Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores; ha sido profesor e investigador visitante en diversas universidades en México y en el extranjero, entre ellas la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona; el Paul Getty Center, en Los Ángeles; la Universidad Johns Hopkins; la Universidad de California en La Jolla; y la Universidad de Wisconsin. En 1996 recibió el Premio Universidad Nacional.
El día 5 de junio de 2010 murió uno de los más creativos e imaginativos filósofos latinoamericanos: Bolívar Echeverría. Su obra es amplia y admirable, desde El discurso crítico de Marx (1986) hasta La modernidad de lo barroco (1999). Fue uno de los pensadores que con mayor agudeza practicó una disección de la modernidad. Su libro de 1995, Las ilusiones de la modernidad, es un ejemplo de ello. En el año de 2001 publicó un libro que como antropólogo me llamó poderosamente la atención: Definición de la cultura. Como un homenaje a mi admirado amigo Bolívar Echeverría, quiero hacer aquí algunos comentarios al respecto.
Desde el interior de los grandes sistemas filosóficos muchas de las dimensiones de la cultura aparecen como irracionales, innecesarias y disfuncionales. Bolívar Echeverría, con gran sensibilidad, recoge precisamente esa dimensión incongruente y mágica para proyectarla, a la manera de Koestler, como un fantasma dentro de la máquina marxista. El resultado es extraordinariamente estimulante y ha cristalizado felizmente en la metamorfosis de unas lecciones de filosofía impartidas hace treinta años en el libro titulado Definición de la cultura, que confirma a Bolívar Echeverría como uno de los mejores y más originales ensayistas de América Latina.
Quiero comentar únicamente la reflexión de Bolívar Echeverría que se aplica a las expresiones mitológicas de la cultura, cuyo estudio fue visto, al decir de Marcel Detienne, como una “ciencia de lo escandaloso”, como la investigación de las formas del pensar extravagante, obsceno, grotesco y repugnante de los pueblos paganos o salvajes. Esta manera de abordar el tema recurre a la añeja disputa alemana entre los defensores de la cultura, entendida como los aspectos creativos de la actividad humana, y los abogados de la civilización, que define la acción utilitaria de los hombres en sus tareas de sobrevivencia económica. Esta dicotomía opone, en cierta forma, las interpretaciones dionisíacas de las apolíneas, en la terminología de Nietzsche. Quiero recordar aquí la manera en que esta oposición encarnó en las ideas del psiquiatra anarquista Otto Gross, quien expuso en su primer libro, Las funciones secundarias del cerebro (1902), una significativa teoría sobre la existencia de dos tipos mentales opuestos. El primer tipo corresponde a gente con una conciencia vasta pero superficial, ágil para entender los hechos y para aprovecharlos en el corto plazo, sumida en una vida emocional primitiva y trivial, carente de la riqueza de una imaginación erótica ligada a los poderes estéticos y éticos superiores. El segundo tipo, caracterizado por una profunda vida emocional, es lento en el entendimiento y uso de los hechos, se orienta hacia la abstracción simbólica y la armonía de la experiencia, se aleja de la acción social eficiente para inclinarse hacia la estética y las actitudes visionarias e idealistas. Según Gross, en estos tipos cristaliza la oposición entre el hombre de negocios y el de ideas, el hombre de la civilización y el de la cultura, el personaje realista en la batalla y el solitario creador de imágenes. El primero es característico de las épocas tormentosas en que los imperios se establecen; el segundo tipo es un producto de la alta cultura que se desarrolla a partir de los imperios. Esta dualidad era un lugar común que podemos reconocer en diversas expresiones intelectuales de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, tanto en su forma psicológica, como en sus variantes sociales y culturales.
Ecos de esta contraposición se pueden hallar en el enfrentamiento, citado por Bolívar Echeverría, entre el existencialismo de Sartre y el estructuralismo de Lévi-Strauss. Este último intentó encontrar orden y coherencia en el mundo aparentemente indescifrable y escandaloso de los mitos y de las costumbres, para comprender su lógica. Sartre defendió la importancia de la libertad humana, un principio que trasciende la estructura. La discusión de Bolívar Echeverría, en buena medida, se ubica entre estos dos términos. Por momentos se acerca más a una interpretación estructuralista, como cuando define la cultura de la siguiente manera: “La cultura es el momento autocrítico de la reproducción que un ser humano determinado, en una circunstancia histórica determinada, hace de su singularidad concreta; es el momento dialéctico del cultivo de la identidad”. Este cultivo crítico de la identidad es una actividad cultural que, aunque es peligrosa y pone en riesgo la coherencia (de allí su carácter creativo) constituye al mismo tiempo la reproducción de la “mismidad”, como dice Bolívar Echeverría. Me fascina ver que esta práctica crítica es considerada como una peculiar “saudade” –yo hablaría de melancolía– dirigida hacia el Otro, hacia la otredad. Esta saudade es una especie de locura erigida en expresión cultural de la identidad.
