Con el cierre del reactor número 3 de la planta nuclear de Tomari (en la imagen), Japón quedó la semana pasada sin suministro eléctrico de origen atómico, pues la medida fue tomada para dar mantenimiento a la usina –ubicada en el norte del país– tras la crisis en la central de Fukushima en 2011. Foto Ap
Dos premisas:
1) el ser humano, y no el barbárico mercado, debe situarse en el centro de la ecuación de todos los intercambios de bienes y servicios de la Vía Láctea;
2) en ningún sistema biológico organizado (al que pertenecen los seres humanos) existe la desregulación (que hoy gobierna la globalización financierista de la parasitaria bancocracia) y que en siquiatría es sinónimo de sicosis.
De allí que sea imperativa la doble regulación libertaria (en el sentido de transparente vigilancia democrática, sin caer en la fiscalización totalitaria) tanto estatal como ciudadana.
El nuevo Estado del siglo XXI, con la colaboración armónica de todos sus integrantes, debe cesar de ser militar/bursátil para pasar a ser complementariamente ciudadano con el respeto supremo a la libertad individual en el marco del bien común que debe procurar la regulación por el nuevo Estado del siglo XXI, es decir, la ciudadanización del Estado.
El añejo Estado, deshumanizado en beneficio exclusivo de la barbarie neoliberal, ha sido privatizado silenciosamente por sus peores enemigos prevaricadores. Existe un falso debate maniqueo entre la privatización y la estatización que no toma en consideración lo fundamental del orden mundial vigente: la prioridad jerárquicamente superior de su control geopolítico.
Hoy prosigue la tendencia de la restatización de los segmentos estratégicos en los principales países del mundo, a consecuencia del nuevo orden multipolar y la grave crisis del modelo financierista global.
Ya había abordado las mayores calamidades de las privatizaciones y sus privaciones: la depredación neopirata de Repsol (ver Bajo la Lupa, 4 y 22/4/12), la petrolera BP, devastadora ambiental del Golfo de México (Bajo la Lupa, 11/7/10) y la energética nipona Tepco, causante del desastre nuclear de Fukushima (Bajo la Lupa, 10/4/11 y 7/3/12). También existen estatizaciones aterradoras, como Pemex, de cascarón seudoestatal, pero de contenido ultraprivado (Bajo la Lupa, 29/4/12), atrapado por enésima vez en un fraude financiero inconcebible de 30 mil millones de dólares. Son más conocidos los criterios para denostar el fracaso de las estatizaciones que de las privatizaciones.
No existen criterios de evaluación del significado de una privatización exitosa, que lo puede ser desde el punto de vista geopolítico (v. gr. la petrolera texana Exxon Mobil, hoy primera empresa estadunidense), pero no desde una medición multifactorial con criterio civilizatorio.
Para contrarrestar los criminales abusos inimputables de las 14 empresas globales más malignas (Bajo la Lupa, 21/11/05), propongo que, además de la rentabilidad de una empresa privada (sea la que fuere en cualquier lugar), se agreguen criterios civilizatorios ponderados de evaluación y de vigilancia integral de parte del binomio nuevo Estado/ciudadano que incluyan los siguientes factores:
confianza de los consumidores,
beneficio ambiental,
trato laboral,
responsabilidad social,
inversión sinérgica,
pago de impuestos,
y grados de letalidad y misantropía.
El primer axioma bioético que coloca al ser humano en el centro de la ecuación planetaria –que traduzca el renacimiento del humanismo del siglo XXI– debe seguir siendo primum nihil noscere, lo primero es no dañar. Sigue siendo válido el truismo coloquial de que no se debe incendiar al planeta con tal de encender un cigarro para saciar un placer personal.
Cuando fracasa el modelo financierista global, de excesivas ganancias individualistas perjudiciales del bien común, suele ser rescatado por el aberrante Estado privatizado que socializa las pérdidas de la empresa quebrada y daña antidemocráticamente los intereses ciudadanos. En Chile han llegado a la locura de desear privatizar los peces (Adital, 11/5/12), mientras la banca estatal china ya empezó a comprar bancos de Estados Unidos (¡supersic!, Russia Today, 10/5/12).
También se estatiza la basura nada reciclable de las fracasadas privatizaciones de Japón y España. El gobierno nipón decidió estatizar Tepco, operador vilipendiado de la planta nuclear de Fukushima (NYT, 9/5/12), mientras a su doloroso pesar, el gobierno de Mariano Rajoy –fundamentalista de extrema derecha neoliberal– estatizó Bankia, uno de los principales de la banca española en naufragio.
Japón inyectará 12 mil 500 millones de dólares de fondos públicos (sic) a Tepco, la mayor empresa eléctrica. El gobierno nipón, coludido hasta la médula con su pestilente “lobby nuclear”, no está dejando quebrar a Tepco. ¡Qué negocios entrelazados no existirán entre lo público, lo privado/depravado y lo académico!
Según NYT, el gobierno nipón está ansioso por empujar reformas (sic) con el fin de restaurar la confianza pública. No específica qué clase de reformas. ¿Cómo podrán evitar el maligno encubrimiento bidireccional del “lobby nuclear” con la alta (sic) dirección de Tepco? Su anterior director, Tsunehisa Katsumata, era ya insostenible cuando se volvió el villano (sic) nacional por su aparente falta de remordimiento (¡supersic!) tras la calamidad nuclear. Se pretende que habrá una nueva dirección para que Tepco sea más sensible a las víctimas. ¿Quién lo garantiza cuando permanece el mismo esquema?
El problema no es la dirección de Tepco, sino la acefalía axiológica del gobierno radiactivamente cómplice con el “lobby nuclear” que puso en peligro la vida de un mínimo de 30 millones de japoneses. El gobierno nipón –tan dilapidador que ostenta la mayor deuda visible del mundo (en proporción a su PIB)– ha dispuesto otros 30 mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes para los pagos de las compensaciones del accidente. Las trasnacionales privadas dañan y los ciudadanos pagan: ¡qué bonito!
Los fracasados banqueros españoles no saben hacer nada sin las directrices del disfuncional FMI: el defenestrado presidente de Bankia, Rodrigo Rato, fue su presidente, y su sustituto, José Ignacio Goirigolzarri Tellaeche, fue presidente de BBVA y vicepresidente de Repsol YPF (¡supersic!). Se expone la eterna circularidad de la desregulada globalización financierista entre hidrocarburos y banca que detecté en mi libro Los cinco precios del petróleo (Cadmo&Europa, Buenos Aires, 2006).
España se volvió una bomba financiera que ya empezó a estallar cuando se han intervenido y/o estatizado ocho entidades financieras, mientras el número de cajas de ahorro ha decrecido de 45 a nueve.
Según Russia Today (10/5/12), Bankia requiere mínimamente 10 mil millones de euros para no quebrar y comenta que el rescate público de los bancos españoles se da cuando los ciudadanos sufren el mayor recorte de derechos sociales de su etapa democrática. A ver adónde llega todo esto cuando la maravillosa ciudadanía española transducida en el legendario Movimiento 15-M de indignados reanudó la rebeldía contra la tiranía de la bancocracia neoliberal, en sincronía con Occupy Wall Street y el repudio de los ciudadanos nipones a la dictadura del pestilente “lobby nuclear”.
Sí hay salvación y está en manos de los indignados universales. Hay que indignarse para que sobreviva la especie humana: ¡el mayor acto revolucionario de salvación global de todos los tiempos!
http://alfredojalife.com
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/05/13/opinion/016o1pol
MÉXICO. 13 de mayo de 2012