich un 9 de enero de 1897 (acaban de cumplirse 125 años), y de su maestro Martin Heidegger. Quien configuró el elenco de sus primeros discípulos, tras formarse con el también filósofo Edmund Husserl, se convirtió en uno de sus críticos más acerados e implacables. Al igual que sus mentores, Löwith bebió de las fuentes de la fenomenología, movimiento filosófico del pasado siglo fundado por el citado Husserl y caracterizado por su pretensión de radical fidelidad a lo dado, a lo que realmente se ofrece a la experiencia, para describir los rasgos esenciales, las esencias de los diferentes ámbitos de la realidad que en esta actitud se manifiestan.
La fenomenología persigue un ideal de cientificidad rigurosa que se propone como fundamento del saber científico, articulado en disciplinas. Para la fenomenología, ‘fundar’ significa ‘ver’ y, frente a la deducción y al constructivismo, privilegia la ‘intuición’, la ‘visión de la esencia’, a la par que considera que, además de la intuición empírica o percepción, existe la intuición de las esencias o formas universales de las cosas. Los fenómenos son las cosas tal y como se muestran, tal y como se ofrecen a la conciencia, y la intuición es el instrumento fundamental de conocimiento. A diferencia de las corrientes empiristas, la fenomenología no limita la intuición al mundo de la percepción, sino que acepta variadas formas de la misma (las cosas físicas se presentan a nuestra conciencia de otro modo que los objetos matemáticos, las leyes lógicas, los valores estéticos, los valores éticos, o las propias vivencias) articuladas por la perfección en el mirar para captar los diversos tipos de vivencias, de sus géneros y especies, y de las relaciones esenciales que entre ellas se establecen. La fenomenología no es un movimiento homogéneo pues en él perviven distintas interpretaciones, tanto en el método como en las tesis doctrinales, lo que se manifiesta en sus principales representantes, desde Husserl a Maurice Merleau-Ponty, pasando por Alexander Pfänder, Max Scheler, Dietrich von Hildebrand, Martin Heidegger o Jean-Paul Sartre.
La Filosofía del siglo XX, concebida como una sucesión intermitente y variable de ‘instantes filosóficos’ y no como un proceso gradual y continuado, tiene como hilo conductor al pensamiento fenomenológico cuyo origen, como ya citábamos, habría que situar en Husserl y Heidegger. En este ámbito, Löwith, crítico del historicismo con base en sus estudios sobre el idealismo alemán, configuró inicialmente su pensamiento analizando los supuestos teóricos del pensamiento de Hegel, Marx y Nietzsche (‘De Hegel a Nietzsche’, 1941), destacando los vínculos del pensamiento de Hegel con el existencialismo y colocando el pensamiento de Marx junto al de Kierkegaard, como efecto de un desarrollo crítico del hegelianismo. Ya en estos momentos, rechaza la ruptura entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu y la ‘historización del Ser’ en favor del antiguo concepto de naturaleza humana. Por ello, se distancia de Heidegger, reprochándole, tanto a él como al existencialismo, el haber desligado la auténtica realidad humana de su naturaleza.
Cristianismo, dilema cultural
Recordemos que la filosofía de Löwith emana de los sucesos derivados de la caída del II Reich tras la Primera Guerra Mundial y de la Alemania convulsa y desgarrada del período comprendido entre esta y 1945, en la que el mundo burgués cristiano fue duramente cuestionado. En estos momentos, el filósofo alemán, claramente influenciado por Nietzsche, se plantea como problema esencial de análisis el cristianismo como dilema cultural. La influencia nietzscheana se manifiesta en sus críticas a Heidegger y de ahí que, a su consideración del cristianismo como un avatar de la larga historia del nihilismo, contraponga Löwith el argumento de que el nihilismo es la consecuencia del asesinato de Dios por parte del ser humano.
La historia de la filosofía de Löwith tiene tres fases claramente diferenciadas por las distintas relaciones que mantienen entre sí Dios, el mundo y ser humano. El camino de la filosofía transcurre desde la cosmoteología griega hasta la moderna emancipación del ser humano, pasando por la antropoteología cristiana. Por eso su filosofía engloba la historia del pensamiento alemán del siglo XIX. Después de la muerte de Hegel, reflexionó sobre la crítica de la conversión de la Filosofía en activismo teórico, la denuncia de la persistencia de los presupuestos de la Teología luterana en la Filosofía alemana (crítica de la filosofía de la historia) y la búsqueda del concepto del mundo, mediante una antropología de corte naturalista, en la que se encuentra el núcleo de su filosofía. Ni voluntad ni ser creado, sino eterno juego de fuerzas que crea y destruye y así se perpetúa, esto es el mundo. En su obra ‘El individuo en su carácter como prójimo’ (1928) teoriza, antropológicamente, sobre la noción de intersubjetividad en la cual, engarzando críticamente con las ideas de Heidegger, instaura la primacía de las relaciones con el otro para la experiencia del mundo y analiza el estatus ontológico de dicha relación.
Löwith creó una sólida obra filosófica que oscurece las discrepancias con su maestro
A esta primera obra podemos añadir ‘Max Weber y Karl Marx’ (1932), ‘Kierkegaard y Nietzsche’ (1933), ‘Nietzsche’ (1935), ‘Jacob Burkhardt’ (1936); ‘De Hegel a Nietzsche’ (1939), ‘El sentido de la Historia’ (1949), ‘Heidegger pensador de un tiempo indigente’ (1953), etc. y la que es su obra magna ‘Historia del mundo y salvación’ (1949), la que más influyó sobre la Filosofía política y en la que se centró en el debate sobre la secularización sin abogar por retornar a una visión teológica de las cosas humanas. Para ello, examina críticamente los fundamentos comunes de la Teología y de la Filosofía de la Historia e insta a interrogarse sobre los fundamentos metafísicos que han pasado desapercibidos para la racionalidad occidental.
Löwith considera el desarrollo del pensamiento europeo como un proceso de secularización de la visión bíblico-teológica de la Historia, caracterizada a su vez por la esperanza de un «futuro del más allá», y observa con perspicacia que la modernidad de la Filosofía de la Historia es su carácter secular.
Karl Löwith es mucho más que el alumno atraído, como otros muchos pensadores, por la fascinación que ejerció Heidegger en la década de los años veinte del pasado siglo. Creó una sólida obra filosófica que oscurece las discrepancias con su maestro, el rechazo que le produjo el nexo que este construyó entre existencialismo y nacionalsocialismo y su decidido apoyo al régimen nazi.
Notas.
Fuente: https://www.elcorreo.com/culturas/territorios/mundo-secularizado-karl-20220129194225-nt.html
30 de enero de 2022