Hay en el marcado de libros filosóficos en español dos obras que tienen como tema central al deporte de las patadas. ¿Filosofía del fútbol? Así es, fuera de que en muchos países sea esta disciplina el producto comerciable número uno –como en México lindo y querido- y por ende podría pensarse que eso invite a más de un escritor a entrar en tan jugoso mercado. Aquí los autores en turno dan buenos argumentos para justificar su elección de tal objeto de estudio: aman el deporte, conocen sus secretos y sobre todo, lo ven como una buena forma de llevar la filosofía o la reflexión a una sociedad que, gravemente, parece que pensara con la parte con que juega al fútbol.
He de confesar que no he leído alguno de los dos títulos, solo fragmentos y las reseñas (que en ellas nos basaremos para conocer un poco de su contenido), sin embargo creo que bien vale el atrevimiento y que sirva como nota informativa. Veamos un poco de cada uno:
El primero de ellos lleva por título “Futbolsofía: filosofar a través del fútbol”, publicado en Ediciones del Laberinto(1) y escrito por el filósofo español Carlos Goñi Zubieta.
Cito íntegra la reseña proporcionada por la editorial:
El fútbol es un fenómeno impresionante. Millones de personas de todo el mundo lo siguen con fervor; hay miles de profesionales que, de forma directa o indirecta, se dedican a él; todos los medios de comunicación se hacen eco de lo que pasa en su mundo.
Está en todas partes, ocupa grandes titulares, mueve enormes cantidades de dinero, es siempre actual. Además, el fútbol es un fenómeno de alcance universal: habla todas las lenguas, integra todas las razas, aúna nacionalidades, cree en todas las religiones, admite todas las culturas.
Se ha escrito mucho sobre el deporte rey, pero quizá nunca como se hace en este libro. No se trata de hablar de fútbol, sino del fútbol.
En este sentido, la “futbolsofía” pretende ser un exprimidor que intenta extraer de este deporte todo su jugo filosófico. El fútbol es como la vida: reflexionar sobre él nos puede a ayudar a entendernos mejor a nosotros mismos.
El fútbol y la filosofía no se excluyen, al contrario, se puede ser un gran aficionado, se puede vibrar con el juego de nuestro equipo, participar en intensas tertulias futbolísticas, en fin, amar éste depone, y, además, ser un apasionado de la literatura, del arte, la poesía o la filosofía.
En esa libro se presenta una singular Liga futbolsófica: en cada una de las 38 jornadas, el lector tendrá la oportunidad de reflexionar sobre el fútbol y la vida, sobre comportamientos y formas de ver el mundo, sobre la idea que tiene el hombre de sí mismo, sobre valores y normas que rigen nuestra sociedad, sobre educación y deportividad, sobre las relaciones humanas… todo ello desde una perspectiva “futbolsófica”, es decir, teniendo el fútbol como objetivo y la filosofía como anteojo.
Uno de los temas tratados por Goñi Zubieta en este libro es el referente a las celebraciones de los jugadores al anotar gol. Después de leer el siguiente texto recordé a Cuauhtémoc Blanco haciendo ese ridículo festejo del perrito. Lean este fragmento:
Ya he dicho que el gol es la culminación del fútbol. Todos los esfuerzos se ven recompensados si el balón llega a tocar la red de la portería contraria. Un partido sin goles resulta, también lo he dicho, en cierto modo, decepcionante. No es de extrañar, por tanto, que los jugadores celebren con tanta vehemencia cada uno de los tantos que consiguen. La forma y la razón de la celebración de los goles en un campo de fútbol nos puede ayudar a entender el sentido de la fiesta en nuestros días.
Cuando un jugador consigue un gol, sufre un arrebato de alegría, que le saca de sí y le hace correr alocadamente, saltar, gritar, abrazarse con otros compañeros, bailar, gesticular, quitarse la camiseta, cubrirse la cabeza, hacer el avión o el pájaro, disparar… y un sinfín de gestos que, sacados de contexto, resultan absolutamente ridículos. Porque en la liturgia futbolística, tan importante es marcar un gol como celebrarlo. De hecho, en los múltiples resúmenes de goles que nos proporcionan las cadenas de televisión, siempre se incluye la imagen de su festejo. En muy raras ocasiones se deja de manifestar alborozo tras obtener un tanto: suele ocurrir cuando lo causa un jugador en su propia puerta, cuando se trata del antiguo equipo del goleador, cuando el gol ya no sirve para nada… No siempre, ni mucho menos, se cumplen estas excepciones, sino que, más bien, la celebración tiene valor por sí misma. Incluso creo que los jugadores no sólo ensayan jugadas, sino también la forma de festejar los goles.
Si observamos la actuación de los jugadores en esta circunstancia, nos daremos cuenta de que prevalece un cierto individualismo que antaño no existía. Me refiero a que antes los goles se celebraban con más espontaneidad y en grupo. Consistían casi exclusivamente (quitando las piruetas de Hugo Sánchez) en formar un gran abrazo colectivo, una melé futbolística, como si el protagonista se fundiera con todo el equipo. Pero, de un tiempo a esta parte, los jugadores celebran los goles en solitario, incluso a veces apartan a sus propios compañeros de su camino para situarse en un punto determinado, desde donde poder realizar la pirueta preparada. Y todo el mundo lo aclama y se alegra con él porque ha sido capaz de culminar una jugada. La razón de la fiesta, de la alegría, de la celebración, es el mismo individuo que lo celebra.
