LOS sofistas fueron toda una escuela de filósofos-políticos en la Grecia antigua.
Dominaban a la perfección el arte de la retórica; excelentes oradores, eran capaces de persuadir y convencer con sus argumentaciones a sus interlocutores en el ágora. Para un sofista, perseguir la verdad y el conocimiento era accesorio; lo importante era ser brillante argumentado una idea e incluso la contraria si fuese necesario con tal de convencer al pueblo. Eran, por tanto, una suerte de impostores sin escrúpulos.
Sócrates primero, y después Platón, criticaron abiertamente la democracia ateniense por su condición sofista y demagoga, considerándola inoperante e injusta. Desde su ignorancia, el pueblo manipulado o seducido escogería un gobierno inadecuado, presidido por impostores o sofistas. Para Sócrates y Platón, todo aquel que quiera gobernar debe de aspirar al conocimiento con mayúsculas y ser un infatigable buscador de la verdad; solo así será posible un gobierno presidido por el Bien y por la Justicia.
Los sofistas en el fondo creían -aunque no lo reconocieran en sus intervenciones públicas- en el relativismo moral y de las ideas. Sus falsos predicamentos estaban, por tanto, exclusivamente dirigidos a engañar a la gente. Sócrates se dedicaba a falsar todas sus argumentaciones y con su método hacía ver a la gente la necesidad de encontrar una verdad de consenso mediante el diálogo. No es de extrañar, por tanto, que fuese la propia democracia ateniense la que le condenó a muerte.
Platón se afanó mucho más y fue capaz de crear todo un corpus de pensamiento que otorgaba a las Ideas el estatus inalcanzable del verdadero conocimiento, lo que le sirvió para concluir que sólo los verdaderos filósofos estaban legitimados para gobernar. Para Platón, el único gobierno justo era el de los mejores, una suerte de aristocracia constituida exclusivamente por los mayores intelectuales.
Nuestra democracia está en profunda decadencia; como la ateniense, está dirigida y gobernada por sofistas e impostores. Ello no quiere decir que debamos de aplicar las recetas platónicas, pero no cabe duda de que la democracia representativa acaba pervirtiéndose más pronto que tarde y se erige en un santuario de la impostura y la corrupción.
La única salida es que el pueblo sea capaz de recuperar el método socrático, único procedimiento vigente -y legítimo- a día de hoy para aproximarse al bien común y la justicia.
Fuente: http://www.elalmeria.es/article/opinion/2122410/democracia/sofista.html
2 de octubre de 2015. ESPAÑA