Ya lo dijo Nietzsche hace muchos años: ‘Dios ha muerto’. Evidentemente Nietzsche sí que está muerto. Parece difícil acabar con la presencia viva de Dios en el corazón y en el cerebro del hombre del siglo XXI. Lo necesita el mundo globalizado, como afirmaba el arzobispo vallisoletano, si queremos de verdad acabar con la pobreza de los países pobres, amenazados por la crisis, ya que Dios exige compromiso, compartir y repartir lo que tenemos y perdonar a los que nos hacen mal. En ello insistió el Papa el día 1º de año, en la Jornada de la Paz.
En el año 1960, 50% de la humanidad creía en Dios. En nuestros tiempos, el porcentaje es el 66%. En el año 2050, será el 75%. Frente a la afirmación de Nietzsche las estadísticas dicen que es ‘un muerto muy vivo’. El debate sobre la existencia de Dios ha estado presente siempre. Las Vías de Santo Tomás, el argumento moral de Kant o el argumento ontológico anselmiano, tratando de demostrar la existencia de un Ser Supremo, mano que da la luz del Big-Bang. En Barcelona, Ateos de Cataluña y Unión de Ateos y Librepensadores, lanzan una campaña de publicidad en autobuses con el eslogan ‘Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y goza de la vida’, copiada de Inglaterra, donde era más agresiva. Por lo que se ve ni siquiera los ateos descartan la existencia de Dios. Probablemente es agnóstico. Si fuesen ateos negarían rotundamente la existencia de Dios. La clave está en ese ‘probablemente’: ni ellos, ateos y librepensadores, están seguros de la existencia de Dios. Les cuesta afirmar que Dios exista o lo contrario, es ‘posible’, según esto, que Dios exista.
Filósofos de la categoría de Escoto, Descartes, Leibniz y Hegel, entre otros, defienden el argumento ontológico que vendría a cuento en estas circunstancias. Negar la existencia de Dios, afirman estos filósofos, se contradice a sí mismo, podrá negar su existencia pero difícil será pensarlo. La idea de Dios, para estos pensadores, incluye su existencia. El argumento ontológico de San Anselmo, para algunos, carece de valor para probar la existencia de Dios. Santo Tomás lo rechazaba, a grandes rasgos, porque confunde el orden ontológico con el orden gnoseológico, dando un salto del pensamiento a la realidad. Por que pensemos algo no tiene porque ser real.
Hoy se insiste más en los argumentos que parten de los datos de la ciencia: el orden del universo, la regularidad, la estructuración y el dinamismo de las entidades reales. Muchos datos de la ciencia abren el camino para plantearse la existencia de Dios. Son las llamadas pruebas físicas. También es cierto que es temerario basarse en estadística ni para afirmar ni para negar la existencia de Dios o de quien sea.
Y, por otra parte, a quien pregunta si existe hay que preguntarle si lo conoce. Somos muchos los que creemos en Dios y vivimos alegres y confiados, disfrutando, y tratando de que disfruten otros, rechazando a quienes convierten la religión en fanatis mo. Si Dios ni siquiera fue ‘inventado’ en tiempos de los apóstoles, sino tres o cuatro siglos después, estaríamos asistiendo a la mejor operación de marketing de toda la historia, como afirma Carlos Herrera. Organizaciones como Cáritas, están salvando de la crisis a muchos; y miles de misioneros, religiosos y laicos, se ocupan de los desheredados, enfermos, hambrientos, discapacitados, perseguidos, de los que no tienen escuelas ni hospitales, desplazados, inmigrantes, de los sin techo. Dios, como dicen los teólogos de la liberación, es el grito desesperado de la criatura humana.
Hasta el martirio se quedan cuando los demás abandonan. Dios guía sus pasos, está ahí y hace que el mundo sea mejor cada día. Si fuese distinto, vivir apenas merecería esfuerzo. Posiblemente tenemos los creyentes gran parte de culpa siendo responsables de transmitir mal la imagen del Dios vivo en el que creemos, luz que alumbra el camino y esperanza de trascendencia para cientos de millones de ciudadanos. Nadie puede encontrar un tesoro si no se acerca a él. Dios existe, conforta, hace feliz y algún día posibilitará encontrar a los seres queridos.
Por otra parte, los de la campaña en cuestión, saben bien con quien se meten. Yo les daría sólo una sugerencia y es que, en vez de la palabra Dios, pusiesen, por ejemplo, Alá. A ver hasta donde llegaba su valentía. Claro que, en el fondo, con ello favorecen a los creyentes porque le ofrecen la posibilidad de devolver bien por mal y perdonar, algo que en otros casos está por ver.
Tomado de:
http://www.laregion.es/opinion/3878/
By gore