Con absoluta independencia de sus diferentes formas de manifestación, afirmaremos que el populismo es lógicamente inválido, ontológicamente carente de referente, gnoseológicamente inadecuado, políticamente conservador.
Introducción demarcatoria
No nos ocuparemos en esta pequeña contribución al dossier -por considerarlas figuras pobres de la discusión- de las siguientes cuestiones en torno al populismo: (i) si es progresivo respecto del neoliberalismo, (ii) si hay que definirse a favor del mismo por el temor a la derecha, (iii) si es políticamente condición necesaria y suficiente para la distribución de la riqueza, (iv) si per se aglutina en el campo popular, revolucionaria y equivalencialmente, la diversidad de las demandas y las luchas, (v) si permite satisfacer de manera asintótica la cadena de demandas sociales equivalenciales, (vi) si es consustancial con la figura del líder, (vii) si ciertos significantes pueden pasar a ser tanto significantes vacíos como hegemónicos.
Por ello, lo que estas tesis plantean se sostiene en la no aceptación del desplazamiento político-semántico que conllevan todas las cuestiones recién mencionadas. Con tamaño corrimiento político-conceptual se opera una ominosa suspensión del análisis de clase de las actuales relaciones sociales de producción y reproducción, como totalidad inteligible.
Con absoluta independencia de sus diferentes formas de manifestación, afirmaremos que el populismo es lógicamente inválido, ontológicamente carente de referente, gnoseológicamente inadecuado, políticamente conservador.
Es el capitalismo, populistas.
Tesis I: El populismo como error lógico
Sabido es que las falacias pueden clasificarse y estudiarse según sean o no formales. En ambos casos, se trata de un error en el razonamiento o la argumentación, de un razonamiento incorrecto, pero que en general poseen la atractiva característica de presentarse como psicológicamente persuasivas. Las falacias, entonces, son una forma de razonamiento que se presenta como correcta, pero que no lo es si se la analiza detenidamente.
Mientras que las falacias formales pueden ser detectadas mediante ciertos métodos formales y de esta manera ser calificadas como razonamientos inválidos, esto es, razonamientos en los cuales la conclusión no se sigue necesariamente de las premisas, para salvaguardarnos de las falacias no formales debemos apelar al lenguaje, a sus diferentes funciones, a sus estructurantes vaguedades y ambigüedades.
Precisamente, muchas falacias no formales se cometen a partir de ciertas ambigüedades que se deslizan en el curso de las argumentaciones. Pero quizá las más interesantes sean las falacias no formales denominadas de atingencia (de conexión, de correspondencia), es decir aquellos razonamientos cuyas premisas carecen de atingencia lógica respecto de la conclusión: ésta no se desprende necesariamente de aquéllas, o lo que es lo mismo la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la conclusión ni la verdad de esta última proviene necesariamente de la verdad de las premisas.
El hecho de que una argumentación determinada pueda tener atingencia psicológica entre las premisas y la conclusión, y que por ello dicho razonamiento pueda ser tomado como poseyendo atingencia lógica y hasta utilizado como correcto, nos muestra, por un lado, la posibilidad de que la argumentación en cuestión tenga efecto persuasivo y, por el otro, la posibilidad de que el lenguaje sea utilizado con diferentes funciones como por ejemplo la directiva o la informativa.
Son conocidos casos de falacias no formales de atingencia: la apelación a la fuerza (argumentum ad baculum), el argumento contra el hombre (argumentum ad hominem) tanto en la versión ofensiva como en la circunstancial y la apelación a la autoridad (argumentum ad verecundiam), entre otras.
Justamente, entre esas otras está la que importa en esta tesis: la falacia no formal de atingencia que apela a lo que se denomina pueblo (argumentum ad populum) convocándolo emocionalmente con el propósito de lograr su asentimiento y/o su entusiasmo para cualquier conclusión (o acción) o tomándolo simplemente como garantía de verdad y/o de validez argumentativa, ora por las premisas (los considerandos), ora por las conclusiones (las decisiones o consecuencias que hay que aceptar sin más). Esta constante apelación al pueblo como fuente de la verdad y del poder reposa, por un lado, en la creencia injustificada de que el asentimiento popular de una simple proposición o de un complejo conjunto de proposiciones, una teoría, es suficiente para demostrar que es verdadera. Por otro lado y a su vez, dicha apelación se manifiesta políticamente en la contradicción insalvable entre que el pueblo –como supuesto polo opuesto al bloque de poder– pueda tener él mismo directamente más poder (o el poder) y que sean los gobiernos o las clases dirigentes populistas los que, detentando representativamente el poder, lleven adelante medidas que favorezcan al denominado campo popular.
