En plena guerra civil, y envuelto en una crisis personal transformadora, Manuel García Morente supo extraer de nuestra historia las constantes morales que identifican a España ante el mundo.
La Idea de la Hispanidad de Manuel García Morente (1886-1942) no ha alcanzado la celebridad de la Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu (1875-1936), aunque ambas obras son complementarias. Resultaba ya difícil encontrarla incluso en librerías de viejo, y Homo Legens hace bien en ponerla al alcance de nuevos lectores porque es un texto que no debe perder presencia.
Además esta edición es un excelente tres en uno, si se nos permite utilizar esa fórmula comercial del aceite para el mundo del libro. Viene acompañada por un prólogo de Eudaldo Forment, catedrático de Metafísica en la Universidad de Barcelona, que forma un completo ensayo introductorio, y por una biografía de José María Montiu sobre el autor que es también un magnífico retrato de la época intelectual de Morente. Ambos textos enmarcan y ayudan a entender la vida y la obra del autor de Idea de la Hispanidad antes de sumergirnos en la lectura fulminante de las dos conferencias que dictó en 1938 en Buenos Aires, y que están en el origen del volumen.
Un hombre “bien visto” vive un “hecho extraordinario”
Se ha dicho que así como Maeztu fue de la Hispanidad a la religión, García Morente hizo el camino inverso. Su trayectoria como filósofo en las arenas del kantismo y la fenomenología, su especial vinculación intelectual con José Ortega y Gasset (a quien consideraba, tras 27 años de profunda amistad y diálogo intelectual, “el tipo perfecto del pensador”) y las excelentes relaciones que mantenía con la Institución Libre de Enseñanza, le llevaron a la cima académica: en 1912 fue el catedrático más joven de España, y en 1936 llevaba cinco años como decano de la Facultad de Filosofía en la Universidad Central de Madrid.
Hombre de mentalidad laicizante al gusto del republicanismo no socialista, un hecho cambió su vida: el asesinato de su yerno en agosto, víctima -como Maeztu- del terror del Frente Popular. Su hija quedó viuda y con dos niños y él hubo de escapar al exilio francés. Allí el dolor por lo acontecido le llevó a reflexionar sobre su propia vida y el sentido de las cosas que aquí nos inquietan y aquí dejamos, y comenzó a dar vueltas a una idea de Dios de corte deísta que le dejaba el corazón frío. Hasta que una noche tuvo lugar lo que él denominó “hecho extraordinario”, que le hizo identificar a ese Dios con Cristo crucificado.
Es el momento de su conversión intelectual y cordial al catolicismo, que culminaría en 1940 con su ordenación sacerdotal –su esposa había fallecido-, para escándalo de sus antiguos compañeros de Facultad. García Morente, filósofo de renombre conocido por su trabajo en el ámbito de la filosofía idealista, tuvo la humildad suficiente para, ya seminarista, estudiar como alumno y hacer suyas las tesis de Santo Tomás de Aquino, hijas del realismo aristotélico. Montiu sostiene, sin embargo, que pese a tal evolución el pensamiento de nuestro autor mantiene una continuidad antes y después de su conversión: “Ha encontrado la verdad católica, [pero] existe un único Morente, que es un Morente ecléctico” que se manifiesta en sus las lecciones de filosofía de sus últimos dos años de vida.
Ser español, un estilo
En 1938, ya con su vida transformada por el “hecho extraordinario”, Morente reflexiona en Argentina sobre la Hispanidad. (Digamos por cierto que las primeras páginas de Forment son imprescindibles para deshacer algunos desvaríos de este tiempo de sectaria “memoria histórica”. El concepto de “Hispanidad” nace en 1926 y lo crea el sacerdote vasco Zacarías de Vizcarra (1880-1963) para sustituir la expresión Día de la Raza con la que, a iniciativa iberoamericana, se celebraba el Doce de Octubre. El “Día de la Raza” se celebró en España como Fiesta Nacional desde 1918 hasta 1958, en el que cambió su denominación por “Día de la Hispanidad”.) Hecho el inciso, digamos que esas reflexiones de Morente tienden a explicar la esencia de lo español (por encima de todo “un estilo de vida”, sostiene) como quintaesencia y continuidad histórica de la idea de “caballero cristiano”, idea multiforme que, lejos de todo nacionalismo, permite crear una hermandad común entre los pueblos de ambos lados del Atlántico.
Esos rasgos aparecen expuestos en Idea de la Hispanidad de forma bella y emotiva en el conjunto de una interpretación general de la historia de España, y con la coherencia y el rigor del experto profesor de filosofía. Morente no los enumera, pero la precisión metafísica de Forment cuenta hasta catorce: quijotismo, magnanimidad, valor, altivez, impulsividad, estoicismo, individualismo, sentido de la obediencia, escaso resentimiento, tendencia a no admirar la superioridad ajena, culto a la honra, idea de la vida como camino, concepción privada de las relaciones personales y profunda religiosidad. Lo decisivo de la exposición morentiana no es este elenco de cualidades, sino su sentido en el contexto de una visión global del ser español y sus raíces en la tradición católica nacional.
Frente al destructivo hipercriticismo regeneracionista y el odio institucionista a esa tradición, Idea de la Hispanidad se alza como una reflexión positiva, optimista y creadora, hoy más necesariatodavía que entonces.
Manuel García Morente.
Idea de la Hispanidad.
Prólogo de Eudaldo Forment.
Biografía de José María Montiu.
Homo Legens.
Madrid, 2008. 302 pp. 20 €
Fuente: http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=90619
Madrid, ESPAÑA. 10 de diciembre de 2008
Contenido de excepcional informacion y riqueza histórica, lo que permite establecer o fijar criterios de diferentes tipos en las distintas disciplinas humanísticas, y la de desarrollar otros de perfil historiográfico con base, justamente, a este importante material de interpretacion filosófico, social y político. Por tanto, quedo a la espera de datos, bibliografía, etc., sobre “La Hispanidad”. Atte, N. Contreras, prof. de metodología de la UCV.