Leer los Diálogos de Platón es trasladarnos a un mundo antiguo, pero cuyo contenido resulta, en la mayoría de los casos, de actualidad. No crean que esos veinticinco siglos que nos separan distan mucho de los problemas que ahora nos afectan. Ni tampoco el de los presocráticos que les precedieron. (No se asuste el lector por estos temas filosóficos, pues, aparte de ser serios, pueden ser divertidos).
Releyendo, pues, uno de los diálogos, el conocido Mito de la caverna, una alegoría para mostrar la diferencia entre el conocimiento y la ignorancia, vemos cómo Platón escenifica su comentario con unos prisioneros inmovilizados en el interior de una cueva en la que solo pueden ver en una única dirección y contemplar el paso de seres y objetos por el exterior proyectando sus sombras, confundiendo a estas con la realidad. Solo uno de los más arriesgados, después de conseguir liberarse, pudo contemplar el exterior, no sin gran esfuerzo y tras un período de adaptación a la realidad.
Es posible que muchos estemos encadenados hoy en una mítica caverna, sometidos a las diversas y contrapuestas informaciones, contradictorias, muchas veces, a las que tenemos parcialmente acceso. La oscuridad de la caverna nos impide ver la luz. Creemos ver la realidad y solo vemos sombras a las que confundimos con ella. El problema es más grave aún cuando el prisionero lo es por voluntad propia. Es más fácil ser animal rebañego -diría Nietzsche- y no enfrentarse -diríamos nosotros- con la cruda realidad cerrando los ojos ante la luz.
Quizá, llevamos mucho tiempo sumidos en la oscuridad -en la ignorancia- y, como le sucede al prisionero, en cuanto queremos salir de ella la luz nos ciega -el conocimiento-. Con los ojos cerrados no realizamos ningún esfuerzo; con los ojos abiertos nos implicamos en lo que ocurre a nuestro alrededor. Y ello nos obliga a la responsabilidad. Y la responsabilidad, a la acción. Por tanto, salir o no salir de la caverna: esa es la pregunta.
Fuente: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/noticia.asp?pkid=563996
SPAIN. 24 de mayo de 2010
Veo que tienes razón al plantear la idea de la caberna, sin embargo, creo que en las condiciones actuales de la sociedad, ver la luz nos inmobiliza, las responsabilidades son demasiadas en esta realidad.