Es un hecho que en la modernidad capitalista el pueblo fue instituido jurídica, filosófica y políticamente como el principal sujeto político. Así lo muestran todas las constituciones de los estados nación que toman al pueblo como el poseedor de la soberanía y que amparándose en él pretenden al mismo tiempo legitimar la representación política.
Pero también lo popular apareció y aparece cada vez más como instituyente. El pueblo nunca se equivoca y/o seguro que si apelamos al campo popular, no nos equivocaremos. Pero lo verdaderamente instituyente se encuentra en la centralidad del trabajo y de la clase obrera, centralidad que de ninguna manera es una construcción apriorística ni una inválida petición de principio.
Se trata de la razón y del razonamiento, no del sentimiento ni del entusiasmo, populistas.
Tesis II: El populismo como error ontológico
Sabido es que la ontología se constituyó como la disciplina que se ocupa de estudiar los entes, esto es de indagar acerca de todo aquello que es. Podría decirse que es una ciencia de las esencias. Más aún, se la ha definido como la disciplina que investiga el ser de los reales. Y, a los fines de esta tesis, podría considerársela como una teoría de los objetos.
En lo que aquí nos interesa -y dejando de lado el hecho de que muchas veces se suele confundir, conciente o inconcientemente, el estudio (o la acción política misma) del ser como es (ontología) con la del ser como debe ser (deontología)-, la ontología en cuestión en esta tesis sería específicamente una ontología regional que constituiría el fundamento de los hechos (políticos).
A partir de aquí, eso que se llama pueblo (o, lo que es lo mismo, lo comúnmente denominado campo popular) suele ser afirmado como una determinación objetiva del sistema, pretendidamente diferente y sobre todo superadora de la determinación de clase. De esta manera, el pueblo sería uno de los polos de la contradicción dominante en una formación social. Y con ello la inteligibilidad de dicha contradicción dependería del conjunto de las relaciones políticas e ideológicas de dominación y no sólo de las relaciones de producción. Por eso, mientras que la contradicción de clase sería la contradicción dominante al nivel abstracto del modo de producción, la contradicción pueblo-bloque de poder sería la contradicción dominante al nivel de la formación social.
Pero el referente de pueblo no se encuentra presente de ninguna manera en las determinaciones objetivas del sistema. Poco importa si se pretende identificar pueblo con el conjunto de los ciudadanos (la ciudadanía), con la nación, la religión o la etnia. Y menos relevante es aún que se lo identifique con el campo popular.
Las variables (categorías y/o conceptos) debenser capaces de referirse a algo para que las afirmaciones hechas con ellas en una teoría sean verdaderas. Como concreto pensado, la contradicción entre pueblo y bloque de poder no está en relación con el plano de las contradicciones reales sino que aparece claramente entre las superestructuras ideológicas que de las mismas se derivan. Al igual que el mundo religioso, el campo popular se correspondería con la dicha ilusoria del pueblo en lugar de con su dicha real. Por ello, de lo que se trata es tanto de «exigir sobreponerse a las ilusiones de un estado de cosas» como de «exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones».
De aquí que, en el modo de producción capitalista (porque de él estamos hablando, ¿no?), los polos de la contradicción -no la principal sino la única- sean en la realidad el capital y el trabajo, la burguesía y el proletariado, esto es, la clase de los capitalistas -el capitalista colectivo- y la clase obrera -el obrero colectivo-.
Mientras que el campo popular aparece como la manifestación necesaria de la supuesta fragmentación, segmentación y polarización social actual, nosotros continuamos afirmando que la ontología de clase no es necesariamente esencialismo de clases a priori, y que no existe, no hay, algo así como un sujeto popular o populista.
Se trata de la clase obrera –asalariados ocupados y desocupados–, no del campo popular, populistas.