Pero lo que sucede en los campos de fútbol, también ocurre fuera. Hace tiempo que hemos cambiado la razón, el sentido y la forma de la fiesta. Quizá nunca como ahora se haya dado tanta importancia a las múltiples formas de celebración, que generalmente se traducen en diversión. Ese individualismo que observamos en los terrenos de juego, lo vivimos también en nuestra manera de celebrar: claro que no excluimos a los demás, pero tampoco, en sentido propio, compartimos con ellos, sino que buscamos más nuestra propia diversión, para la cual los otros resultan “interesantes”. Nosotros somos el centro de atención porque la única razón de la fiesta somos nosotros. Hemos marcado un gol y merecemos disfrutarlo. La fiesta ya no es un premio inmerecido, sino un derecho exigido; ya no tiene la forma de acción de gracias, sino de gratificación interna; ya no encierra un sentido religioso (que nos “religa” con el Absoluto), sino un ritual de egolatría.
En la fiesta todo está permitido. Es cuestión de cubrirse la cabeza con la camiseta y dejarse llevar por los sentimientos: se trata de volar, de saltar, de gritar, de bailar. Aun a riesgo de ser multados, debemos, de tanto en tanto, quitarnos la camiseta para manifestar que en esos momentos estamos por encima del bien y del mal(2). Debemos, en fin, dejarnos arrebatar por la explosión de alegría que supone marcar un gol.
A mi modo de ver, en los instantes que dura la celebración del gol queda resumida la manera que tiene el hombre de hoy de vivir la fiesta. Por desgracia, demasiado individualista, demasiado autocomplaciente(3).
El otro título referido es “Futbolia: filosofía para la hinchada” de José Machado y Manuel Valera, publicado por editorial Kailas(4) Obra nacido bajo la preocupación de que los jóvenes y niños cada vez saben más de fútbol y menos de filosofía, los campos y estadios están llenos y las bibliotecas vacías. “Algo teníamos que hacer” (5) dicen en la introducción a su obra los autores. ¿De qué manera?
“Lo que leemos tiene un aspecto sensacional. Los autores comienzan explicando el paso del mito al logos por medio de la inolvidable final de la Champions entre Manchester y Bayern, para inmediatamente fusilarnos con su objetivo: remontar, como los Red Devils en el Nou Camp, la a priori insalvable distancia entre filósofos de carrera y aficionados al balompié, mostrando que entre ambos colectivos hay muchos más puntos en común de lo que parece a primera vista. Como ellos mismos dicen, si no le dan la vuelta al marcador, al menos tendrán la ocasión de marcar el gol del honor.
El método usado para realizar la comparación resulta pertubadoramente atractivo: se trata de montar un equipazo con once sensacionales futbolistas, otro que formarían otros tantos de los más grandes filósofos, y jugar a las vidas paralelas para mostrar, vis a vis, los paralelismos que unen a los artistas del balón con los grandes sabios. Y los conjuntos son excelentes: del lado deportivo, forman Kahn; Roberto Carlos, Maldini, Beckenbauer; Redondo, Zidane, Figo, Stoichkov; Romario, Raúl y Maradona (un claro 3-4-3, lógico en un planteamiento tan optimista). Entre los que piensan, saltan al césped Descartes, San Agustín, Kant, Marx, Nietzsche, Platón, Ortega, Aristóteles, Epicuro, Heráclito y Parménides. Y se menciona también el Olimpo, donde Di Stéfano, Pelé y Cruyff discutirían con Sócrates, y aparecen por ahí Hume, Pitágoras, Collina, Lao Tsé. Hasta Rafa Guerrero(6) tiene unos minutos, suponemos que como bufón metafísico” (7).
Seguro vale la pena dejar de ver uno de esos muchos partidos aburridos de la liga mexicana y leer alguno de estos libros. Estoy seguro que nos divertiremos más y habremos filosofado. Lo que es un triunfo.
Así que, ya no hay pretextos para no filosofar: a los que les gustan las series o películas tipo: Harry Potter, Friends, Matrix (ver Per Se #04), los cómics (Per Se #03), la fotografía (Per Se #06) la música o ahora el fútbol.
¿Qué sigue? La creatividad es el límite…
(1) http://www.agapea.com/Futbolsofia-Filosofar-atraves-del-futbol-n41756i.htm
(2) La última normativa del fútbol profesional ha despenalizado la acción de quitarse la camiseta cuando se celebra un gol. Este es un signo más de que lo festivo puede llegar a justificarlo todo. Vamos por el camino de eximir a la celebración de cualquier norma, como si no pudiéramos celebrar algo estando sujetos a obligaciones morales, sociales, educativas e, incluso, jurídicas.
(3) Extracto del libro de Carlos Goñi Zubieta, Futbolsofía. Filosofar a través del fútbol (Ediciones Del Laberinto, Madrid, 2002, pp. 143-145) Disponible en la Internet en el portal www.Arvo.net
(4) http://www.gandhi.com.mx/Gandhi/Libros/productDetail.cfm?prodId=285210
(5) Machado, Valera, Futbolia, Editorial Kailas, página 9.
(6) Célebre juez de línea que gusta de hacer expulsar y marcar penaltis convenciendo de sus graves y erróneas apreciaciones desde la banda a los árbitros principales. Ver en You Tube: “Rafa, no me jodas” y “Rafa no me jodas, la leyenda continúa”.
(7) Ramón Flores en http://www.diariosdefutbol.com/2006/11/24/futbolia-filosofia-para-la-hinchada/