Haber conocido al único verdadero filósofo verdadero que hubo sobre la Tierra desde 1972 es inmenso, absolutamente sobrenatural; sobrenatural porque la Naturaleza ya no dará un filósofo profesional («verdadero filósofo», escribí en la primera línea) que sea, a la vez, filósofo verdadero, o sea que elabore un sistema de ideas complejas y estructurales capaz de dar cuenta de toda realidad, sin excepción: la Física, Química, Biología, Antropología, Arte, Historia, Literatura, Lengua, Sociología, Psicología. Sus herramientas, las Matemáticas y la Filosofía, por eso nos recordaba él cada dos por tres el letrero que Platón tenía fijado en la entrada de su Academia en Atenas: «Que nadie entre aquí sin saber Geometría».
Fui su discípulo durante once años, en la Fundación Gustavo Bueno de Oviedo, y el Mundo se abrió ante mí como ni antes ni después lo hizo ni lo hará. Y lo que vi fue a los hombres, y los vi hasta los huesos, y Bueno, todavía más, me seccionó esos huesos y vi la médula. Pese a mi notoria inhabilidad intelectual para empaparme del néctar y la ambrosía que todas las semanas de esos años me daba para beber y comer, algo de esas dulces substancias que hacían inmortales a los dioses griegos saboreé y, definitivamente, renací. No es que solo me presentase y me hiciese amigo de Tales, Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Euclides, Tomásde Aquino, Wolff, Kant, Hegel, Marx, Husserl o Adorno, es que Bueno se me revelaba como una síntesis crítica de ellos, proyectándome sus logros y sus yerros, juntándolos, operando con todos al mismo tiempo y dando nacimiento a un solo cuerpo, el Materialismo Filosófico, su enorme contribución a la Humanidad.
En 1972 publicó sus Ensayos materialistas, el arranque de una red de redes de idea que examina racionalmente los conceptos para su organización y esclarecimiento, donde la Ontología, o el Ser en cuanto es, tiene la misión de gozne; y, justamente, el materialismo buenista diferencia dos planos, el de la Ontología General y el de la Ontología Especial, correspondiendo al primero la Materia (M equivale al Ser, que es transcendental, se transciende a sí misma mediante los fenómenos materiales, y es eterna en tanto en cuanto la Naturaleza produce naturaleza: natura naturans) y, al segundo, los géneros M1 (la materialidad primera o física), M2 (las ideas o los sentimientos) y M3 (conceptos, teorías?, el lenguaje en suma). A partir de estos tres géneros de materialidad es preciso proceder a una inducción que regresaría hasta la Idea de M de la Ontología General, que es la que nos revelará certezas de los casos, progresando, a continuación, deductiva y críticamente para re-componerlos. Se da, entonces, un proceso continuo entre regressus y progressus que establecerá un vínculo entre la Ontología General y la Especial. Este es un enfoque gnoseológico que ve en los «materiales dados en el mundo» los pilares de la razón que genera ideas críticas, porque la «razón filosófica brota del propio material social» (Ensayos materialistas).
Sobre este armazón crítico-racional, Bueno construyó con el tiempo una de las teorías más certeras que hay acerca de las ciencias (no la Ciencia, porque hay muchas y distintas), el Cierre Categorial, que tiene por cometido ordenar cada saber científico desde sus partes internas constituyentes, discriminando las disciplinas que no lo son, entre ellas la propia Filosofía. El sustantivo «cierre» alude al cierre parcial de un sistema de operaciones materiales ejecutadas con los términos que hay en la ciencia estudiada. El adjetivo «categorial» se refiere, acabadas las intervenciones quirúrgicas, a los fenómenos (formas en que se presentan los contenidos fisicalistas: los sujetos, los objetos, las culturas) y a sus interconexiones, de las que se extraería la verdad esencial.
Ahora bien, a la vista de la portentosa contribución de Gustavo Bueno al saber, cabe preguntarse por qué ha tenido tan poca resonancia su filosofía. Yo entresacaría dos causas entre varias probables. La primera, que es español, no alemán, francés o angloamericano. La segunda, que fue catedrático y trabajó en Oviedo, una pequeña capital de provincia de una muy provinciana tierra de envidias y cerrazones, conocida en el orbe por Fernando Alonso y por los Premios Princesa de Asturias, tan asquerosamente ridículos y miopes que fueron incapaces de premiar al número uno, al mejor.
(Gustavo, si estás con Platón en el Universo de las Ideas, dale un cariñoso abrazo. Os quiero mucho a los dos. Gracias sinceras por lo que me habéis enseñado. Seguramente me reunirá pronto con vosotros, si es que me aceptáis, porque, a vuestro lado, mi cerebro es el de un Homo floresiensis).
Fuente: http://www.lavozdeasturias.es/noticia/asturias24/2016/08/07/bueno-filosofo/00031470586423409722886.htm
7 de agosto de 2016. ESPAÑA