En casi todas las ramas del saber humano se maneja de manera cotidiana el término “Área de Influencia”; cuando un ingeniero diseña un proyecto los desarrolladores preguntan ¿Cuál es el área de influencia?, igualmente sucede con el inversionista que pretende abrir un centro comercial, dentro de las investigaciones que realiza, antes de ejercer su capital, se encuentra el estudio del segmento o la parte del territorio sobre la cual es factible captar su atención y posibilitar el intercambio.
Sin embargo este término no solo aplica a las actividades productivas o mercantiles del ser humano, atendiendo al mismo, podremos descubrir que el Área de influencia llega a los niveles mas concretos de la persona, permea sus relaciones tanto personales como intergrupales, dado que la naturaleza del hombre lo empuja necesariamente a la socialización, partiendo de su vulnerabilidad individual, que lo lleva irremediablemente a concretar enlaces mas o menos firmes entre aquellos con los cuales convive.
A lo largo de la historia hemos visto como una cultura ha influido sobre otra, tanto en el desarrollo de tecnología, en las corrientes de pensamiento, en la arquitectura y sobre todo en la religión; pero lejos de interpretar esto como un vil imposición derivada de la superioridad sea mercantil o militar, debiésemos hacer un análisis desde la perspectiva de la propia naturaleza humana, que tiende a imitar aquello que considera conveniente, sin dejar de lado claro está, el fuerte condicionante que proporciona una superioridad colonizadora.
La vox populi establece un principio interesante al respecto de esto “La palabra convence, pero el ejemplo arrastra”, sea para bien o para mal, el ejemplo constituye la concretización de aquello en lo que se cree o no, la incoherencia entre el decir y el hacer influye de manera negativa sobre aquellos que son cercanos a nuestro entorno, aquellos por cuya proximidad por afinidad o consanguinidad es mas fácil acceder, siendo esto propicio para generar individuos irresponsables o faltos de compromiso, lo cual no quiere decir que necesariamente deba suceder así, puesto que el condicionante no es en modo alguno determinante, dado que las personas no actúan en automático, sino que la decisión al actuar proviene de la parte más íntima del ser.
A muchos pensadores modernos les asusta sobremanera la influencia que los medios masivos de comunicación tienen sobre los individuos que acceden a ellos, generándoles tal fenómeno una parálisis intelectual que les imposibilita razonar adecuadamente para contrarrestar los efectos negativos que dichos medios puedan inducir. El alcance de los medios no debe abrumarnos y volvernos indiferentes, puesto que al igual que en antiguo la máxima influencia sea negativa o positiva se da en la célula fundamental de la sociedad: La Familia.
A pesar de lo que se diga hoy en día respecto de la poca dependencia que existe entre los miembros de una familia, del aislamiento doméstico al que nos ha sometido la violencia creciente, de lo que algunos y algunas profesionistas piensen respecto de la procreación de los hijos, sobre todo cuando gozan de independencia económica, y creen merecer la paternidad o maternidad como si fuera la coronación de una vida pletórica de éxitos, sigue aplicando aquel principio descubierto por los antiguos filósofos y puesto en la palestra por Aristóteles: “El hombre es un ser social por naturaleza” no solo eso, seguimos siendo tan vulnerables como lo fuimos en el origen.
Es esta misma vulnerabilidad de siempre la que nos lleva a buscar el conocimiento respecto de cómo se mueve el mundo, y al intentar conocerle, lo poco que vamos aprendiendo se convierte en material que se traduce en un área de influencia, sea para aquel que está junto a nosotros o para el que vendrá después, puesto que no pasará mucho tiempo en que el conocimiento sea comunicado de un individuo a otro.
De una u otra forma, sea para bien o para mal, nuestro proceder tiene efectos no solo de carácter inmanente, sino que trasciende nuestra persona y produce efecto en el que está próximo o remoto a nosotros, de tal manera que si intentamos mejorar nuestro entorno se hace necesario tener claridad sobre el área en la cual estamos causando influencia.
Es posible que la mayoría de nosotros no nos percatemos de este fenómeno, sin embargo, si ponemos atención, nos daremos cuenta que somos altamente influenciables, que el entorno y las circunstancias parecieran obligarnos a decidir aun en contra de la propia voluntad, pero por más influyente que sea el medio enel cual nos desarrollamos, nunca perdemos la capacidad de tomar la propia decisión, puesto que esta se da en lo más íntimo de la persona, hablando claro está, de un acto humano pleno, es decir libre y con plena conciencia.
En este sentido cobra relevante importancia el ser consientes de la influencia que podemos llegar a tener sobre otros; en esa conciencia es que debemos intentar dar lo mejor de nosotros y esperar a que el otro, en uso pleno de su intelecto y voluntad decida. Muchas veces se ha intentado imponer por decreto las ideas y la moral, pero consideramos que para que estas sean efectivas debemos dejar que cada individuo las abrace por convicción y no por una impuesta obligación.
La empresa para aquellos que dicen saber y los que alguna vez hemos dicho saber de estas cuestiones, es atender a los principios básicos de la naturaleza humana y dar oportunidad al florecimiento del hombre crítico, de aquel que analiza objetivamente y es capaz de tomar decisiones y brindar soluciones efectivas a los problemas, partiendo de un conocimiento profundo de si mismo. No debemos temer a que otros piensen distinto de nosotros, debemos temer más bien a no propiciar los medios para que el hombre reflexione intentando imponer nuestra verdad por encima de los demás.
Seamos concientes de lo influenciables que somos y hagamos cada quien lo que corresponde y obliga por naturaleza, seamos lo que debemos ser y punto.
Yeah!