Tesis III: El populismo como error gnoseológico
Aún concediendo que el populismo pudiera constituir más bien una lógica política que una esencia política y social, sin embargo es difícil aceptarlo, en lo que respecta a esta tesis, como concepto clave para la comprensión de la lógica social -la lógica del funcionamiento del capitalismo- puesto que de la suma de un error lógico más uno ontológico difícilmente se pueda derivar una teoría del conocimiento fértil para investigar y exponer la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna.
Una investigación que se sostenga en una teoría del conocimiento que trate de evitar los mencionados errores lógico y ontológico, puede apropiarse exhaustivamente del objeto en cuestión, analizarlo en sus diferentes formas de desarrollo y exponer sus conexiones internas como movimiento real.
Pero es justamente este posible y deseable logro por el cual se llega a reflejar idealmente el movimiento de la sociedad moderna -mediante la peculiar composición de una cierta lógica, una cierta ontología y una cierta gnoseología- el que suele parecerles a ciertos/as observadores/as una construcción apriorística. A partir de dicho parecer plantean la necesidad de una pretendida superación del esencialismo de clase y del determinismo económico por medio de cierta contingencia teórica y de cierta indecibilidad propias de las actuales sociedades heterogéneas y con múltiples identidades sociales -más allá de la identidad de clase- que conducirían a la construcción contingente de un sujeto popular o populista.
Pero como el inherente movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se les revela a los populistas, teórica y políticamente, de la manera más contundente durante las crisis, resulta que el populismo sólo puede seguir siendo una opción teórica y política mientras la lucha de clases se mantenga latente o se manifieste tan sólo episódicamente.
Por ello, frente a la contingencia y la indecibilidad de la llamada razón populista y sus juegos del lenguaje, hay que recuperar todos los juicios fundados en una crítica científica que de ninguna manera identifica determinismo con causalidad mecanicista.
Se trata de las leyes del capital, no de los significantes vacíos ni hegemónicos, populistas.
Tesis IV: El populismo como error político
Así como la tesis anterior pretendió mostrar que el doble error lógico-ontológico hace imposible una gnoseología adecuada, esta tesis afirmará finalmente que mucho menos puede esperarse del triple error lógico-ontológico-gnoseológico que el populismo se pueda manifestar en una acción política crítico-práctica del sistema, esto es en una praxis revolucionaria.
La acción política consistiría en una lucha ideológica contingente por la formación de hegemonías, a través de significantes que reúnen una pluralidad de demandas sociales, pudiéndose constituir en un sujeto político que, momento equivalencial mediante, se manifieste como un pueblo -un sujeto popular- que se enfrente al poder establecido. Independientemente de los contenidos ideológicos o sociales del movimiento político del que se trate, la acción política siempre se desplegaría entre dos polos: el institucionalismo y el populismo.
Pero ya hemos dicho que el pueblo no es un sujeto político. Y no cabe aquí hacer la diferencia entre Pueblo como sujeto soberano de la política y pueblo como sujeto marginado de la política.
No hay salida posible a este error político en el marco de la razón populista.
La praxis política, entendida como la actividad humana orientada a la transformación material de las relaciones sociales capitalistas, no puede desplegarse desde el campo popular en ninguna de sus manifestaciones como ser movimientos sociales, estados benefactores o populistas, terceras posiciones, en fin por medio de reformismos varios con pretendida equidistancia entre el capital y el trabajo o más aún con pretendidas superaciones de la contradicción entre la burguesía y el proletariado. Éstos continúan siendo los únicos sujetos políticos, los verdaderos polos de la contradicción real en la sociedad capitalista, no un contingente e indecidible significante de las múltiples y heterogéneas identidades sociales y de las diversas demandas y luchas.
La superación de las relaciones sociales capitalistas, entendida como la superación de la relación capital-trabajo o de la relación clase capitalista-clase obrera, no deviene en una sociedad exenta de conflictos ni carente de represiones, una sociedad plenamente suturada, pero sí en una posible construcción de un lazo social que anule las oposiciones y conflictos derivados de la sociedad del capital y del trabajo asalariado como así también las represiones excedentes propias de la alienación derivada de tal sociedad.
Cuádruple error mediante, el populismo no es en realidad un genuino problema teórico-político. Independientemente de sus formas de manifestación, el populismo es esencialmente conservador: cambiar algo para que nada cambie.
Se trata de la revolución, no de la reforma, populistas.
Fuente: http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/26065-cuatro-impopulares-tesis-acerca-del-populismo.html
27 de julio de 2012