Por qué Hannah Arendt importa. Por [email protected]

El venidero 14 de octubre se cumplen 100 años del nacimiento de Hannah Arendt. Una teórica de lo político con una predilección para grandes generalizaciones históricas, Arendt reunió en su persona el brillo conceptual de una intelectual cultivada, el aprendizaje consciente de una estudiosa formada en Alemania (“Gelehrte”) y el denodado espíritu de una exiliada quien confrontó algunos de los peores horrores de las tiranías europeas. Su vida fue rica en pensamiento innovativo y ennoblecida por amistad y amor. Su condición de judía fue un rasgo impresionante de su experiencia y una condición que jamás intentó reprimir.

Durante una reciente visita a Nueva York, un amigo me regalo un libro recién publicado cuyo titulo es la versión inglesa del titulo de esta nota, escrito por Elisabeth Young-Bruehl cuya biografía Hannah Arendt: For Love of the World (HA: Por amor del mundo), sigue siendo la más significativa de las tantas que se han escrito. En este libro, Young-Bruehl nos invita a especular sobre lo que Arendt podría haber pensado, siempre comprometidamente, sobre nuestra contemporaneidad.

Entre las numerosas publicaciones de la Arendt destaca especialmente. “Los origines del totalitarismo”, trabajo que inicio en los años de la década de los 30 en el exilio in Paris, continuo durante el escape durante la ocupación de Francia hacia Portugal y luego a los Estado Unidos. Su primera versión fue publicada en 1951 en USA por una editorial alemana igualmente emigrada (Schocken Books).

Como bien acota Young-Bruehl: “Leyendo (este libro) es como visitando un museo donde está un mural gigantesco del los siglos XIX y XX que uno nunca termina de asimilar – un Guernica de un vasto y culto historiador.”

Hannah Arendt tuvo una particular manera de filosofar. Se acercaba a los hechos y acontecimientos reales, los registraba con curiosidad y asombro y luego los elaboraba en conceptos y narrativas filosóficos. Para el totalitarismo, su primera experiencia fue el antisemitismo y luego el nacionalsocialismo alemanes, en el lapso entre 1918 y 1933. Pero igualmente observó, a partir de comienzos de la década de los 30, el estalinismo y, en novedosas formas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el McCarthismo estadounidense, aquel periodo de persecución y virtual supresión del pensamiento y expresión libres en los 50. Para citar otra vez Young-Bruehl: “La política – en el sentido de ciudadanos que hablan y actúan en publico, variadamente permitidos por diferentes formas de gobierno y asegurados por sus leyes – aparece solamente bajo ciertas históricas condiciones. De la misma manera, la política puede también desaparecer. Totalitarismos, argumentaba Arendt, son la desaparición de la política: formas de gobierno que destruyen la política, eliminando metódicamente seres humanos que hablan y actúan y atacando la humanidad misma primero, un grupo selecto y después de todos los grupos. De este modo, el totalitarismo hace las gentes superfluas como seres humanos. Esto es el mal radical.”

En otras palabras, totalitarismo no es simplemente una tiranía o dictadura, puesto que “mata las raíces” de la vida política, social y personal.

Arendt distingue varios elementos del totalitarismo. El primero es la existencia de una ideología que explica toda la historia y justifica el régimen y sus políticas. Trátese del fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán, el estalinismo ruso/chino/cubano, todas estas ideologías tienen en común que suprimen y destruyen el pensamiento libre y la libertad de expresión, bases de la convivencia humana y por ende de la democracia. Un segundo es la destrucción de las instituciones ciudadanas y civiles y su toma por la “masa”, un movimiento indiferenciado de desclasados y su “partido”. Un tercero es la igualación e ideologización de la educación, de modo que las niñas y los niños y adolescentes se insertan voluntariamente en las organizaciones juveniles del “partido”. Un cuarto es la supervisión de toda la sociedad, sea por policías secretas, sea por mecanismos de denunciación, un quinto el militarismo y un sexto la necesidad de tener siempre un enemigo.

La obra de Hannah Arendt es actual en el mejor de los sentidos. ¿Qué diría ella sobre fenómenos como la fusión de la derecha cristiana fundamentalista del Partido Republicano de Estados Unidos y la lenta destrucción de los derechos humanos en ese país? ¿Cuáles consecuencias sacaría ella del camino que ha tomado “nuestra” Revolución Bolivariana? ¿Cómo juzgaría el fundamentalismo islamista de la teocracia iraní?

En muchos de sus libros, Hannah Arendt ha insistido en el entrelazamiento entre pensar y actuar, siendo el concepto de acción uno de los conceptos claves de su filosofía política, en realidad la más precisa y exacta descripción de la condición humana.

En todo esto pensábamos y seguimos pensando al mantener el Observatorio Antitotalitario Hannah Arendt. Aquí y ahora. Hoy y hacia el futuro.

Notas

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Fuente: http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/1757021.asp

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