¿A qué se llama pensar? Por Christian Miranda Bascopé

Una breve meditación sobre la dinámica de la relación entre el pensamiento y el habla en nuestros días desde el análisis de Martin Heidegger y José Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset  y Martin Heidegger. INTERNET

Suele decirse que cuando pensamos, simplemente estamos hablando. Pues diría que sí y no; sobre todo porque en realidad, “el habla” puede ser muchas cosas: sentido, ser, verdad, concepto, expresión, comunicación, etc. Sin embargo, no se trata de encaminarse por eliminación, sino más bien, aproximarse desde cierta humildad metodológica y admitir la polisemia de sentido que entraña dicha palabra. No se trata aquí de resolver “el problema de los nombres” en Platón (Crátilo) o clarificar el pleno sentido del lenguaje como la “casa del ser” en Heidegger. Simplemente se trata de una breve meditación sobre la dinámica de la relación entre el pensamiento y el habla en nuestros días. Para esto nos servirán de auxilio Martin Heidegger y José Ortega y Gasset.

A primera vista, Ortega y Heidegger no comparten las mismas posturas en relación al lenguaje. Estudiadas con algo más de detenimiento, vemos que simplemente se trata de la comprensión de lo mismo, desde ángulos distintos. Ortega mantiene cierta concepción instrumental del lenguaje y define a este último como “el medio que nos sirve para manifestar nuestros pensamientos”. Pero a renglón seguido agrega: “Pero una definición, si es verídica, es irónica, implica tácitas reservas, y cuando no se la interpreta así produce funestos resultados”. Dentro de esta interpretación instrumental (y formal en este punto) del lenguaje, Ortega nos señala el juego de “claro oscuro” bajo el cual debe ser entendido este tipo de “habla instrumental”; ya que este tipo de lenguaje no da para tanto. Sirve para dar referencias de las cosas y las ideas, pero siempre desde una esencial in-completitud de plenos sentidos. Este lenguaje se construye, sobre todo, a partir de la estructura del concepto.

En este punto, es esencial subrayar que, para la filosofía griega clásica, no existía un término equivalente al de concepto. El “entendimiento activo”, nos dirá Aristóteles en el  De anima, no es cosa propia ni apropiable por cada uno; es algo separado de todos los individuos, y en él todos estamos sumergidos, cual los ojos en la luz (y es comparación del mismo Aristóteles). Sólo con los romanos nace el término concepto (cum, capere), es decir el entendimiento entendido como “mano prensora”, que “captaba” y prendía cosas, y, por tanto, podía servir para com-prender con una idea y así extender el dominio de ella, de algo que sólo parecía apto para ver y para ser visto.

En las Meditaciones del Quijote, Ortega se pregunta: “Cuándo además de estar viendo algo, tenemos su concepto, ¿qué nos proporciona éste sobre aquella visión?” Ortega nos responde lo siguiente: “Por lo pronto, se nos presenta el concepto como una repetición o reproducción de la cosa misma, vaciada en una materia espectral.” De esta forma “el concepto no puede ser como una nueva cosa sutil destinada a suplantar las cosas materiales. La misión del concepto no estriba, pues, en desalojar la intuición, la impresión real. La razón no puede, no tiene que aspirar a sustituir la vida.”

De esta forma, “jamás nos dará el concepto lo que nos da la impresión, a saber: la carne de las cosas. Pero esto no obedece a una insuficiencia del concepto, sino a que el concepto no pretende tal oficio.” Así, el concepto no debe ser utilizado más que como un instrumento de delimitación de la realidad, y no como la vida misma. El concepto nos entrega cierto posicionamiento de una determinada cosa en su relacionalidad correspondiente con el resto de las cosas, y se configura de esta manera, simplemente como un instrumento u órgano para la posesión (limitada) de las mismas. De esta forma, no se trataría de un “encajonamiento hermético”, más bien se trataría de la instrumentalización de una “cartografía referencial” de la realidad, para que las cosas puedan unirse “sin invadirse las unas a las otras”. Para Ortega, “esto es el concepto: no más, pero tampoco menos.”

Ahora bien, para Heidegger (fundamentalmente el tardío), el lenguaje es algo distinto. Más próximo al “entendimiento activo” aristotélico, el lenguaje según Heidegger sería algo que nos rodea y que de ninguna manera debe ser entendido como un instrumento. Al respecto nos dice que: “El hombre se comporta como si fuera el forjador y el dueño del lenguaje, cuando es éste, y lo ha sido siempre, el que es señor del hombre”. Aquí nos referimos al habla o al lenguaje, desde un ámbito más originario y en que más que la definición se trata de mostrar ámbitos de sentido y horizontes amplios de comprensión. Para nuestros oídos modernos, todo lo anterior invariablemente  tiene connotaciones casi místicas. Pero justamente de eso se trata. Todo “ente” que no podemos “prender” nos parece irreal, y por difuminado, también ilusorio.

Nuestro lenguaje, simple “medio de expresión” en nuestros días, si no ya, mero “medio de presión” nos impide pensar. Cada día, engullimos volúmenes imparables de contenido, que no es más que ruido y estática monótona y repetitiva. Crónicas imparables de ruido sin cesar, y por ende simple procesamiento de datos. ¿Salen cosas de eso? Evidentemente que sí.  ¿Eso es pensar? No lo sé. Este mismo artículo, pese a su humilde intento, bien podría ser “una nada más”, que aporta más ruido y al ruido, y que en verdad nadie escucha. El volumen, la cantidad y la aceleración de información que nuestras mentes individuales tiene que procesar a diario, dislocan cercanías y lejanías, y sobre todo anulan “esos horizontes” no susceptibles a mensuración. Tiempo y espacio “propios” son anulados, y es casi imposible no verse obligado a sumergirse en meta-relatos y en ismos de todo tipo. Todo es esencial durante tres días, hasta que se actualiza el nuevo feed de noticias o te llega la nueva cadena del WhatsApp.

¿Ingenuidad de ver nuevos horizontes? Tal vez sí, al final, la vida fáctica es autosuficiente y se reinventa constantemente, por lo menos en teoría; con bombas de hidrógeno y todo.

Notas

Músico y filósofo – [email protected]

Fuente: https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/llama-pensar/20210123123503804944.html

24 de enero de 2021.  BOLIVIA

1 comentario ¿A qué se llama pensar? Por Christian Miranda Bascopé

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *