A Ortega y Gasset, al menos uno de los tres más grandes pensadores españoles del XX, le benefician más sus detractores obtusos que sus rendidos devotos.
En España escasean los mejores y, además, no se les tiene en cuenta
A Ortega y Gasset, al menos uno de los tres más grandes pensadores españoles del XX, le benefician más sus detractores obtusos que sus rendidos devotos. Quien probablemente nunca tuvo una idea, ese raro tesoro, dijo que Ortega no tenía ideas, sino ocurrencias. Ya saben también: primer filósofo de España y quinto de Alemania. El gracioso omite lo que significa ser el primer filósofo de España y lo poco que denigra ser el quinto de Alemania. Pero resulta graciosillo. Es, al parecer, muy español eso de denigrar desde abajo lo que está más alto. No hay gran hombre para su ayuda de cámara.
Sentado esto como retórica premisa, me faltan créditos para certificar si el análisis de Ortega en España invertebrada es o no correcto. Quizá como filósofo primero de España tenga algo relevante que decir, pero nunca tanto como el vigésimo séptimo o el centésimo segundo o el que profesa de filósofo sin serlo. Tengo para mí que algún exceso de explicable amargura y no poco de acomodo a algún resabio de leyenda negra pulula por sus páginas, pero también creo que enuncia algunas perdurables verdades que el presente no deja de confirmar. Allí, el filósofo (con permiso de arbitrarios dispensadores de tan alto título) diagnostica los dos grandes males que han lastrado la historia patria: el particularismo (y, con él, la acción directa) y la ausencia de los mejores. Quisiera aquí recordarlas, con la sola intención de insinuar que, sea lo que fuere del resto del ensayo, siguen hoy vigentes, atentando contra la normal vertebración de nuestra Nación.
Lo de la ausencia de los mejores no se refiere sólo al Gobierno. Aunque, desde luego, también se refiere a él. No es que no gobiernen los mejores. Eso nunca lo han hecho en ninguna latitud. Bien lo sabía el sabio Platón. Es que ni siquiera gobiernan los mejores políticos. La expresión “ausencia de los mejores” significa, al menos, dos cosas. Una, que no existen los mejores, que no los hay porque impera la más igualitaria mediocridad. Otra, que existen, pero no se les escucha. En España, hay algo, o mucho, de las dos cosas. Escasean los mejores y, además, no se les tiene en cuenta.
Lo del particularismo y la acción directa es tan claro que apenas merece comentario ni prueba. Lo que bajo esta expresión Ortega denuncia sigue vivo y en pie. Cada región, cada gremio, cada clase o grupo social mira más por su bien particular que por el bien común. Los nacionalismos y la corrupción del Estado de las Autonomías han generado el más radical particularismo, pero no el único. Tambiénse puede apreciar en otros aspectos de la vida pública. Las reformas de los Estatutos de Autonomía, especialmente, pero no sólo, el catalán, así como el procedimiento de reforma del sistema de financiación autonómica son expresión patente de la misma patología. El secesionismo y el terrorismo separatista son su más terrible manifestación. Y no cabe omitir la otra cara del particularismo: la acción directa como método de intervención en la vida pública, destructor de los mecanismos de la democracia liberal.
Lo principal del diagnóstico orteguiano sigue, por desgracia, vigente, y los Gobiernos de ZP no han hecho sino aprovecharse del fenómeno y agravarlo. Si España continúa invertebrada, o poco vertebrada como Nación, ahí están las causas. Y, con ellas, los remedios. Para quien quiera o pueda administrarlos.
Fuente: http://www.gaceta.es/11-08-2009+ausencia_mejores_particularismo,columna_0img,3,4,63804
Alcobendas-Madrid, SPAIN. 12 de agosto de 2009