Crisis también de la filosofía y del lenguaje

DICE nuestro recordado maestro Emilio Lledó que la crítica que se puede hacer al pensamiento contemporáneo debe aproximarse de la única forma posible que se tiene a mano, que no es otra que a través del lenguaje. El lenguaje, al decir del filósofo, no sólo constituye una vía de acceso sino que, a su vez, es una parte integrante y esencial de ese mismo pensamiento.
Pero no pretendo ir hacia las altas atalayas por donde circula el lenguaje de los filósofos; desciendo a la cotidianidad, al día a día, porque desde ahí, desde nuestra presencia en la palabra, también se hace filosofía. Con la palabra se crean conceptos que se internalizan y desde ese momento, desde que enhebremos unas con las otras ya se despierta la curiosidad, el porqué de las cosas, en definitiva, el pensamiento.

Aunque la gran paradoja y desgarradora evidencia es que el lenguaje en sí mismo desde instancias superiores está en crisis y muchas veces a los lingüistas le hacen dudar de qué es el lenguaje, dado que los gramáticos estudian la sintaxis sin ocuparse de la semántica, los psicolingüistas y neurolingüistas apenas se interesan por lo que hacen los sociolingüistas y los historiadores; y, llegando a la calle aparece una crisis aún mas lacerante con la presencia de un gran sofisma gesticulante con una carencia patente de discurso que nos dice en qué situación personal y hasta mental nos encontramos.

El lenguaje está huyendo de la cotidianidad. El encarrilamiento de las palabras, para, desde el cerebro, ponerse a trabajar y emitir mensajes de clarividencia y sí se quiere de responsabilidad como objetivo, está en ausencia.

El torrente de palabras del político, del profesional, del comunicador, como se denominan ahora los indocumentados y soflamíferos, no llegan, se quedan en el reducto de la especificidad o del rollo insulso, que apenas sí dice algo, estableciéndose el mutismo como protagonista del vacío.

Con todo ello, lo que se produce es una clara incomunicación y que desde el campo de la filosofía debe preocupar más aún porque sin pensamiento no hay avance y no se dignifica el espécimen humano como persona; sin lenguaje, estructurado por ausencia de ideas enlazadas la hecatombe está anunciada.

Filosofía y lenguaje deben ir juntos y, si no fuera así, se estaría en una sociedad del retumbo, de ecos, ausente de identidad, de estereotipos, asumiendo lo que se ve o se oye sin saber marcar la diferencia, que es lo que nos distingue; se estaría en la imposibilidad de poder cambiar la crispación por la cordialidad.

Si no nos zafamos de la miseria mental y se continúa inmersos dentro de una sociedad casi muda, que sólo sabe gesticular, el camino del fracaso está a la vuelta de la esquina.

El lenguaje no tiene por qué asustarnos, el nuestro, el que sea, el que nos identifica; las palabras ponen a prueba el cerebro y de lo que este es capaz de elaborar desde la intimidad de sus áreas, para luego traducirse en voz, en sonido.

El lenguaje tiene que desembarrarse de las miasmas que lo acechan, y no es que apaguemos los televisores y dejemos de oír los mismos debates con las cantinelas de siempre según el espectro político en que cada cual esté situado, pero sí darnos perfectamente cuenta de lo que hay y no dejarnos engatusar por grandilocuencias fatuas y simplonas vacías de contenido, y, sobre todo, saber el manejo manipulador que existe para no alejarnos de la imagen que se tiene de la realidad y no la que nos pretenden hacer ver. Y si, a pesar de todo, lo que nos asiste es la perplejidad, no pasa nada si al final, al menos, lo rubricamos con una carcajada.

No sólo están en crisis el capitalismo y la sociedad que circula por ese camino sino la filosofía también, lo mismo que el lenguaje. La única duda que pudiera existir es si la crisis de los pensadores oficiales y de los lingüistas sea debida a que el poco soporte social que tienen es lo que obliga a que no se estimulen sus deseos investigadores y renuncien al hombre y a sus ideas, dado que las pocas luces que emiten son tan mortecinas que no sólo no sirven de guía sino que, y es lo más grave, son incapaces de cambiar conductas y referentes.
Fuente: http://www.eldia.es/2008-12-18/criterios/criterios10.htm

Tenerife,Islas Canarias,ESPAÑA. 18 de diciembre de 2008.

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