ES PROFESOR DE FILOSOFÍA EN EL IES JERÓNIMO GONZÁLEZ DE SAMA DE LANGREO
Con todo respeto quisiera yo argumentar lo siguiente. De un tiempo a esta parte, y con el desarrollo vertiginoso de la neurofisiología y en general de las llamadas neurociencias, hay una propensión creciente en los medios de comunicación al reduccionismo biológico a la hora de explicar cualquier fenómeno social y, por ende, humano. Un ejemplo paradigmático de lo que queremos explicar lo constituye «Redes». Es éste un programa muy meritorio, tal vez por ser el único en su línea que profundiza en la divulgación televisiva, pero su presentador extrapola conclusiones, a veces arriesgadas, partiendo de conceptos biológicos a ámbitos propios de las ciencias humanas.
Esta estrategia reduccionista tiene hoy como punta de lanza a la «neuroteología» (también llamada «bioteología» o «neurociencia espiritual»), que se presenta como una pretendida nueva ciencia que por fin iría a explicar la esencia radical de lo religioso. Pero, y esta es nuestra tesis, al tratarse de un reduccionismo, brillante como todos en apariencia, no estamos más que ante un espejismo gnoseológico, es decir, filosófico.
Así, pues, y ya apuntamos al tema que nos incumbe, afirmar que los sentimientos religiosos y la misma idea de Dios tienen su origen en el cerebro, con ser algo cierto y trivial, suena muy genérico, abstracto, y, por lo tanto, no prueba nada porque pretende probar demasiado. Jugar a la Playstation, recitar un poema, picar carbón en una mina, diseñar una receta gastronómica o demostrar el teorema de Pitágoras en un encerado escolar también tienen su origen en el cerebro. Asimismo, que hoy se haya avanzado mucho en la localización de funciones cerebrales tampoco demuestra nada en campos que exceden a los de las categorías conceptuales biológicas y psicológicas. Porque el reduccionismo es una ficción que pretende explicar la pluralidad de lo real a partir de un único marco categorial o científico, y en este sentido, al sacar los pies del tiesto, se cae en la pseudociencia.
Lo que sí es cierto es que no se puede conocer ninguna sociedad humana, pretérita o presente, sin tener en cuenta la dimensión religiosa del hombre, que, si fuéramos a creer a los etólogos (por ejemplo, a Thorpe), es de las poquísimas cosas que nos diferencian del resto de los animales.
En nuestra tradición occidental decir que Dios es una idea (y no una forma de emoción, sentimiento o creencia) lleva implícita la circunscripción del pensamiento de esa pretendida idea o paraidea a una tradición filosófica, a una filosofía convertida en cosmovisión. Dios como idea, como racionalidad o logos, es una invención de los filósofos, pero no es gratuita.
Por ejemplo, la idea del Dios de Aristóteles (como «motor inmóvil» en el campo de la física celeste teleológica, y como «acto puro», pensamiento que se piensa a sí mismo, en el ámbito de la teología astral) tiene muy poco que ver con la nouménica idea del Dios kantiano, expulsada del marco categorial de la razón pura y reelaborada como ideal regulativo de la razón práctica, de la moral, en una nueva concepción ilustrada de la religión sometida ya a los dictados de la mera razón. Luego, entonces, no se puede hablar de Dios como pretendida idea sin el horizonte de una filosofía detrás. Y ya Unamuno (y antes Nietzsche) nos recordó la filiación griega y romana del cristianismo.
Asimismo, la lógica desde la que se concibe el Dios cristiano monoteísta ha sido explorada a través de las diferentes formulaciones del conocido argumento ontológico, que, como ya demostró Kant, no prueba nada científicamente pero sí nos ilustra sobre la construcción arquitectónica de nuestra mente. Y la mente no es el cerebro, pues sería muy grosero confundir la función con el órgano físico que la sustenta. Además, en el mundo occidental, y tras la Revolución Francesa, hoy todos somos kantianos (incluso los católicos más retrógrados), porque no concebimos ya a la religión como fuente exclusiva de códigos morales y menos aún como ultraterreno fundamento legitimador de la autoridad y potestad políticas. Mas en muchos países islámicos fundamentalistas la frontera entre religión y política es aún inexistente o muy frágil. He aquí una de las grandes diferencias entre las dos religiones que tiene un muy profundo trasfondo filosófico y teológico.
