El otro día tuve una conversación con el filósofo griego Aristóteles sobre la política en nuestra sociedad actual. El tipo me pareció muy centrado y muy majo la verdad. No tenía realmente una imagen de él, pues sólo le había leído, nunca había tenido la ocasión de hablar con él. Hasta hace unos días, todo esto cambió.
Lo primero que me chocó es que realmente él no andaba preocupado por la semana laboral de 4 días, pues si algo tenía, era tiempo para pensar y ocuparse de su sociedad, de su polis. Desde el principio de la conversación me confirmó su grado de interés por la democracia y la política que él situaba como una tarea fundamental para los ciudadanos. Claro, yo aquí, le tuve que cortar y le saqué los últimos datos del CIS, donde se refleja la brutal desafección que la gente tiene hacia la política, donde ya es vista más como problema que solución. Se sorprendió mucho y me vino a decir que éramos idiotas. En la Antigua Grecia, ser un «idiota» significaba ser alguien que no participaba en los asuntos públicos y solo se preocupaba por sus intereses privados.
Discutimos también la situación actual de la democracia, le comenté que ésta pasaba por horas bajas. Sin embargo, ambos coincidimos en que la democracia es el mejor sistema político para garantizar la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos, y que es necesario trabajar para mejorarla.
También hablamos lógicamente de la relación entre política y guerra. Aquí me comentó que es importante que los líderes políticos estén comprometidos con la paz y la resolución de conflictos sin recurrir a la violencia. Vaya, no hemos aprendido mucho. 2.000 años después de sus enseñanzas y la guerra sigue aquí fuera y dentro de nuestro continente. Ya en ese momento sin saber porqué se me ocurrió sumar a Kant y Carl Schmitt a tan agradable charla.
No. No me estoy inventando nada, tengo toda la conversación grabada. Y es que todo esto sucedió en una aplicación de inteligencia artificial, en la que uno puede mantener conversaciones reales con personajes históricos, ficticios o incluso con cosas. Basta con programarlos con un pequeño corpus de sus principales ideas y a partir de ahí empieza la magia, la red neuronal es capaz de responder a mis preguntas como si conversáramos con ellos, obteniendo respuestas de una manera asombrosa, con un nivel de lógica y coherencia abrumador.
Estoy llegando al final de mi conversación con Aristóteles, él seguía firme en la convicción de que no hay alternativa viable a la política para establecer una sociedad justa y equitativa. Así que salté a conversar con Hannah Arendt, fue fascinante poderle preguntar sobre su historia vital y aproveché para contarle la conversación que acababa de mantener con mi amigo Aristóteles. Me sorprendió gratamente como conocía sus ideas y como las conectó con su ‘pensamiento’ al decirme que la política es algo natural e inevitable en la vida humana. El ser humano está hecho para estar con otros, por eso lo político era tan crucial, zanjó.
No me pude detener allí, metí a Churchill en la conversación y la cosa se desmadró un poco la verdad. No perdí la oportunidad de cruzarme algunas palabras con Marx, incluso mantuve una breve conversación con el pirado de Hitler. Con todo esté sufé en mi cabeza debo decir que el tiempo me pasó volando, disfruté muchísimo utilizando una tecnología tan nueva y tan potente que va a cambiar muchas cosas, veremos si alcanza también a la política.
Sea como sea, incluso sabiendo que todo lo que salía de esas conversaciones era inventado por una máquina y unos algoritmos, no me importó mucho, pues me sirvió para pensar en voz alta sobre estos temas clásicos como política o la democracia hoy diluidos. A mi me gustó, así que me parece una buena herramienta y la recomendaré a mis alumnos de Historia de las Ideas Políticas.
Tal vez, hoy para ser modernos y buscar soluciones a estos viejos/nuevos problemas debamos leer a los clásicos y ahora además conversar con ellos.
Notas
Fuente: https://www.diariodemallorca.es/opinion/2023/05/03/dia-conoci-aristoteles-86787864.html
3 de mayo de 2023. ESPAÑA