El libro de Bolívar Echeverría es un intento extraordinariamente creativo y original de utilizar la tradición marxista, acorazada con la semiótica moderna y reforzada con las afiladas armas del estructuralismo antropológico, para descodificar y entender ese inquietante espacio inmaterial que Kant llamó el mundus intelligibilis, y que es el mundo de la cultura. Para ello no duda en acudir a la ayuda de la teología o de la filosofía existencial, pero aquí los espíritus de Walter Benjamin, de Sartre o de Georges Bataille cumplen la función de fantasmas que se ocultan tras las bambalinas de la gran ópera de la identidad semiótica. Estos fantasmas han ayudado a Bolívar Echeverría en su fascinante presentación de las relaciones entre –por un lado– el juego, la fiesta y el arte y –por otro lado– los discursos científico, mítico y poético. Aquí estamos ubicados exactamente en ese lindero peligroso que confronta el mundo de las misteriosas incoherencias innecesarias con el espacio de los discursos que históricamente organizan científicamente los juegos, que codifican míticamente los rituales festivos o que establecen una poética de la experiencia estética. El lindero se vuelve más difícil de comprender al considerar la dimensión histórica, que nos muestra una inexplicable continuidad estructural de los mitos, los rituales y los cánones. A mi juicio aquí la tradición estructuralista y lingüística no resuelve el problema.
Hoy podemos reconocer los límites de estas interpretaciones. Desde que fueron impartidas las lecciones de Bolívar Echeverría las artes semióticas y funcionalistas se han erosionado y han sufrido el embate de un renacimiento del evolucionismo, que se ha aunado a las críticas románticas y existencialistas, con el agregado de las armas queproporciona, entre otras ciencias, la neurofisiología. Mezcla extraña, dirán algunos, que marca los tiempos postmodernos que vivimos.
Bolívar Echeverría entiende que la cultura adopta las formas de una “existencia en ruptura”. Yo diría que, en ocasiones, las rupturas se manifiestan como las típicas mutaciones azarosas sin las cuales no es posible comprender el proceso evolutivo. Sus efectos son a veces desgarradores, y el proceso cultural autocrítico, además de creativo, se puede convertir en un ritual antropofágico. Esto ocurre con alguna frecuencia en las manifestaciones culturales de esa dimensión que recorre todas las líneas del libro de Bolívar Echeverría, aunque creo que nunca es nombrada. Me refiero a la cultura socialista que ilustró, pero también obnubiló, a nuestra generación. De hecho, creo que el gran auge del ensayismo en México (y posiblemente en toda América Latina) durante el siglo XX, y especialmente durante la segunda mitad de este siglo, se debe a las tensiones y a la disciplina mental que el pensamiento socialista introdujo en nuestra cultura, y que nos obligó a una “existencia en ruptura”. Los ensayos de Bolívar Echeverría son frutos muy admirables de esta existencia en zozobra.
Fuente: http://www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?title=bolivar_echeverria_una_existencia_en_rup&more=1&c=1&tb=1&pb=1&blog=11
MEXICO. 7 de junio de 2010
El periodico La Jornada publico:
Bolívar Echeverría es “un reconstructor consistente del marxismo revolucionario”
Por: Angel Vargas
Una de las tareas pendientes es la edición crítica de su obra, manifiesta Julio Boltvinik
La estatura intelectual de Bolívar Echeverría lo coloca entre los más importantes filósofos marxistas del siglo XX y lo que va del XXI en el mundo. Inclusive en varios aspectos logró superar al autor de El Capital.
Así lo sostuvieron colegas, investigadores, amigos y alumnos del pensador de origen ecuatoriano, fallecido el sábado 5, en el homenaje póstumo que se le rindió la noche del martes.
