Epílogo del ensayo A vuela pluma. Bloc de viajes (2024)
Por Fernando Rodríguez Genovés
«Nadie me preguntó por mi nacionalidad ni mi religión ni mi origen, y eso que había viajado sin pasaporte (algo inimaginable para nuestro mundo actual, un mundo de huellas dactilares, visados e informes policiales).» (Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, 1942)
¡Cuánto ha cambiado el mundo, de ayer a hoy! El énfasis que aquí expreso tiene hoy más de extraordinario que de obvio. Sucede hoy, parafraseando la célebre afirmación de Don Hilarión en la Verbena de la paloma, que los tiempos han cambiado una barbaridad…; un paso de la civilización a la barbarie. No hay en mi declaración sones de zarzuela, sino cruda realidad, literalidad en la dicción. Vivimos un tiempo bárbaro…
Si nos concentramos en el asunto de libro que llega a su conclusión, afirmo que, en nuestros días (unos días dilatados a bastante tiempo), los viajes han pasado de constituir búsqueda de expansión y aventura por parte del viajero a quedar reducidos a mera gestión administrativa, en que uno va de ventanilla en ventanilla, rellenando impresos y mostrando fotografías, en vez de hacerlas. Hoy, hay aduanas fronterizas nacionales, a las que se suman las fronteras y los registros urbanos, vecinales, comerciales, y, aun, de establecimiento y local. Así pues, cuando digo arriba «ventanilla», vengo a decir al mismo tiempo «mostrador» de un local y controles de paso por doquier; digámoslo así: los establecimientos durante la travesía, sea laboral, urbana (de simple tránsito) o vacacional, adquieren cada día más el aspecto y la función de dependencias.
El fenómeno que describo quedó patente cuando el viajero mutó a turista, cuando los itinerarios a salto de mata y de andanza quedaron eclipsados por los viajes organizados y las visitas guiadas, resultando de todo ello un panorama de trayectos intervenidos, seguidos de cerca por el Ministerio del Interior y las «agencias de inteligencia» –con las agencias de viajes y otras entidades público-privadas al servicio de éstos–, organismos que afirman cuidar de nuestra seguridad, aunque de hecho y sin derecho fiscalizan nuestro ser y estar (quién eres y dónde estás, de dónde vienes y adónde vas, a cada momento).
A la hora de adquirir un billete de transporte, terrestre, aéreo y marítimo, o, simplemente, de alquilar un vehículo o de registrarse en un hotel, ya no basta esgrimir el Documento Nacional de Identidad o el pasaporte para formalizar la gestión, sino que es preciso llevar consigo una carpeta de documentos, responder a cuestionarios muy completos y puestos al día (ay, ¡las actualizaciones…!), es decir, ser objeto de un registro de pies a cabeza y de un objetivo, acaso también, del medidor pistolero de temperatura corporal, entre otras inspecciones.
Viajar en coche o reponer gasolina en una estación de servicio, así como recorrer vías públicas y autopistas (♫ adelante hombre del seiscientos, la carretera nacional es tuya ♫) serán pronto estampas vintage. Por lo demás, ¿adónde ir?, ¿qué visitar? Las ciudades y los campiñas han sido alteradas radicalmente hasta hacerlas irreconocibles, víctimas de enloquecidas neoplanificaciones urbanas y rurales. Quien no haya visitado todavía Nueva York, Los Ángeles, Londres, París o Madrid (pongo por caso), sepa que hoy ya no existen, al menos, como eran ayer, cuando había «alma» en la ciudad.
El mundo de ayer… Pero, ¿cuándo fue ayer? Diría, por aproximación, que el siglo pasado: un siglo XX, bastante funesto, francamente. El siglo XXI empezó con mal pie. En septiembre de 2001, tienen lugar los atentados terroristas en suelo americano (es decir, el 11-S) y en 2003, fue retirado de la circulación el Aérospatiale-BAC Concorde, avión supersónico de transporte de pasajeros concebido para transformar espectacularmente la experiencia de la navegación aérea. Dos símbolos de distinto signo, pero que comparten un aire de catástrofe y presagian lo peor.
