Adónde van los filósofos en tiempos de crisis

Opinan Schopenhauer, Selden, Homero, Goethe, Confucio y otros
Hace unos días, el mundo se enteró de la tremenda crisis que azota a Grecia, la cuna de la sabiduría occidental. Y llama poderosamente la atención de los occidentales que esa legendaria tierra que dio a luz a filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles y tantas otras mentes lúcidas esté ahora eclipsada por desequilibrios financieros y sociales, a la vez que los hombres más eminentes hacen mutis por el foro sin amagar siquiera una arruga en las vestiduras. Aquella tendencia helenística que buscaba la sabiduría habría quedado a la deriva. La filosofía y el amor a la sabiduría que promovieron los clásicos habrían quedado entre las temáticas dormidas en el cofre de los recuerdos.

Es curioso, o no tanto: aunque hoy se cuente con numerosos medios tecnológicos para estar más informados, no se oyen las voces de los filósofos contemporáneos, locales o extranjeros, clamar a los Estados por una mayor claridad en el acontecer diario, o, al menos, si no impera el orden, hacer recordar el objeto final de la política, como la entendía Aristóteles: el bien común.

¿Será que la globalización aburguesó a los intelectuales? ¿Existen aún esas mentes críticas que marcan algún sendero o simplemente se diluyeron? El filósofo alemán Arthur Schopenhauer expresó en cierta oportunidad que “el intelecto es invisible para el que no lo tiene”.

Por su parte, el jurista inglés John Selden escribió que “el sabio calla en tiempos peligrosos”. Los ingleses insisten desde hace generaciones en que es muy fácil ser sabio después del evento, pero lo que a la humanidad le preocupa es el aquí y el ahora .

Aunque no haya un acuerdo unánime sobre nimiedades tales como la edad del planeta, se vive en un mundo en el que reinan la juventud y la belleza, por más que la sabiduría sea escasa, como observó el poeta Homero. Para Goethe, en cambio, la sabiduría sólo se halla en la verdad. Y el filósofo chino Confucio refirió hace decenas de siglos que “aprender sin pensar es tiempo perdido; pensar sin aprender es peligroso”.

¿Estaría en lo cierto Oscar Wilde al afirmar que la sociedad produce bribones y la educación hace a unos más inteligentes que otros? El escritor se preguntaba, además: “¿Qué importancia tiene la educación cuando se preocupa simplemente de hacer a cada hombre diferente de sus semejantes?”

El progreso se basa únicamente en el saber grupal, así lo entiende E.W. Heine, arquitecto y escritor alemán, en su obra El nuevo nómada : “Un individuo aislado es incapaz de construir un automóvil o un televisor. Ni siquiera podría producir corriente eléctrica. No somos más que simples células de un gigantesco organismo, del que dependemos pase lo que pase. Si dicho organismo acabara descomponiéndose, los supervivientes vegetarían al cabo de una generación en un nivel existencial inferior incluso al de los primitivos cavernícolas”.

Más acá, hoy en Buenos Aires, entre los soldados rasos de la filosofía sobresale el análisis del empresario y escritor de haikus Ariel Rottemberg, un porteño inflexible con su crítica sobre la coyuntura global: “Nos engañaron por todos los medios. Nos hicieron creer que el año 2000 sería como en los cartoons de Los supersónicos y seguimos tratándonos como en la era de Los Picapiedras. Ahora que los necesitamos, la gran mayoría de los intelectuales nacionales está preocupada por las ventas de sus libros de autoayuda más que por la pérdida de la libertad o del respeto que los argentinos le perdimos a la verdad”.

Para terminar, nada como un fragmento de Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa , ensayo del historiador francés Daniel Mornet: “Los grandes filósofos no revelan la existencia de países desconocidos; se limitan a trazar, para recorrerlos, en lugar de mil senderos en los que se dispersa y se extravía el tropel de viajeros, amplias carreteras atrayentes y cómodas, que hacen el viaje más directo y seguro”.

Otros filósofos, más cercanos, toman por el atajo.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1269589

ARGENTINA. 29 de mayo de 2010

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