En tiempos de vértigo se agradece pisar sólido. Por tanto, mi agradecimiento al pequeño sello editorial independiente Cobel (www.cobelediciones.com) por la obra de Eudaldo Forment: Catecismo de la Suma contra los gentiles, de Santo Tomás de Aquino, probablemente la mente más lúcida que jamás haya existido.
La Suma contra los gentiles es una petición de San Raimundo de Peñafort al doctor Angélico, a modo de vademécum para la conversión de judíos y musulmanes a la verdadera fe. ¿Leer hoy una Suma? Créame: es lo más oportuno que puede hacer. A lo mejor volvemos a pensar.
La forma de pregunta-respuesta constituye, sobre todo, una forma de hacer inteligible aquellos compendios. Eudaldo Forment ya colaboró en otra ‘traducción’, a la fórmula catequética con La Suma contra los gentiles. Pero aquí es obra suya, al menos de los dos primeros libros de La Suma contra los gentiles.
Yo he descubierto, por ejemplo, que la metafísica no sólo te enseña a razonar que Dios existe sino cómo es Dios.
Por ejemplo, las cinco vías para demostrar la existencia de Dios (que no la naturaleza de Dios) constituyen para la inmensa mayoría de los hombres del siglo XXI una novedad gozosa. Es como si el rompecabezas de la existencia empezara a encajar… por fin.
También aprendes que sólo lo falso es contrario a la verdad, de lo que se sigue, que no todo lo que es verdad es demostrable, conclusión muy importante para guiarse en la vida privada pero, sobre todo, en la pública.
Con Santo Tomás también aprendes que la clave de la sabiduría es la sencillez. Por ejemplo, cuando lees a Santo Tomás, y lo mismo ocurre con Aristóteles, apenas necesitas buscar palabra alguna en el diccionario. Las palabras son conocidas, lo que se resiste son los conceptos y las conclusiones que se forjan con ellas.
Y al final, todo se circunscribe, como siempre, a espíritu y materia, esa barrera que el hombre de la modernidad no logra penetrar. Y la existencia del espíritu sí que es demostrable, como lo es la existencia de Dios. Espíritu es lo que nos cambia. Todas y cada una de nuestras células se han modificado en el espacio de unos pocos años, pero en el espíritu racional el hombre permanece. Sencillamente porque el espíritu existe y es lo que no cambia.
En cualquier caso, al final, Tomás de Aquino era un dibujante, un artista: dibujó el alma humana porque sabía que no podía dibujar a Dios, aunque sí advertir de su existencia. Y entonces es cuando Aquino demuestra que el hombre es un ser racional, libre, imperfecto pero capaz de la más grande de las dignidades posibles: consolar a Su Creador.
Fuente: http://www.hispanidad.com/Editorial/catecismo-de-la-suma-contra-los-gentiles-otra-grandeza-de-una-editori-20150327-169105.html
27 de marzo de 2015.