Y entonces llegaron los vuelos low cost y las facturaciones de sujetos (pasajeros) y objetos (equipaje), sin apenas distinción, en las instalaciones y los puestos aeroportuario de embarque. Más recientemente, allá por el año 2020, llegó en ambulancia el Gran Hermano para curarnos en salud, y transfigurar las ciudades en viviendas de encierro (antes, hogares) y hospitales de campaña (antes, centros de salud) –donde te encierran y te toman por cobaya de laboratorio y carne de experimentación– y en platós de televisión, donde graban todo lo que haces y dices, mientras el regidor de turno, tras las cámaras de video, indica al público cuando debe aplaudir, reír o callar. Del pan y circo romanos pasamos a la vacuna misteriosa y al tratamiento de choque, con algunos descansos para que la gente se expansione y tome el aire…, el avión, el tren y el autobús, pero con precaución, porque lo más aconsejado por las Autoridades es quedarse en casa, que es más seguro, y dejar el coche en el garaje o llevarlo al desguace, que es su cercano futuro.
Los hoteles… Aprovechando que los virus ahora pasan por Antequera, o por donde se quiera, la forma de pago en los establecimientos hoteleros está cambiando. ¿A favor del cliente? No, sino todo lo contrario. Según costumbre establecida en el mundo de ayer, el pago total de la estancia se efectúa en el propio hotel y puede hacerse en efectivo o con tarjeta de crédito, normalmente el día de salida (check out). Pues bien, en la «Nueva Normalidad», está introduciéndose una importante modificación, sin justificación: el pago adelantado (en algunos casos el 100% del total de la factura, sin devolución en caso de anulación) o, en su defecto, el precio final se ve incrementado un tanto por ciento, según voluntad y capricho de la dependencia… Ha habido alguna reacción contraria a esta medida abusiva, pero escasa y tímida. Hay más: a cuento de que en el mundo de hoy el clima es climático, los gestores de los hoteles empiezan a concienciar al cliente a aceptar como cosa normal que no se cambien las sábanas en la cama de la habitación donde está alojado ni se realice una limpieza a fondo de la estancia diariamente, porque de este modo todos protegemos y aseamos la naturaleza…
Con todo y con esto, y según datos de ONU Turismo: «Se estima que 790 millones de turistas viajaron internacionalmente en los primeros siete meses de 2024, aproximadamente un 11% más que en 2023, aunque un 4% menos que en 2019.»
A fin de complicar más el asunto, el viaje del residente legalizado (antes «ciudadano»), por motivos de trabajo o placer, coexiste con la denominada «Ciudad de 15 minutos» y con los confinamientos puntuales en el domicilio («Quédate en casa»). ¿Queda claro…?
La mutación burocrática del viaje, para cuya realización los Gobiernos idean y añaden constantes dificultades (nacidas para permanecer), contrasta con un fenómeno llamativo y perturbador, como es la inmigración ilegal actual, la cual no sólo es consentida, sino hasta alentada (Refugees Welcome). Las Autoridades animan al extranjero (o alien) a venir a suelo patrio, aunque no lícitamente ni siguiendo los trámites aduaneros, sino a arribar a las playas en cayucos y a saltar la valla fronteriza. Los «espaldas mojadas» (hay moros en la costa) son recibidos al llegar a su destino con cariño y empatía por la Cruz Roja y el Voluntariado, para ser, a continuación, instalados en hoteles de cuatro estrellas, con todos los gastos pagados (por el contribuyente), en este caso, sin aburridas gestiones ni molestos papeleos (he aquí su condición y definición de «sin papeles»). Todo ello hasta encontrarles otro alejamiento más confortable o más acorde con sus predilecciones y deseos de conocer mundo; para lo cual en todo momento son asesorados por reclutas y letrados de las ONG, de manera que puedan formular sin formularios quejas y sugerencias al objeto de mejorar el servicio, sobre su experiencia de acogida, trato y estancia, para conocimiento público y solaz conciencia cívica de la opinión pública.
Y así está, querido lector y viajero, el mundo facundo y fecundo. Primero, el de los censados y registrados hasta en los bolsillos, con pasaporte y fichero portátil (en realidad, basta el smartphone, y sus aplicaciones, «que lo hace todo»), viajando a Marruecos, Cuba, Haití o Vietnam, al tiempo que los antaño «parias de la Tierra o del Tercer Mundo» –hoy, países en desarrollo, alto índice de natalidad y exportador de multitudes– desembarcan y orillan el decadente Primer Mundo, allí donde puedan ponerse en el lugar de los pobladores nativos (no otra cosa es la «empatía») y vivir de la subvención y de los Presupuestos Generales de Estado, vía impuestos, tasas y demás.
El caso es que agora y hogaño, el mundo presencia un panorama en vertiginoso movimiento, de traslados, migraciones, trayectos y, de cuando en cuando, viajes, si bien éstos, ay, ya no son lo que eran en el mundo de ayer; o dicho de otro modo: cuando uno hacía las maletas…
Notas
Fuente: https://nodulo.org/ec/2024/n209p06.htm
24 de diciembre de 2024. ESPAÑA