A la Universidad de Los Andes, en sus 230 años
Finalmente estaba allí. Llevaba días escondiéndose pero finalmente lo encontré. En pleno centro, al final de la calle Riguilis, detrás del Museo Bizantino y el Palacio Saroglión, a pocos pasos de la estación Evanguelismós del metro de Atenas. Más abajo está el Conservatorio Nacional y la Avenida Rey Constantino, que hoy ciega lo que un día fue el río Iliso. En la entrada, un sencillo cartel anuncia: “Sitio arqueológico del Liceo. Horario de visitas…”. Se trata de unas ruinas muy mal conservadas, apenas unos cimientos, y sin embargo, ¡cuánto significa este lugar para la historia del pensamiento, para la historia de la humanidad!
Se cree que los jóvenes atenienses venían a este lugar a ejercitarse desdetiempos muy remotos. Al este de la ciudad, pasando la puerta de Diochares a través de las murallas, cruzado el viejo camino a Mesogía, había un pequeño bosque y un templo dedicados a Apolo Licio, “protector de los lobos”. El lugar ofrecía ventajas a los deportistas, frente a la colina del Licabeto, a pocos pasos del río Iliso, debió ser un sitio fresco y con abundante agua para estar en verano, que es cuando el tiempo se pone bueno para ejercitarse al aire libre. Aquí los atletas practicaban el boxeo, la lucha y el pankration, una mezcla de ambos en el que el vencedor debía derribar tres veces a su contrincante. Parece que el primero en construir aquí un gymnasion fue Pisístrato. Poco a poco el lugar fue frecuentado más y más, no solo por los jóvenes que venían a ejercitarse, sino por maestros y filósofos, de modo que el Lykeion fue convirtiéndose también en un espacio cultural y educativo. A Sócrates le gustaba visitarlo, dice Platón, y Gorgias y Aristófanes dan cuenta de su importancia como lugar de enseñanza. Aquí poco a poco se fue materializando ese ideal de educación de los antiguos griegos que conjuga la excelencia del cuerpo y del alma.
No fue por tanto un azar el que Aristóteles escogiera el Lykeion para fundar su escuela. Hijo del médico personal del rey Filipo de Macedonia y él mismo preceptor de su hijo Alejandro, Aristóteles había sido enviado a estudiar a Atenas a los 17 años y había seguido a Platón durante veinte años más. Ahora que el maestro había muerto y él era un hombre inmensamente rico, no le debió ser difícil hacerse con el predio. Al viejo edificio hizo añadir otras habitaciones que albergaran su inmensa biblioteca. Por las mañanas caminaba por el bosque conversando con sus discípulos, que era su manera de enseñar, y por las tardes dictaba conferencias públicas. Si la Academia de Platón era de carácter místico y sus alumnos destacaban en las matemáticas, Aristóteles fue el primero en desarrollar un método verdaderamente científico para estudiar al hombre y la naturaleza. Por eso debió acondicionar también habitaciones para los laboratorios y las colecciones de conchas marinas y animales disecados, así como un huerto para sus experimentos de botánica. De esta manera se fue configurando nuestro modelo de Universidad como lugar de cultivo del cuerpo y el alma: un sitio retirado y tranquilo, espacios para el estudio, instalaciones deportivas para el cuerpo y la salud, y sobre todo una gran biblioteca que atesore todo el conocimiento precedente y producido como corazón del edificio. Se sabe que la biblioteca del Liceo sirvió de modelo para las que después se fundaron en Pérgamo y Alejandría.
En 1996, un proyecto para construir el Museo de Arte Contemporáneo de Atenas escogió aquel terreno baldío. A los primeros movimientos de tierra afloraron los restos y los arqueólogos sospecharon de inmediato que se trataba del Liceo. Allí estaba todo como lo describió el romano Vitruvio en su De architectura dos siglos después: en torno al patio central donde se ejercitaban los atletas (la palestra de 50 x 48 mts. orientada de norte a sur), un pórtico de unos 3mts. de ancho da paso a los diferentes espacios. Al norte están los vestuarios y las salas donde los atletas se untaban el cuerpo con aceite y se lavaban. A los lados están la biblioteca y los laboratorios. Aquí escribió Aristóteles sus obras más importantes, aquí se abrió la primera biblioteca para uso de la primera comunidad científica, aquí se fundó, estrictamente hablando, la primera universidad. Junto a las ruinas, los restauradores tuvieron el gusto de plantar un bosque con especies mediterráneas. Olivos, cipreses, higueras y granados nos recuerdan el viejo bosque de Apolo, pero también rinden homenaje al primer tratado de botánica que aquí escribió Teofrasto, el discípulo de Aristóteles. Hoy, los cimientos del Liceo se conservan para recordarnos que aquí comenzó a edificarse el conocimiento de la humanidad. En estos días, cuando el pensamiento y la cienciaaristotélica están más vigentes que nunca, conmueve mirar las ruinas del Liceo destrozadas por el tiempo. Será porque las palabras y el conocimiento son mucho más resistentes que la piedra.
@MarianoNava
Fuente: http://www.eluniversal.com/opinion/150313/el-liceo-de-aristoteles
13 de marzo de 2015. VENEZUELA