Cacciari obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Círculo de Bellas Artes-Antonio Machado con una obra en la que recoge las inquietudes políticas de la Europa actual
En una época de marcado positivismo tecnocrítico como la que nos envuelve, donde tanto los individuos considerados de manera aislada como las sociedades que éstos conforman tienden a ser compulsivamente categorizados en función de su especificidad diferencial (cultural, religiosa, política, y, cómo no, también territorial), la reflexión en torno a nuestra identidad comunitaria resulta doblemente necesaria y satisfactoria. Consciente de ello, y en la línea de grandes pensadores contemporáneos como George Steiner o Slavoj Žižek (con quienes comparte, por lo demás, notables semejanzas de enfoque, sobre todo en libros como La idea de Europa o El frágil absoluto, respectivamente), Massimo Cacciari (Venecia, 1944), profesor de Estética en la Universidad de Venecia y alcalde de la misma ciudad desde 1993, recoge en los seis ensayos que componen Europa o la filosofía las inquietudes políticas de aquellos ciudadanos llamados a “decidir” el rumbo que deberá tomar nuestra conciencia continental en la composición de la gran federación en que el autor estima que debe devenir Europa, y que habría de dar al traste con la vieja concepción del Estado-nación territorial, geológica y políticamente definido.
Si hace unos años su exquisita Soledad acogedora (Abada, 2004) exploraba la carencia más o menos voluntaria de compañía como potencia fundadora de la creatividad artística a través de una lectura sincronizada de Leopardi y Celan, y Paraíso y naufragio (Abada, 2005) ponía en pie una lúcida reflexión acerca de la heterogeneidad identitaria del individuo contemporáneo a la luz de la “Ètica sin atributos” de Robert Musil, Europa o la filosofía recoge y profundiza esta última veta desde la inveterada convicción de que Europa no consiste en una mera denominación geográfica restringida al difuso contorno de Occidente, sino, más adecuadamente, en una pluralidad de individuos consagrados a una búsqueda interrogante sobre el estado de su propia identidad transnacional, que debe albergar a la totalidad del espacio mediterráneo como marco de integración y reconocimiento. Así, valiéndose de la nomenclatura ontológica heideggeriana, Cacciari cree ver en el esquivo “espacio europeo” una deliberada indeterminación administrativa, a la vez que una tozuda resistencia -ideológica y cultural, antes que económica y política- a la adhesión al esquema comunitario entendido como proyecto de sí mismo, como entidad en constante metamorfosis que huye de la denotación unívoca y el trazado diferencial tanto como del dogmatismo nihilista y relativista. Si Europa duda de su propia configuración geográfica, afirma el filósofo italiano, es porque su concepto de “lugar” es de naturaleza centrífuga, y (toda vez que la historia de Europa ha transcurrido en paralelo a la historia de la Cristiandad) acaba preguntándose si puede verdaderamente existir “lo sagrado” allí donde no queden fronteras, donde la idea misma de frontera queda anulada desde el justo momento en que se toma conciencia de ella, lo que no hace sino constatar el imparable proceso de secularización al que, por fortuna, venimos asistiendo desde hace ya siglos.
Un texto ciertamente espinoso, éste, al que el lector poco entrenado deberá acercarse con paciencia y absoluta voluntad de conocimiento, pero que, sin embargo, trasciende al mero tratado de filosofía política por su condición gozosamente literaria y amena, así como por su profundo compromiso humanístico con la tradición recibida, mayoritariamente de raigambre latina. Y es que Europa o la filosofía no pretende instaurar en modo alguno una teoría especulativa sobre el destino de las naciones, sino más bien formular una pregunta esencial en torno al estatuto del individuo contemporáneo cuya respuesta se encuentra contenida en cada uno de nosotros.
Fuente: http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/270204/mapa/sin/fronteras.html
Cadiz, ESPAÑA. Martes, 4 de noviembre de 2008