Hace unos años Zara puso a la venta una camiseta con las caras de las personas más influyentes de la historia. Los nombres ilustres, con sus caras, eran los siguientes: Confucio, María Antonieta, Edgar Allan Poe, Cleopatra, Leonardo Da Vinci, Bach, Napoleón, Marie Curie, Cervantes, Newton, Amelia Earhart, Mozart, Aristóteles y Nietzsche. Ponga usted, desde sus preferencias, los nombres que quiera. Para mí, proveniente del mundo de la filosofía, faltaban dos: Platón y Kant. Posiblemente los dos nombres más importantes de la historia del pensamiento occidental. Precisamente, un 22 de abril de 1724 nació Inmanuel Kant en la ciudad alemana de Königsberg. Tengo que reconocer que su figura me atrapó desde el primer día que inicié la carrera de filosofía. Si queremos caer en la cuenta de su peso, de su cariz ineludible, de su perpetuidad, no hay una mejor descripción que la que hizo Ortega en 1924 en su ensayo Reflexiones de centenario (1724-1924): «Durante diez años he vivido dentro del pensamiento kantiano: lo he respirado como una atmósfera y ha sido a la vez mi casa y mi prisión. Yo dudo mucho que quien no haya hecho cosa parecida pueda ver con claridad el sentido de nuestro tiempo. En la obra de Kant están contenidos los secretos decisivos de la época moderna, sus virtudes y sus limitaciones. Merced al genio de Kant, se ve en su filosofía funcionar la vasta vida occidental de los cuatro últimos siglos, simplificada en aparato de relojería».
Adentrarse en su obra magna, Crítica de la razón pura, implica cuestionarnos cómo una mente finita ha podido alcanzar tal nivel de excelencia, de talla intelectual y humana. Sin embargo, les recomiendo algunos de sus escritos más breves que no llegan a cincuenta páginas, como Sobre la paz perpetua o ¿Qué es la Ilustración? En tiempos donde la vulgaridad se ha convertido en un derecho y el mundo de la cultura va dando palos de ciego, volver Kant nos abre el espacio de las posibilidades que puede engendrar y fecundar la humanidad. En la primera, y con el eco de tambores de guerra al fondo, dice: «No debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con la reserva secreta sobre alguna causa de guerra en el futuro». ¿Cuántos pacificadores de postín tenemos hoy en el teatro de la política internacional? Que bien le hubiese venido a Chamberlain y a otros dirigentes europeos tener en cuenta a Kant para no caer en las firmas falsas de Hitler y Stalin que provocaron la invasión de Polonia y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuándo aprenderá el poder que la filosofía y las humanidades son las responsables de atisbar el espíritu humano porque se adentran en sus tripas y en sus vísceras? ¿A qué influencias y a qué influencers acudimos? ¿A los de Instagram y a las redes sociales? ¿A cuáles?
Lo tenemos fácil. Volvamos a los clásicos. Ahí están las inspiraciones y orientaciones que pueden trazar las aristas del porvenir. Sin embargo, Kant profetizó que el hombre se siente más cómodo retirándose de su responsabilidad histórica, política y humana. En ¿Qué es la Ilustración? lo calificó de minoría de edad: «La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio pensamiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría no por carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro». Y estas palabras son apostilladas con la famosa expresión «Sapere aude: atrévete a pensar». Hoy sólo pensamos de la mano del partido o del colectivo de turno. Todo se evapora porque vivimos tiempos donde la amnesia copa la totalidad de lo que decimos y hacemos. La influencia perpetua de Kant está en su invitación al deber y a la responsabilidad con todo aquello que debemos afrontar y no posponer. Sus 300 años de existencia son una oportunidad para buscar las diferentes verdades últimas que nos pasan. Atrevernos a expresar las necesidades que palpitan y perforan a las personas de carne y hueso, porque, como dijo, «si perece la justicia, carece ya de valor que vivan hombres sobre la tierra».
Notas
Fuente: https://www.levante-emv.com/opinion/2024/04/23/influencia-perpetua-kant-101424281.html
23 de abril de 2024