Sobre la filosofía de Urbina y el momento inaugural de todo un sistema de conocimiento
Encarar la cuestión para saber qué se filosofa hoy en España, en un artículo, puede resultar pretencioso. Se necesitarían cientos de páginas para ser serios en la respuesta. Ahora bien, sí podemos descubrir que alguien está haciendo filosofía de verdad y que nos da la impresión de que estamos asistiendo al momento inaugural de una novedad importante: la «fenomenología materialista» que Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina está proponiendo en el presente.
Urbina lleva años elaborando un sistema, minuciosamente, con el método del orfebre, y justo ahora está dando a luz toda esta gestación. Por algunos artículos aparecidos en la revista de filosofía Eikasía (2008) y en El Basilisco, y por las conferencias de los congresos filosóficos sobre realidad virtual, en Gijón, organizado por la Sociedad Asturiana de Filosofía SAF (2008), de fenomenología (Zaragoza, 2008) y de Murcia (en torno a la filosofía de Bueno) de 2003, algunos (Pelayo Pérez, Luis Falcón, Alberto Hidalgo, Pérez Herranz…) hemos venido siguiendo con interés sus posiciones, porque suponen, entre otros impactos, una reordenación y extensión de la geografía que venía pisando el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, que es, según creo, la más potente con mucha diferencia de cuanto se filosofía en España. Lo hasta ahora publicado a ráfagas y parcialmente por Urbina, pronto quedará organizado en un libro de aparición inmediata. Y para salvar los problemas de hacerse con una terminología asaz difícil y elaborada, en mayo tendrá lugar en Oviedo un curso abierto sobre su sistema filosófico, organizado por la SAF.
En Urbina confluyen con fuerza dos líneas filosóficas: el materialismo filosófico de Gustavo Bueno y la fenomenología, muy próximas por su propósito original pero que vinieron a separarse, por las geometrías de ideas que en uno y otro ámbito fueron configurándose. Además, en la fenomenología son frecuentes las recaídas en el idealismo o en la metafísica. Los Ensayos materialistas (1972) de Bueno no pretenden seguir la senda de las Ideas de Husserl o de la Fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty, pero el materialismo del filósofo ovetense no es de vía estrecha porque reconoce que «el idealismo fenomenológico de Husserl resulta ser necesario para el materialismo, a título de un material cuya negación es conformadora del propio materialismo.
Urbina nunca abandonó ese método de hacer filosofía que es la fenomenología, a pesar de formar parte de aquel grupo (con Vidal Peña, Pilar Palop, Alberto Hidalgo, Juan Cueto Alas…) que asistió a la fundación del materialismo filosófico. Ahora bien, ha pretendido desarrollar una fenomenología materialista, línea que se ha dedicado a rescatar, resultando de este trabajo una intensificación del materialismo. Prevenimos que no se toma aquí nunca el concepto de «materialismo» en su acepción positivista, reduccionista o fisicalista, porque reconoce no una sola materia (la física) sino una triple materialidad: también la materia psíquica y la materia eidética.
La tesis doctoral de Urbina, «La fenomenología de la verdad: Husserl» (publicada en 1984), ponía su mirada en el fundador de la fenomenología, y, desde entonces ha profundizado sin descanso en él, y en quienes fueron sus seguidores, entre los cuales cabe destacar la influencia de Merleau-Ponty, Henri Maldiney y Marc Richir, autor este último, vivo aún, con una línea estrechamente ajustada a la suya. Vemos, también, entrar en juego fuertes influencias provenientes de la «filosofía de la diferencia», especialmente de Deleuze y Badiou, y del psicoanálisis de Lacan.
La fenomenología materialista de Urbina asume que el edificio conceptual del materialismo filosófico de Bueno es válido, pero sus investigaciones le llevan a ampliar la densidad de la materia aquí considerada. Se distancia también de Deleuze, sin dejar de ser muy deleuziano, y reordena las aportaciones de Husserl y de Merleau-Ponty, advirtiendo algunos callejones sin salida. Va codo con codo con Richir, pero éste sin la influencia de Bueno.
Dejando el enmarque genético y entrando algo en materia, una de las cuestiones que están en juego apunta a un problema que atraviesa por su médula toda la filosofía del siglo XX y que no ha alcanzado todavía su grado de estabilidad: ¿qué es en definitiva el «sujeto»?, ¿cómo y de qué estamos conformados?, ¿qué es el sujeto psicológico y el gnoseológico después de Darwin, de Freud, de la teoría de la relatividad, de la física cuántica, de la etología y del arte abstracto? La vieja respuesta del alma y el cuerpo ya no se interpreta más que como una simplificación mitológica o una inercia religiosa. El cogito cartesiano y el ego trascendental kantiano se han quedado demasiado enquistados y rígidos para atender a las nuevas demandas. Hegel, Fichte, Schelling y Schopenhauer hacen sus propuestas, dispares pero coincidentes en algo: el sujeto individual mortal se halla subsumido dentro de un proceso englobante histórico en el que se diluye y del que forma parte:
Voluntad o Espíritu. A partir de Nietzsche el sujeto, si quiere estar a la altura de los tiempos de la muerte de Dios, ha de reconstruirse y transvalorarse, ha de ser otra cosa muy distinta a lo que la cultura desde Sócrates y San Pablo nos ha marcado. Deleuze, con Foucault y Guattari, sigue esta senda nietzscheana, y defenderá que ya no hay sujeto, «sólo individuaciones dinámicas sin sujeto que constituyen los agenciamientos colectivos». Esta tesis queda refrendada en los trabajos de la arqueología del saber foucaultiana: «El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro presente y podría apostarse que el hombre se borrará, como en los límites del mar un rostro de arena». No se refiere asu desaparición física, sino a la desaparición de la propia autopercepción cultural reciente del sujeto humano sobre sí mismo.
Frente a Deleuze, cuyo concepto de subjetividad se defiende como puro «simulacro de ser» sólo salvado por la donación de sentido que pueda llegar a promover, Sánchez Ortiz de Urbina mantiene al sujeto operatorio integrado en una subjetividad arquitectónica que no se disuelve en los simulacros pero que tampoco viene a coincidir con la postura de Bueno. Urbina afirma que hay una densidad mayor de la materia, por explorar (el objeto de la fenomenología), que él llama «cuerpo interno», que no se reduce 1) a las cosas dadas que aparecen (materia física), ni 2) a la actividad de los sujetos (materia psíquica) ni 3) a las identidades sintéticas de las ciencias o de sus correlatos filosóficos (materia eidética), planos en los que operaría Bueno, sino que ha de extenderse correlativamente: a 1U) la «aparencia» de lo no dado (la «aperencia» es el modo de aparición inconsciente en el cuerpo interno), a 2U) las síntesis pasivas (más acá del cuerpo operatorio directamente activo) y 3U) la esquemática (que amplía la eidética) en la que la subjetividad y la materia se anudan.
Quedan por conocerse los detalles de esta nueva articulación y, sobre todo, los argumentos probatorios y los datos «empíricos» (extraídos, según hemos inferido, de las ciencias, del arte, de la psiquiatría, de los mitos, del mundo simbólico y de la «fantasía») sobre los que poder constatar la consistencia de la nueva teoría. Se trata, de momento, de un trabajo filosófico muy serio y novedoso.
Fuente: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009030500_66_732536__Cultura-filosofa
Asturias, Spain. Jueves, 05 de marzo de 2009