Igualmente hay que decir que en las civilizaciones orientales no monoteístas y desprovistas de la filosofía como saber de las ideas, las guerras más sangrientas también han campado por sus respetos y esto desde que surge la propiedad privada, la vida urbana y el Estado como estructura de poder económico y político.
En nuestra tradición el modelo antropocéntrico de Dios se gesta con el Platón maduro y se consolida con Jesús como personaje paulino. No en vano hombres tan distintos como San Agustín y Hegel podrían converger y estar de acuerdo con el conocido pensamiento de Pascal según el cual sólo es posible conocer a Dios a través de Jesucristo.
Ciertamente, el Dios de Aristóteles actuó como sustrato común tanto al cristianismo como al islam. Pero esto hasta cierto punto, pues todo un cúmulo de disputas medievales marcaron las grandísimas e insalvables divergencias. Si no, la figura de Santo Tomás de Aquino no sería la que es para la cristiandad. No obstante, la principal y más insalvable diferencia entre el cristianismo y el islam asienta su fundamento en la doctrina del «entendimiento agente», de raigambre aristotélica. Tanto para Averroes como para Santo Tomás el «entendimiento agente», que es lo que permite el raciocinio, es un don de Dios. Y si para el primero es común a todos los hombres y siempre está influido y sometido a la voluntad de Alá, para Santo Tomás, al haberse hecho Dios carne a través de Jesús (pues el dogma esencial del cristianismo es el de la encarnación), los hombres tenemos un alma individual inmortal que puede razonar y proyectarse con libre albedrío, siendo el cuerpo esencial para esa racionalidad. Para el cristianismo, en suma, el hombre, como unión de cuerpo y alma, es libre y se constituye como persona, por eso para Hegel Dios es el hombre haciéndose en la historia como espíritu, es decir como libertad. Y no son éstas cuestiones bizantinas pasadas de moda, pues, por ejemplo, subyacen al hecho de que un terrorista musulmán se inmole despreciando su cuerpo en aras de la voluntad de Alá y uno de raíz cristiana (por ejemplo, del IRA o de ETA) no lo haga cuando comete un atentado.
De esta forma podemos comprender que buena parte del mundo islámico sigue sumida como en la Edad Media en el estadio teológico y metafísico de la Humanidad (por decirlo con Comte), aunque sus activistas lleven un kalashnikov entre las manos. No hay, pues, que confundir el catolicismo con el islam, ni siquiera amparándose en evocar lo que fue el rancio nacionalcatolicismo español de posguerra. Mas otra cosa es pensar desde el reduccionismo biológico o desde el agnosticismo que todas las religiones por el mero hecho de serlo se parecen, y eso es precisamente lo que nosotros hemos ensayado discutir.
Fuente: http://www.lne.es/opinion/2011/06/02/catolicismo-e-islam-religiones-distintas/1083636.html
SPAIN. 2 de junio de 2011
Interesante tema.
Veo que no se menciona a Abraham (se dice que significa ´padre de muchos pueblos´, o similar).
Tanto el Catolicismo como el Islam tienen fé en el relato de Abraham (el sacrificio ordenado por Dios de su hijo, por ejemplo).
Abraham está en la base de estas dos religiones (´religiones abrahamicas´)
El Dios es el mismo (el único Dios que se comunicó con Abraham), pero musulmanes y católicos lo entienden en forma muy diferente.
Si el Dios es el mismo… da para mucho que pensar, ¿no?
Según Wikipedia, las religiones abrahamicas – cristianismo, islam, judaísmo, samaritanos, mandeos, drusos, bahaíes, … – engloban a más de tres mil millones de fieles.
Los números que circulan en internet no son del todo confiables, en mi opinión, pero sí podría decirse que tanto el cristianismo como el islam, ambas superan los mil millones de fieles (parece que el cristianismo supera al islam en número de fieles a nivel mundial…por ahora…).
Los rastafaris, por supuesto, los omití en el mensaje previo (aunque puse ´…´ indicando que no era una lista completa).
Bueno, ya fue suficiente por hoy.