Para entender por qué a Argentina le ha ido mal en los último años, cuando podría estar cerca de Francia, de Alemania, de Estados Unidos o de Australia, es necesario adentrarse en su cultura política. Escribe Javier del Rey Morató en Safe Democracy que sus elites se han encapsulado en la realidad nacional del peronismo (o del antiperonismo) lo que ha supuesto un desastre para la política, para la cultura y para la economía.
En 1947, la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, convocó el Primer Congreso Argentino de Filosofía. Por decreto del 20 de abril de 1948, Perón decretó la nacionalización del Congreso, que se convirtió en Primer Congreso Nacional de Filosofía.
El internauta se estará preguntando: ¿se puede nacionalizar un congreso de filosofía? Alguien ha dicho que poder viene de se puede, y Perón tenía poder para decidir ese y otros disparates.
LOS FILÓSOFOS RECIBEN LECCIONES DE PERÓN
El 9 de abril de 1949, en Mendoza, 284 filósofos de todo el mundo escuchaban el interminable monólogo del general Perón, presidente de la República:
Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía. El destino me ha convertido en hombre público. En este nuevo oficio, agradezco cuanto nos ha sido posible incursionar en el campo de la filosofía. Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político mundial.
Traducido: Perón era Alejandro, también tenía a su Aristóteles, y el peronismo era una novedad en el mundo.
Desconocemos la letra pequeña de aquella historia, no sabemos si los filósofos que le escuchaban cuchicheaban, hacían chistes, dormían la siesta, intercambiaban cromos o se habían ido al bar del Teatro Independencia de Mendoza. Porque aquello no era una conferencia: Perón les había leído un libro, que luego se publicó con el nombre La Comunidad Organizada.
El lector puede imaginar la escena: Bertrand Russell (Cambridge), Werner Jaeger (Harvard), Jacques Maritain (Princeton), Hans-Georg Gadamer (Frankfurt), Martin Heidegger (Todtnau), Julián Marías (Madrid), Alceu Amoroso Lima (Rio de Janeiro), José Vasconcelos (México), Benedetto Croce (Nápoles), Karl Jaspers (Basilea) y Miró Quesada (Lima)… ¡recibiendo una lección de filosofía de Perón! Imaginamos lo que hubiera dicho Arturo Uslar Pietri: ¡realismo mágico!
CUANDO LA TEORÍA SE CONVIERTE EN DOGMA
Risieri Frondizi escribe que, en América Latina, el político siente la necesidad de dar base filosófica a su actuación.
Eduardo Frei (1911-1982) expuso los fundamentos filosóficos de su actividad política en La Política y el Espíritu. Lo propio pretendieron Allende, Castro, y –a su manera– Chávez. Frondizi añade que la teoría se convierte en dogma al llegar a nuestras playas. Pero esa búsqueda se troca en caricatura cuando imaginamos la lección que Perón dio a los filósofos de todo el mundo.
Porque hay algo de patético en aquella escena, alguna anomalía que nos urge aclarar, para entender todo lo que vino después, para entender por qué Argentina –que pudo estar cerca de Francia, de Alemania, de Estados Unidos– se deslizó hacia el Tercer Mundo.
Si esto no fuera un artículo, sino un tribunal, avanzamos el veredicto: el acusado es declarado culpable.
Pero entendámonos: Perón fue posible porque otros creyeron e hicieron suya su ficción, el guión que el general inventó para seducir a los incautos y persuadir a los dubitativos tuvo éxito porque su lenguaje supo interpretar el déficit social de felicidad que padecía el pueblo argentino.
En Holanda, Suecia, Dinamarca o Gran Bretaña Perón hubiera sido un actor de teatro, un payaso afortunado, acaso el gerente exitoso de un circo, o el encargado de una empresa estatal de entretenimiento. ¿Por qué lo que es inimaginable en Londres, en Ámsterdam o en Estocolmo es posible en Buenos Aires? La pregunta remite a la filosofía.
Y la filosofía nos permitirá decir algo sobre la cultura política argentina. Porque podemos pensar que en aquella escena está encriptado el drama de Argentina.
LOS ISMOS EN AMÉRICA LATINA
Miró Quesada (1918) –que escuchó las palabras de Perón aquel día de abril de 1949–, escribe que la filosofía creada por la cultura occidental condujo al pensamiento hacia un compromiso con la acción: la metafísica se constituyó en base esencial de la praxis política. Pero el peruano añade algo más: en América Latina sucedió lo opuesto, pues fue la praxis política la que buscó ampararse en cualquier doctrina metafísica, o filosófica, para justificarse.
Y es que en América Latina la política no procede teóricamente del pensamiento filosófico, sino que la búsqueda de ese pensamiento filosófico es posterior. Y es en esta peculiar relación entre filosofía y política que Miró Quesada ve una distorsión teórica, fenómeno que se produjo con el movimiento de emancipación, con el positivismo, con el marxismo y con el peronismo.
Perón no sólo es un caso claro de lo que dice Miró Quesada, sino que constituye su caricatura: no sólo busca una filosofía, sino que quiere sentar fama de sabio, y si hace falta expropiar y nacionalizar un congreso de filosofía, para eso está el Poder Ejecutivo, que él preside.
Que la impostura de Perón haya sobrevivido a su largo exilio madrileño, que haya perdurado tras su muerte, que se haya erigido un mausoleo a su memoria, y que el general siga ganando batallas electorales más de treinta años después de su desaparición física –falleció en 1974–, arroja dudas más que razonables sobre la cultura política de los argentinos, y sobre su capacidad para asumir los desafíos de la globalización.
LAS ELITES DEDICADAS A LA POLÍTICA INTERIOR
Unas elites dedicadas predominantemente a la política interior, contaminadas por el populismo de un caudillo narcisista y demagogo, en las que la memoria es más fuerte que el proyecto, y en las que los favores a los correligionarios y la zancadilla a los adversarios –como atributos fundamentales del liderazgo político– parecen ser motivo de admiración, cuando no de veneración, no tienen tiempo de mirar más allá de sus fronteras, como hacen Brasil, México o los Estados de la Unión Europea.
Y encapsularseen la realidad nacional tiene consecuencias: supone un desastre cognitivo, con consecuencias para la política, para la cultura y para la economía, que hoy son más evidentes que nunca.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/tizas.php/2008/07/15/el-drama-de-argentina-esta-en-su-cultura
15.07.08