Efectuado en la sede de Siglo XXI Editores, sello donde Echeverría era autor, el acto consistió en una mesa redonda en la que se abordaron aspectos de la vida y obra del pensador. En particular, se abundó en su legado para el estudio y el conocimiento del marxismo crítico radical revolucionario.
Profesor de prístina mirada
De acuerdo con el economista Julio Boltvinik, colaborador de La Jornada, la principal aportación de quien fue maestro emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además del concepto de ethos barroco, es el desarrollo del concepto de valor de uso de Karl Marx.
Para ello, explicó el también investigador de El Colegio de México, Bolívar Echeverría partió del diagnóstico de que Marx no había desarrollado ese concepto central para la comprensión de cualquier sociedad.
“El valor de uso –dijo– hace referencia a las necesidades humanas, al proceso de producción que lleva a obtener esos objetos a los que se les llama valores de uso, que satisfacen las necesidades humanas y, por tanto, está en el centro de la vida humana, de la reproducción de la sociedad.”
Sostuvo que el libro El valor de uso y utopía, de Echeverría, es un texto único en el mundo: “En este trabajo hace lo que nadie se había atrevido a hacer: es al valor de uso lo que el capital es a la teoría del valor. Es la teoría del valor del uso que hacía falta en el marxismo”.
A decir de Boltvinik, tras la muerte de Bolívar Echeverría, una de las tareas pendientes es la edición crítica de su obra, pues su nivel siempre era muy elevado y resulta necesario aterrizar aquellos escritos que son muy difíciles y han dificultado la difusión de una parte importante de su trabajo.
Por su parte, el filósofo y catedrático Stefan Gandler señaló: “Bolívar Echeverría, retomando a Marx –y yo creo que en algunos aspectos superándolo–, logró explicar de manera increíble esta complejísima relación entre lo natural y lo social”.
Autor del libro Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, –editado por el Fondo de Cultura Económica, que destaca las aportaciones de ambos filósofos al pensamiento universal–, Gandler agregó: “Estoy de acuerdo en que la aportación de Bolívar sobre el valor de uso no se ha entendido en toda su fuerza conceptual, y es en cierta medida la base de la teoría de los ethos.
“Sin esta obra no se entiende todo el bagaje de marxismo crítico radical revolucionario; no se entiende sin esta interpretación muy interesante que hace de Marx, interpretación que de alguna manera es una relaboración de su obra en algunos puntos; claro, la diferencia entre Bolívar y Marx es que vivieron en diferentes épocas.”
Para Federico Álvarez, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el pensador homenajeado fue “un marxista digamos de nuevo cuño, uno de los reconstructores contemporáneos más consistentes en el terreno del marxismo revolucionario”.
En una emotiva participación, Diana Fuentes, quien fue la colaboradora más reciente del catedrático en la Facultad de Filosofía, recordó cómo eran las clases de ese profesor universitario.
Sus alumnos “éramos de los que se niegan a creer que la sórdida realidad actual fuese aceptada y festejada como el mejor de los mundos posibles”, destacó.
“A través de la prístina mirada del profesor era posible entrever que el método de Marx se distinguía radicalmente del resto del pensamiento moderno por abrir las puertas a una forma de acercamiento al mundo que no implicara la destrucción de la otredad.”
En el homenaje también participaron el poeta Jaime Labastida, director de Siglo XXI; el académico José Luis Barcárcel, el editor Luis Arizmendi, la antropóloga Marta Lamas y Carlos Echeverría, hijo del filósofo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/06/10/index.php?section=cultura&article=a05n1cul
MEXICO. 10 de junio de 2010
El periodico El Telegrafo, publico:
Echeverría deja un legado filosófico
El pensador riobambeño falleció el pasado sábado, a los 69 años, en Ciudad de México.
Bolívar Echeverría, el filósofo ecuatoriano con más reconocimiento en el exterior, falleció la noche del sábado en su domicilio en Ciudad de México. Tenía 69 años y fue víctima de un infarto, según informó la Embajada de Ecuador mediante un comunicado.
El pensador vivía en la capital azteca desde 1968, donde se desempeñaba como catedrático en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y fue nombrado, en 2008, profesor emérito. Era reconocido, sobre todo, por ser una de las voces críticas de la modernidad capitalista en Latinoamérica.
