Stylianos Karagiannis repasa la figura del filósofo español más determinante a nivel mundial resaltando el platonismo latente en su obra y su estrategia de abrir brechas en la espesura
Ortega y Gasset, en la órbita de Platón.
España carece de una sólida tradición filosófica -ésta es, aunque duela, la pura verdad-, y son escasos los nombres de filósofos patrios que han logrado traspasar las fronteras nacionales. Esto pudiera deberse, al menos en parte, a la decantación de algunos de nuestros mayores pensadores por mezclar la arena de las ideas con el cemento de la ficción y, en vez de especular con la construcción filosófica, entregarse a los especulación literaria (Un ejemplo, Miguel de Unamuno). Uno de los pocos filósofos legados por España a la escena internacional, si no el único, es José Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1955), y de la influencia de éste en otros, de la de otros en éste, y de sus temas y anatemas predilectos habla este notable libro del poeta y ensayista Stylianos Karagiannis, Las verdades de Clío y Erato, musas de la Historia y de la Poesía, respectivamente, en la mitología griega.
En un primer texto, Karagiannis sitúa a Ortega en la estela o entre la estirpe de Platón, pues, como aquél, el español manifestó un hondo malestar por el contexto filosófico en donde debió instalarse él e instalar su obra. La estrategia de ambos pasó por abrir brechas en la espesura, buscar rutas alternativas a los caminos más transitados, mirar por encima de donde los demás miraban. Al igual que Platón, Ortega enfrentó filosofía y poesía, para ver cuánto hay de una en otra, y un intenso platonismo se hace vivo cuando, en una serie de reflexiones sobre el pensamiento metafórico, Ortega sostuvo que, y aquí repetimos las líneas de Karagiannis: “la poesía no sigue la vía directa de las ideas o del concepto sino que busca la imagen que yace dormida en el interior de las cosas”. Y raíces platónicas tiene, para quien esto suscribe, una de sus dicotomías más enojosas, la oposición “élite/masa”, en la que emergía el aristócrata del pensamiento o el señorito que Ortega llevaba dentro. Jamás olvidaré la definición orteguiana de “élite” como “lo no pueblo”. Habrase visto, ¡lo no pueblo!
Un intenso platonismo late asimismo en las sugerentes reflexiones de Ortega sobre el amor, y la exposición que hace Karagiannis de las mismas es impecable. El filósofo madrileño rompe con la convención heredada de la Antigüedad que presenta al dios Amor con los ojos vendados. Si el amor fue ciego una vez, sostiene el autor de La rebelión de las masas, no puede seguir siéndolo. El “raciovitalismo” (raciocinio más vitalismo) de Ortega rechaza esta imagen añeja, aunque entrañable, y presenta al amante no como alguien incapaz de ver las imperfecciones de la amada, sino como el agudo observador de sus bondades. Karagiannis lo resume así: “El hombre funciona críticamente, se detiene ante la mujer,ante su ídolo y descubre su belleza (física, espiritual, personal). El enamorado tiene ojos para ver lo que no pueden ver los demás. La mirada del enamorado, su visión, es mucho más perspicaz que la de los otros”. El astro conservador se eleva, por el contrario, ante su consideración de lo femenino.
Hay una apreciable voluntad de comprender a la mujer, doblemente valiosa por darse en un tiempo y un país acostumbrados a ignorarla. Ortega apunta el papel decisivo que ella ha jugado en la Historia a través del amor; o sea, a través de los diferentes tipos de relación con el hombre inspirados o propiciados por la mujer. No obstante, raramente tiene en cuenta su singularidad (“la mujer es más bien un género que un individuo”, escribió) e incurre en acusaciones graves al tacharla de “fuerza retardataria” -precisamente a ella, diantre-s- que inhibe el “afán de cambio y avance que brota del alma masculina”. Hay muchísimo más en Las verdades de Clío y Erato, pero el espacio nos impide demorarnos cuanto quisiéramos. Sólo una aclaración. No importa si uno se siente inclinado a ponerle peros, la verdad es que, en sus mejores páginas, y éstas se cuentan por cientos, José Ortega y Gasset es un estímulo intelectual de primer orden. Octavio Paz, muy influido por el filósofo en su juventud, hizo una confesión que otros muchos suscribirían: “No estoy muy seguro de pensar ahora lo mismo que él pensó en su tiempo; en cambio, sé que, sin su pensamiento, yo no podría, hoy, pensar”.
Stylianos Karagiannis Editorial Comares Granada, 2009.
Cristina Nehring. Lumen Barcelona, 2010
Tim Tzouliadis Debate Barcelona, 2010
Fuente: http://www.granadahoy.com/article/ocio/605954/aproximacion/ortega/y/gasset.html
SPAIN. 14 de enero de 2010