Editorial: Cine y filosofía

“Cuando un filósofo confiesa una «fascinación hipnótica» por el cine, ¿es casualidad que su pensamiento lo lleve al encuentro de los fantasmas de las salas oscuras?…”
Jaques Derrida.

La relación entre estas dos disciplinas pudiera parecerse a la del agua y el aceite. Para muchos, decir cine es sinónimo de diversión, risa, drama, sentimientos; en cambio la filosofía rápidamente la relacionamos con el pensamiento, con la razón, con el estudio. Sin embargo, investigando un poco la historia de ambas artes, encontramos autores que saltan de una disciplina a la otra, o bien, realizan un híbrido.
Cineastas capaces de alcanzar mensajes filosóficos a través de sus películas: Kieslowski, Malick, Aronofsky, Linklater; o filósofos capaces de teorizar o filosofar acerca del llamado séptimo arte: Derrida, Ramos, Adorno, Marías.
Si indagamos la esencia de cada disciplina, nos damos cuenta que la relación no es tan descabellada: el cine, medio de expresión visual -¿y filosófico?- a partir de la sucesión de imágenes fotográficas; y la filosofía, conocimiento último de las cosas (todas las cosas, incluyendo el cine por supuesto) a partir de sus causas y efectos.
Luego, el cineasta tiene la libertad de expresar a través de su medio lo que le venga en gana, incluyendo la filosofía; y el filósofo dispone del cine como un objeto más para realizar sus indagaciones o también, y muy importante, como un medio para expresar sus ideas.
El filósofo transmite sus pensamientos hasta donde su creatividad y habilidad se lo permiten, la filosofía tradicionalmente la encontramos en el texto, en el aula, en la conversación, pero ahora, tenemos el cine, la Internet, el video, el cómic, entre otros medios.
Julián Marías, filósofo apasionado del cine, mejor lo explica: “Hay que usar los recursos técnicos como instrumentos para una representación imaginativa de la vida humana, una representación que cada vez sea más rica en alusiones y posibilidades virtuales; esto es, que no sea solamente reflejo, copia degradada de la realidad efectiva, sino una posibilidad de descubrimiento y dilatación de la vida humana, una posibilidad de ir más allá de donde estamos. Nuestro mundo, el mundo real en que vivimos, termina en la pantalla; pero ésta es una ventana por la cual podemos ver, imaginándolas, posibilidades de nuestra propia vida”(1) .

El cine, el buen cine, nos permite entender mejor la realidad y los problemas que ésta nos presenta y, muchas de las veces, también el buen cine es aquel que alcanza la universalidad y profundidad de la temática filosófica.

1.-Julián Marías, Tres visiones de la vida humana, ed. Salvat, España, 1971.

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