¿Por qué habría elegido Aristóteles que el libro donde debía hablar sobre la felicidad de los hombres fuera dirigido a su hijo? ¿Hay acaso alguien que no quiera ver feliz a su hijo? Lo cierto es que desde el siglo IV AC ya tenemos el primer tratado sobre la felicidad humana, la Ética a Nicómaco. De las muchas interesantes afirmaciones del estagirita en dicha obra, la propuesta inicial de que todos los hombres aspiran a ser felices es prácticamente incontrovertible.
Al filósofo le interesa la causa final que lleva a los hombres a crear instituciones políticas como las ciudades-Estado, las polis griegas, lo que es como preguntarse hoy por qué inventamos el Estado. Aristóteles no lo duda: tenemos estados porque queremos ser felices y tales instituciones nos deben ayudar a conseguir tal meta. Es más, en realidad, todas las acciones humanas tienen como último fin conseguir la felicidad. Repito: irrefutable.
Ahora la Organización de las Naciones Unidas publica el resultado de su medición de la felicidad y resulta que los daneses, seguido de todo el resto de países escandinavos ocupan los primeros puestos en tal inusual ránking. Suecia, Finlandia, Noruega e Islandia están ahí junto a Dinamarca, países que en siglos anteriores albergaron a los belicosos vikingos son ahora el sitio de la tierra para ser felices. Más países europeos están también en la lista, pero no deja de ser llamativo, aunque a estas alturas ya no sorprenda, que los escandinavos ocupen los primeros lugares.
Solo un día tuve la oportunidad de estar en Copenhage, y gran cosa no puedo decir de los daneses, pero al menos infelices no eran. Cruzando el puente, en Suecia sí fui dos veces, una primera vez por una semana y la segunda por dos meses y medio y les puedo asegurar que, en líneas generales, el estándar de vida de los suecos difícilmente produzca infelicidad. Según se cuenta, les va mejor aún a los finlandeses, a los noruegos y a los islandeses.
Un joven noruego que entrenaba tenis de mesa en Suecia, junto al campeón paraguayo Marcelo Aguirre, me contó un día que él y todos los noruegos tenían casi un millón y medio de coronas noruegas, pues su país tuvo un superávit y lo distribuyó en todos sus habitantes. Este joven tenía dinero gracias al Estado noruego y aseguraba su vida por varios años con eso. Una sonrisa de oreja a oreja cruzaba su rostro mientras me contaba eso.
Si Aristóteles viviera, seguro dirá que los descendientes de los vikingos lograron lo que el analizó en su ética nicomaquea. Si viniese por tierras paraguayas, la mayoría le dirá que todo anda bien, todo al pelo, pero escarbando solo un poco verá que el Estado paraguayo no brinda felicidad, pues, como todos los estados, debe estar comandado por los administradores del Estado, es decir, los políticos, y justamente los que son paraguayos son los más corruptos. Ah, por cierto, cuando se elabora la lista de países más corruptos, Paraguay ocupa siempre el segundo lugar y los escandinavos apenas figuran. ¿Entiende la relación?
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Fuente: http://www.ultimahora.com/aristoteles-y-la-felicidad-vikinga-n976671.html
24 de marzo de 2016