Echeverría nació en 1941, en Riobamba. En 1968 obtuvo el título de Magíster artium en Filosofía en la Universidad Libre de Berlín (Alemania), en el 74 terminó su licenciatura en Filosofía en la UNAM y años después -en el 91- hizo una maestría en Economía en el mismo centro de estudios. Obtuvo su doctorado cuatro años más tarde.
Antes de partir a Europa, el pensador perteneció a Los Tzántzicos, un movimiento cultural del sesenta de ideología izquierdista. Ahí compartió escenario con otros miembros del grupo, como Fernando Tinajero, Ulises Estrella y Luis Corral.
Según el académico Andrés Barreda Marín, citado por el rotativo mexicano La Jornada, el riobambeño “fue el pensador crítico latinoamericano que más lejos llegó en la comprensión del capitalismo contemporáneo”. También mencionó que “fue un pensador muy cuidadoso en el rescate de la crítica de la economía política de Marx y, asimismo, en lo que respecta a la filosofía de Martin Heidegger”.
Precisamente para conocer a Heidegger -uno de los pilares del existencialismo del siglo XX- y con la esperanza de tomar alguna clase con él, Echeverría viajó a Berlín en 1961. “Pero llegué tarde y no pude tomar ningún curso con él”, dijo el filósofo en una entrevista publicada por este diario en enero de 2009. Sin embargo llegó a tiempo para presenciar un conflicto que se gestaba en la Alemania de esa época: la construcción del Muro de Berlín.
Estuvo seis años en la república teutona, donde participó en el movimiento estudiantil alemán, al lado de Rudi Dutschke, uno de los iniciadores del mayo del 68. “Empezamos en Berlín en el 67 y tuvo su momento más brillante en París. Yo estuve allí cuando sucedió y posteriormente pasé al 68 mexicano”, dijo Echeverría.
A su criterio, la rebelión estudiantil en Europa fue la resistencia de los jóvenes a repetir la historia, un intento de replantear la organización de la sociedad. “Los motivos tenían que ver con una incomodidad de la juventud con el esquema civilizatorio de posguerra que habían restaurado los europeos y que era la repetición de lo que les había llevado al fascismo”.
Pese a la trascendencia de su obra, en Ecuador es muy poco conocida. En la mencionada entrevista, Echeverría expresó que su trabajo, dentro del país, no se difunde “ni normalmente ni anormalmente”. Según el sitio web de la UNAM dedicado al autor, sus investigaciones se extienden a los campos temáticos de la teoría de la cultura, la definición de la modernidad y la interpretación del barroco latinoamericano. Todas parten del estudio de la obra de Heidegger y Sartre, de una relectura de El capital, de Marx, y de un desarrollo de la Teoría crítica de Frankfurt.
Para el historiador guayaquileño Carlos Calderón Chico -quien se define como un seguidor de sus estudios filosóficos-, el problema de difusión de la obra de Echeverría se debe, en parte, a la profundidad de su discurso “que no le llega a cualquiera”. Esta complejidad, a decir de Calderón, lo acercó a los especialistas, pero lo alejó del gran público.
Por su condición de académico, fue invitado a dar cursos y conferencias en instituciones como las universidades Harvard, Pittsburgh y la Libre de Berlín. También obtuvo reconocimientos, como los premios Universidad Nacional a la Docencia (México, 1997), Pío Jaramillo Alvarado (Flacso-Quito, 2004) y Libertador al Pensamiento Crítico (Caracas, 2007).
Para Carlos Tutivén, catedrático de la universidad Casa Grande, Echeverría fue uno de los pocos filósofos que han trascendido dentro de las letras ecuatorianas, sobre todo por su fervorosa defensa al legado de Marx.
Según Tutivén, el legado de Echeverría está en el tratamiento crítico de la realidad latinoamericana desde sus realidades propias, además de representar una lectura muy original de la escuela de Frankfurt, de la filosofía de Heidegger y de la modernidad capitalista en América Latina.
Revise la entrevista que este Diario le hizo a Bolívar Echeverría y lea sus trabajos como columnista
Algunas obras:
El discurso crítico de Marx (1986).
Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social (1994).
Definición de la cultura (2001).
Las ilusiones de la modernidad (1995).
Valor de uso y utopía (1998).
Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco (1994).
Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/cultura/noticia/archive/cultura/2010/06/08/Echeverr_ED00_a-deja-un-legado-filos_F300_fico.aspx
ECUADOR. 8 de Junio de 2010
Redacción Cultura
[email protected]
Guayaquil
Su legado: dado el valor de uso como la necesidad de lo humano, éste, fuera del poder que lo constriñe y cosifica, es esencialmente siempre barroco.
