Se suele decir, y con fundamento, que Sigmund Freud modificó la manera de entender al hombre. Sus conceptos acerca del sujeto, objeto, tiempo y espacio, además del concepto de inconsciente (freudiano), escritura interna y la traducción, transcripción y transliteración de las huellas mnémicas han dado y siguen dando mucho que pensar.
Para Freud, el sujeto es, por así decirlo, un cúmulo inconmesurable de huellas mnémicas en constante movimiento, el objeto fundante y la huella primordial son algo irremediablemente perdido, el tiempo es el tiempo del inconsciente, por tanto, no es tiempo lineal sino atemporal.
Así, la vida impelida por las pulsiones (Eros y Tánatos) no es más que un constante diferir de huellas en el camino al retorno, a la muerte. Ya no hablamos, después de él, de vida y de muerte, sino de vida-muerte.
La técnica sicoanalítica, a decir de Freud, debe tratar de hacer emerger el inconsciente y con ello levantar la represión para poder hacer retornar las vivencias traumáticas del “allá y entonces” al “aquí y ahora” para poder elaborar los eventos traumáticos y el concomitante dolor que las acompaña. Teóricamente suena aparentemente sencillo, sin embargo, no es así.
Tanto que decimos, y es un tema que muchos todavía refutan, que la experiencia analítica no resulta transmisible. Es decir, aquello que se vive en la intimidad del encuadre es irrepetible, es fugacidad del instante, grito y silencio, torbellino de afectos, trastocamiento del tiempo.
Por tanto, encuentro casi indescriptible de dos inconscientes. El contexto, en realidad, nunca es el mismo.
Cabe aquí enlazar con el notable filósofo francés Jacques Derrida, severo crítico del sicoanálisis y verdadero exégeta del mismo que ha aportado escritos indispensables para mejor entender el pensamiento freudiano, tales como Freud y la escena de la escritura en su libro La escritura y la diferencia.
Si sabemos verlo, tanto Freud como Derrida han sido verdaderos deconstructores de la metafísica fonologocéntrica y, por tanto, encontramos coincidencias en ambos pensadores.
En cuanto al contexto, para ninguno de los dos es algo fijo e inamovible. Es más que eso, es una complejidad extrema.
Bennington, citando a Derrida, escribe: “Siempre se puede citar fuera de contexto. Es más, se cita siempre, por definición, fuera de contexto. Ninguna necesidad natural impide que cualquier enunciado sea sacado de (su) contexto e incorporado a otro.
“Una vez más es la escritura la que mejor ilustra esta propiedad general del lenguaje: lo que se escribe está, por definición, destinado a ser leído en un contexto diferente al acto de inscripción (…) lo escrito rompe de entrada con su concepto de (producción) y con todo contexto de recepción determinado.”
De aquí se desprende que no puede el contexto de producción, como único contexto pertinente, pasarse por alto la existencia de los contextos múltiples.
Al respecto, Bennington puntualiza: “Los estudios positivos sobre la recepción de tal o cual obra en tal o cual época, por muy iluminados y clarificadores que sean respecto a una insistencia anterior sobre el contexto de producción como único contexto pertinente, no pueden concebir la contextualidad en general que, en dichos estudios, funciona como un mecanismo cuya lógica se ha comenzado a esbozar (…)
“Un enunciado queno pudiera citarse en otro contexto no sería tal, porque un enunciado no existe más que por la posibilidad de repetición en la alteridad –la iterabilidad–, sobre la que ya se ha insistido para el signo en general.
“Se puede (citar en otro contexto), más que (citar fuera de contexto), para señalar que siempre hay contextos.”
Si seguimos la lógica de la huella no es posible pensar la idea de un signo fuera de contexto; sin embargo, lo que sí se posibilita es pensar en contextos muy abiertos, así como nosotros estamos en el lenguaje todavía antes de hablar.
Todas estas ideas son traspolables al pensamiento y al entendimiento de aquello que sucede en el ámbito del quehacer sicoanalítico.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2008/08/01/index.php?section=opinion&article=a10a1cul