Abandonemos a esa Europa


Hemos llegado a interiorizar que tenemos el derecho de controlar, dominar y explotar cualquier territorio
Los europeos nos creernos el ombligo del mundo, la cuna de la civilización. En Europa apareció la cultura griega, el cristianismo y el derecho romano. El románico y el gótico. El Renacimiento, Humanismo, y la Reforma Protestante. La Ilustración basada en el culto a razón humana –reflejada en la frase de Kant sapere aude– que nos serviría para combatir y superar la ignorancia, la superstición y la tiranía, y así construir un mundo mejor. La Revolución Francesa, con la división de poderes de Montesquieu y la soberanía nacional de Rousseau, plasmados en constituciones, o la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. La Revolución Industrial con un extraordinario crecimiento de la economía. Nada que objetar a la existencia de estos hechos históricos. Mas, también los europeos somos responsables de otros: el fascismo, las dos guerras mundiales, genocidio de los judíos de Hitler o el holodomor ucraniano de Stalin…

Hemos llegado a interiorizar que tenemos el derecho de controlar, dominar y explotar cualquier territorio allende de nuestras fronteras con sus respectivas poblaciones. La conquista de América por España fue un ejemplo. Por ello, el domingo anterior a la Navidad, en 1511, el dominico Antonio de Montesinos pronunció en la isla de Hispaniola (Haití), en una iglesia con techo de cañas, un sermón “revolucionario”. Hizo la primera protesta pública contra el trato que sus compatriotas infligían a los indios. El sermón, ante la minoría dirigente de la primera ciudad española fundada en el Nuevo Mundo, escandalizó e indignó a sus oyentes. Clamaba con voz llena de ira: ¿Con qué derecho habéis declarado una guerra tan atroz contra esta gente que vivía pacíficamente en su país? ¿No tienen una razón, un alma? ¿No tenéis el deber de amarlos como a vosotros mismos? Estad seguros de que, en estas condiciones, no tenéis más posibilidades de salvación que un moro o un turco”. La denuncia la continuó el padre Bartolomé de las Casas. Reflejar estos hechos, para algunos es una falta de patriotismo, aduciendo que hicieron lo mismo en América, los portugueses, los ingleses, y una vez desplazados los europeos, los Estados Unidos, de acuerdo con la doctrina Monroe “América para los americanos”. Justificar una monstruosidad con otra, no deja de ser monstruoso. Al respecto resulta muy interesante la lectura del libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina escrito en 1971, del que extraigo este fragmento de su prólogo: “Describe la historia del saqueo y cómo funcionan los mecanismos actuales del despojo, aparecen los conquistadores en las carabelas y, cerca, los tecnócratas en los jets, Hernán Cortés y los infantes de marina, los corregidores del reino y las misiones del FMI, los dividendos de los traficantes de esclavos y las ganancias de la General Motors.”

EL CONQUISTADOR de América justifica su empresa con una misión evangelizadora y civilizadora: humanizar a los amerindios gracias al cristianismo y la civilización. Sin embargo, en el siglo XIX, el imperialismo europeo en África y elAsia olvida cualquier tipo de justificación religiosa y moral e invade, ocupa y explota territorios para proveerse de materias primas, ampliar sus mercados o contrarrestar el crecimiento y poderío de los imperios rivales. Mario Vargas Llosa nos cuenta en La aventura colonial, la actuación de Leopoldo II de Bélgica en el Congo. Con una mezcla de astucia y diplomacia convirtió a su país en una gran potencia colonial. Supo forjarse una imagen de monarca humanitario, altruista, hondamente preocupado por los salvajes. Y así en 1885, las naciones en el Congreso de Berlín, le regalaron, a través de la Asociación que él creara, todo el Congo, un territorio, unas 80 veces el de Bélgica, para abrirlo al comercio, abolir la esclavitud y cristianizar a los salvajes. Los congoleños fueron sometidos a una explotación brutal, hasta su extinción. Los castigos, para los que no entregaban suficiente látex, fueron inhumanos. Las mutilaciones de manos y pies, hasta el exterminio de hombres, y, sin embargo, los belgas recuerdan a Leopoldo II como un gran estadista.

Por ende, no sorprende la publicación en 1961 del libro Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, y con un prólogo extraordinario de denuncia de la explotación colonial de Jean Paul Sartre, el cual nos escupe a la cara con palabras de Fanon: Escuchen: “No perdamos el tiempo en estériles letanías ni en mimetismos nauseabundos. Abandonemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por donde quiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo. Hace siglos… que en nombre de una pretendida aventura espiritual ahoga a casi toda la humanidad.”:

Dinámica histórica que sigue plenamente vigente. La estamos constatando con nuestras actuaciones recientes en Irak, Afganistán, Libia, Siria… Como señala el periodista colombiano Reinaldo Spitaletta, la civilización originaria, que priorizaba a la razón, a la libertad de pensamiento, pero también a la disidencia, sin que una ni otra fueran excluyentes, se perdió entre el humo de tantas guerras. Hoy, los civilizados son irracionales. Y los “incivilizados”, todavía más.

Fuente: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/abandonemos-esa-europa_1073771.html

13 de diciembre de 2015. ESPAÑA

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