Del periodico La Jornada:
Economía Moral
Homenaje a Bolívar Echeverría (1941-2010) / I
Su teoría del valor de uso complementa la teoría del valor de Marx
Julio Boltvinik
La entrega del 3 de agosto de Economía Moral empezó así:
“Creo que esta discusión entre marxistas que no están sometidos a la idea de que hay una autoridad que definirá cuál de los dos tiene la razón, que esta posibilidad de discutir, es justamente algo que se abre en revistas como Desacatos. En este sentido, me complace mi participación en esta presentación”. “Decidir sin tutela, a partir del juicio propio: este postulado kantiano del comportamiento que debería ser propio del individuo ilustrado, sólo se vuelve realmente posible con el apogeo del Homo Legens”. Estas dos citas, que valoran altamente la autonomía del individuo, provienen del mismo autónomo autor: Bolívar Echeverría.”
Hoy Economía Moral tiene que compartir con sus lectores el dolor y el luto por la muerte (el 5 de junio) de este autónomo autor, de creatividad extraordinaria y maestro impar de muchas generaciones. El martes 8 se llevó a cabo un homenaje a Bolívar Echeverría (Bolívar en adelante) en el Foro de Siglo XXI Editores con una asistencia multitudinaria que rebasó la capacidad del local. (Véase nota de Ángel Vargas en La Jornada de Enmedio del día de ayer). En él, Diana Fuentes, su asistente, narró cómo era la lucha para entrar a las clases de Bolívar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Llegar con mucha anticipación, hacer cola y colarse lo más rápido posible para tratar de alcanzar espacio, aunque sea “en el democrático suelo”. ¿Habrá alguien que pueda mantener clases de marxismo crítico al nivel de Bolívar?, me he preguntado en estos días. Otra pregunta es si el altísimo nivel del marxismo crítico al que llegó Bolívar podrá ser mantenido en México.
Luis Arizmendi, uno de los ex alumnos más destacados y capaces de Bolívar (director de la revista Mundo Siglo XXI una de las mejores revistas de pensamiento crítico en México), presentó ideas centrales para la comprensión del pensamiento de Bolívar. Resumo, a base de extractos, no siempre textuales, el texto de su intervención en el homenaje:
La mejor manera de rendirle homenaje a Bolívar consiste en difundir la especificidad de su contribución para el marxismo del siglo XXI. Tres coordenadas definen esta especificidad. La primera es: Bolívar es un hijo pródigodel 68. Su marxismo es incompresible sin el 68: la primera respuesta global, anti autoritaria, al contrasentido que el capitalismo le imprime a la modernidad volviéndola devastación. Del 68 mundial, el más radical fue el 68 alemán en el cual Bolívar formó parte del grupo de Rudi Dutschke, quien lo dirigió. Ésta es la época de la que va a nacer Bolívar, quien, oponiéndose a ella, va a hacer estallar los marcos con los que el marxismo en el siglo XX había sido absorbido y doblegado por el mito del progreso. Nada de que el capitalismo garantiza conducirnos a niveles de vida cada vez mejores y se va a convertir espontáneamente en socialismo. Ninguna aceptación de la historia como destino. Para Bolívar, la historia de la modernidad capitalista es en sí misma la marcha de una catástrofe. Pero si ve cómo se acumulan ruinas sobre ruinas, no lo hace para hundirse en el desaliento, sino desde un paradójico pesimismo activo o esperanzador. Ve en la historia moderna no el predominio del progreso sino de la barbarie. El suyo es un discurso que prepara el renacimiento del marxismo en el siglo XXI. Si algo vuelve su erudita obra –no estoy exagerando– la contribución más importante para el marxismo del siglo XXI es este doble movimiento que rebasa al marxismo hecho mito del siglo anterior y a la vez forja una comprensión de la nuestra como una era cada vez más amenazada por la combinación de progreso y devastación. La segunda coordenada: su prolífica y peculiar lectura de El Capital de Marx como una odisea en la que la modernidad se torna devastación. En su obra [y en sus clases], la Crítica de la Economía Política es leída como la prueba de que la odisea de la modernidad capitalista es la combinación interminable de progreso y devastación. Desde el capítulo primero, introduce una teoría radical de la crisis que sustenta en su innovadora concepción del valor de uso que será posicionado como el fundamento de un nuevo marxismo: desde él se van a medir los alcances de la devastación. Heredar a Bolívar exige desarrollar esta coordenada de su pensamiento. Nada de que el marxismo murió en la noche posmoderna. La tercera coordenada: Bolívar, haciendo del trans-capitalismo fundamento de la trans-disciplinariedad, realizó una de las más eruditas contribuciones al debate mundial de frontera en las ciencias sociales y la filosofía. No buscó saltar sino romper las fronteras entre las más diversas disciplinas al conectar autores distintos e incluso contrarios entre sí: Marx, Heidegger, Weber, Braudel, Walter Benjamín, etcétera. No se negó a las más diversas y contrapuestas interlocuciones. No hermético, sí antidogmático, siempre buscó un diálogo múltiple y abierto: economía, filosofía, antropología, historia, política, sociología, semiótica y estética, todo esto estaba allí, pero desde un mirador en el cual lo que se indaga es la afirmación del sentido para la historia o el sujeto. El avance de la historia moderna como la encarnación de macro-fuerzas que nos subordinan, es incomprensible sin la responsabilidad del sujeto: la enajenación está allí, pero siempre es elección porque la elección puede ser desenajenación que detenga la catástrofe. En el siglo XXI, Bolívar Echeverría no fue, es un rayo de luz que intenta resistir que la modernidad sea convertida en una era de oscuridad; ahora nos toca a nosotros heredarlo para que ese rayo ilumine la transformación del porvenir.
En mi intervención, puse énfasis en una de sus más importantes contribuciones que Arizmendi ubica en la segunda coordenada. Sostuve que Bolívar formuló la teoría del valor de uso que complementa la teoría del valor de Marx, llenando así un hueco de casi 150 años, al completar la visión de los dos lados de la forma elemental de la riqueza en las sociedades en las que impera el régimen capitalista de producción. En su ensayo clave al respecto (“El valor de uso: ontología y semiótica”, en su libro Valor de uso y utopía, Siglo XXI editores, 1998) Bolívar presenta la tarea emprendida (que califica como reconstrucción y no como formulación teórica) como necesaria ante la disimetría del discurso de Marx:
Las páginas que siguen parten de la idea que el aporte central del discurso de Marx a la comprensión de la civilización moderna está en el descubrimiento, la formulación y el análisis crítico… del comportamiento de trabajo y disfrute que el sujeto humano mantiene con la naturaleza, constituido como una realidad contradictoria: por un lado, como un proceso de producción y consumo de ‘valores de uso’ y, por otro, como un proceso de ‘valorización del valor mercantil’ de los mismos. En término estrictamente teóricos, una concepción de lo que son los objetos de la vida práctica en su forma fundamental o ‘natural’, en su presencia como ‘valores de uso’, precede y determina necesariamente la percepción que tiene Marx de aquello que viene a contradecir este modo de ser y esa presencia: del ser para la valorización y del estar como valores que se valorizan. Una concepción implícita que sostiene todo el edificio de la crítica de la economía política. Pensamos, sin embargo, que el aporte central de Marx a una comprensión crítica de la modernidad adolece de una disimetría o unilateralidad; que las amplias y penetrantes investigaciones del proceso de acumulación del valor capitalista —de uno de los dos lados del comportamiento económico contradictorio de la sociedad moderna— no se acompañan de investigaciones similares capaces de hacerles contrapeso en el terreno del otro lado de ese comportamiento, el del ‘valor de uso’ y su reproducción. Justificamos así nuestro trabajo, como un aporte a la reconstrucción de esa concepción de la ‘forma natural’ de las cosas como ‘valores de uso’, implícita en la “crítica de la economía política” y sin cuyo esclarecimiento ella queda incompleta y en muchos sentidos enigmática” (pp.154-155).
Bolívar explica por qué en la época de Marx no era posible emprender esta tarea: “el problema de la naturalidad de las formas sociales y de las definiciones de valor de uso sólo aparece de manera enfática en la vida real cuando el desarrollo capitalista hace estallar… los milenarios equilibrios locales entre el sistema de necesidades de consumo y el de las capacidades de producción” (p. 156)
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Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/06/11/index.php?section=opinion&article=024o1eco
MEXICO. 11 de junio de 2010